8. Aún No Te Has Ido- Parte 2

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Narra Vanesa

Y va y me dice que no sabe ligar, eso sí que es tener sentido del humor, menos mal que no sabe ligar, si supiera no sé que habría sido de mí. Ya me tenía loquita por sus huesos así, imagínate si fuese experta en ligues.

Además, fue ella la que empezó con el beso que nos acabábamos de dar, un beso que despertó en mí una sensación que nunca había sentido, nunca. Me recorrió un calambre, inofensivo, de felicidad, entusiasmo y deseo que hizo que me separara de ella para poder degustar el momento tan impresionante que acababa de vivir. Me separé para mirarla, y decirle con mis ojos que esto era de verdad, honesto y, además, increíble. Me separé para poder sentir la intensidad de lo que acababa de pasar, para sentir cómo recorría mis venas y calaba en mis huesos. Me separé de ella para unirme un segundo más tarde, pero esta vez dejando de lado la ternura y guiándome por la fogosidad que dictaba mi corazón.

Mi mirada fija en sus labios. Su mirada fija en los míos. Saltaban chispas. Nos comíamos las dos, primero empezó ella a inclinarse ardientemente hacia mí, dejé que lo hiciera porque me encantaba, notaba su respiración agitada, la suavidad de su rostro contra el mío, notaba su calor. Entonces yo tomé la iniciativa y me incliné sobre ella, parecía que nos faltaba tiempo, iba todo muy rápido, quizás demasiado. Le mordí el labio inferior, ella dejó soltar un gemido muy silencioso pero lo suficiente como para que yo lo oyera, yo sonreí.

Fui a desabrocharle el pantalón, sin brusquedad, siguiendo el ritmo que habíamos marcado y, ahí, en ese momento, fue cuando me paró.

Narra Mónica

—Vane, Vane  —dije medio jadeando e inclinándome lentamente. Vanesa paró inmediatamente lo que estaba haciendo y levantó las manos, como si yo fuese una policía y ella la ladrona, inevitablemente me tuve que reír.

—Oye señorita, ¿de qué se ríe? —me dijo, mientras que ella también se sentaba a mi lado, poniendo su mano sobre mi muslo.

—Nada nada, que me ha hecho gracia tu reacción —dije sonriendo.

—Si tu te ríes, yo feliz. Pero Moni, ¿iba demasiado rápido? ¿Me has parado por eso? Lo siento, pensaba que, no sé... —me contestó ella, un poco angustiada por si la había liado.

—Vane, me habría encantado seguir, estaba disfrutando mucho, pero es que bueno, a ver... —me quedé pensativa.

—¿Qué pasa Mónica? Que me va a dar algo mujer.

Pobrecita, lo estaba pasando mal por mi culpa, en verdad lo que iba a decir no era para tanto, pero claro, estaba tardando en encontrar las palabras y eso hacía que se pusiese tensa.

—Pues mira, que me ha venido la regla, que, por cierto, no se suponía que me tenía que venir hoy, y no me encuentro del todo bien. Y, no sé, no me gustaría que nuestra primera vez fuese conmigo un poco mal. Tengo que estar al 100% —le guiñé un ojo.

—Me habías asustado, no te preocupes, te entiendo perfectamente, es lo bueno de estar con una mujer, entiendo lo que se sufre con la regla.Pero, oye, has preparado toda la cena y, ¿has hecho todo para mí estando un poco floja?  —no me dejó contestar, siguió hablando.

—¡Me ha tocado la lotería! No, mejor aún, ¡me has tocado tú, Mónica Carrillo!- dijo teatralizando.

No me lo podía creer, «¿esto era verdad? ¡Vanesa Martín no puedes ser mejor!» Sonreí, incluso me emocioné, pero eso lo hice por dentro, no era plan ponerme a llorar, aunque con la regla tenía unos cambios de humor...

Me acerqué a ella y le di un pico, corto pero intenso.

—Te habría preparado mil cenas, porque lo vales. Gracias Vane —le murmuré.

—Al menos me dejarás ver una peli contigo, ¿no?

Narra Vanesa

¿Que hoy no podía ser? Me daba igual, lo que había sentido besándola había sido de otra galaxia. Esperaría, esperaría el tiempo que hiciese falta, porque lo que tenía con ella en estos momentos merecía la espera por eterna que fuera. Además, me había encantado que se sincerase conmigo, la confianza que teníamos hacía que incluso me gustase más, saber que podía contárselo todo y me apoyaría, eso era de otro nivel.

Ahora mismo estábamos las dos acurrucadas en el sofá, su cabeza sobre mi pecho, riendo por el final de una película absurda que nos había servido de excusa para estar más tiempo juntas. No quería que la película acabase, podía pasarme así horas y horas, abrazándola, cuidándola.

Narra Mónica

Bendita sensación de paz que sentía en estos momentos, lo mejor del día sin duda. Allí estábamos, una sobre la otra, yo jugando con su pelo y ella sonriendo, viendo como la tele se callaba, mostrando los créditos. Se hizo el silencio. Me incorporé y la miré. Ella me miró. Empezó a cantar en un tono muy flojito, casi susurrando.

"Aún no te has ido y ahora quiero que vuelvas
Sentir como poquito a poco te acercas
Que si me caigo
Tú me sostengas
¿Qué más se puede pedir?
Te das la vuelta y yo te clavo mis ojos
Me quedo quieta hasta perderte de vista
Y lo peor no quiero enamorame
No puedo resistir."

Ya está, ahora sí que lloraba.

—Pero cómo me haces esto canalla, sabes que estoy sensible y mírate, cantandóme una de tus mejores canciones —le dije, intentando que no se me escapase ninguna lagrimilla, no lo iba a conseguir.

—Cantándote? No, no, no, estaba cantando al aire, como quien habla solo —me dijo riéndose.

Me reí y supe lo que tenía que decir:

—Vane, quédate a dormir —le susurré, rezando para que aceptara.


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«De Tus Ojos»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora