Narra Vanesa
«¿Cómo iba a decirle que no a esa carita que me hacía pucheros para que me quedase a dormir?»
—Solo si duermo en tu cama —dije acercándome a ella.
—Mujer, ¿no pensarías que te dejaría en la de invitados? No, no, tú a mi «laito»- me contestó haciendo un movimiento de lado a lado con la cabeza. Estaba indignada por lo que le había dicho, me hacía reír.
—¿De verdad pensabas que te ibas a ir tan lejos? ¿A la de invitados? No, no, no —al final acabó ella riendo, creo que el vino se le había subido a la cabeza. Qué mona estaba, parecía una niña pidiendo que la abrazaran, y la abracé.
—Anda ven aquí y deja de refunfuñar.
La abracé con delicadeza, pero a la vez con fuerza, poniendo una mano sobre su cabeza, que descansaba entre mi hombro y mi pecho.
—Bueno qué, ¿vamos a dormir? —pregunté mientras seguíamos abrazadas.
—Claro, claro, ven conmigo.
Me cogió de la mano y la puso sobre su cintura, se notaba que quería que no me despegase de ella. Íbamos subiendo las escaleras hacia su habitación pegadas, no corría aire entre las dos, hasta que llegamos a su dormitorio, ella fue directa al armario.
—Toma, te saco una camiseta, ¿quieres pantalones? —yo negué con la cabeza.
Cogí la camiseta, una camiseta cualquiera, ancha y fina para el verano, pero tenia algo de especial, olía a ella. A ver, me habría puesto a olerla de cerca, pero no era plan de esnifarme su camiseta delante de ella, pensé. Y, ahí, delante de ella, que aún estaba escarbando en su armario para encontrar su pijama, me empecé a desnudar ¿Para qué iba a esconderme? Ella que me vio ya sin camiseta, sin zapatos y apunto de quitarme los vaqueros exclamó:
—Pero Vaneeee hija, ¡qué directa eres!
—¿Tanto te asusto? «Joer» tía tan mal no estoy, eh —dije yo mientras me quitaba los pantalones. Sí que era cierto que estaba siendo un poquito descarada, pero es que la cara de Moni era un poema, qué gracia me hacía.
—No me asustas, todo lo contrario, pero ya te vale eh, ya te vale.
Estaba indignada pero en el fondo sabía que le encantaba verme así, la traicionaban sus ojos que no paraban de posarse sobre mi cuerpo, de arriba a abajo, de izquierda a derecha. Igualmente, me puse la camiseta, no la quería hacer enfadar. Pasó por mi lado y me dio un beso.
—Voy al baño un segundo, ponte cómoda.
La cogí del brazo antes de que se alejase demasiado, la empujé hacia mí por la cintura y la besé como se merecía, un beso largo, todavía nuestros labios se estaban conociendo, era increíble. Nos separamos y ella se fue al baño.
Me tumbé en la cama, exactamente en el medio porque no sabía cuál era el lado que me tocaba a mí, si estaba en el medio no podía fallar, yo siempre tan ocurrente jajaj. Me fijé que había una libreta entre las sábanas, no sabía si debía leerla pero la curiosidad me pudo y la abrí.
Narra Mónica
Bueno, eso de tener a Vanesa Martín en mi cama, eso sí que era de otro nivel, estaba cambiándome rápido para ir cuanto antes con ella. Salí del baño para encontrármela mirando mi libreta, no perdía el tiempo esta mujer.
—Ay Mónica perdona, es que estaba en la cama y no sé...
—Y, ¿qué? Eso te da ya derecho a leerla —la corté en seco, sí que me había molestado un poco pero me estaba haciendo la enfadada para ver cómo reaccionaba.
—Es verdad, es verdad, lo siento no debía de haber leído nada —me suplicó, se levanto de la cama y me dejó la libreta encima de la mesita.
—¿Y qué has leído a ver? —pregunté con gesto serio, me estaba costando no reírme, pero estaba aguantando como una campeona.
—Te prometo que solo he leído la última página, dos líneas, que por cierto me encantan.
Al decir eso ya sabía lo que había leído, justamente lo había escrito esta mañana, me acordaba perfectamente. Se lo recité en voz alta:
-Tengo un te quiero esperando en la punta de la lengua para cuando vuelvas a rozarla.
—Me encanta como escribes, pero con tu voz suena mucho mejor. No te enfades por favor, no era mi intención molestarte.
—Ay Vane, tú no molestas nunca, no pasa nada. Además, creo que te has encontrado con algo que ha sido escrito por tu culpa —le dije. Ella con cara extrañada me dijo:
—¿Cómo?
—Bueno que lo escribí esta mañana pensando en ti —me sinceré—, es un microcuento.
—Ahora lo entiendo todo, tú quieres que me quede para que te sientas inspirada y puedas escribir más. Me estás utilizando, soy tu esclava... vaya, vaya, pues eso merece un castigo —dijo entre risas y mientras se levantaba rápidamente.
—¡Cuidado conmigo, eh! —grité riéndome.
Me levantó suavemente y me tiró a la cama dejándose caer sobre mí, me empezó a hacer cosquillas y cuando ya estábamos rendidas las dos, yo de patalear y ella de retenerme, de hacerme la prisionera en la prisión de sus risas y su tacto, caímos en la cama una al lado de la otra, jadeando.
Apagué la luz, ya era hora de dormirnos, mañana teníamos que hacer cosas y no podíamos estar toda la noche, aunque quisiéramos, despiertas. Se acercó a mí, a oscuras, introdujo lentamente su mano debajo de mi camiseta, no sabía a dónde quería llegar pero la dejé hacer porque confiaba en ella y porque cada vez que me tocaba me trasladaba a otro mundo, me hacía volar por encima de las nubes. Me giré para mirarla a la luz de la luna, que entraba por la ventana de mi habitación, estábamos las dos frente a frente, de lado, su mano surcando entre mis curvas, la mía acariciando su pelo.
Me estaba acariciando la espalda tiernamente, yo quieta, cerrando los ojos y sintiéndola, en unos segundos se comenzaba a apoderar el sueño de mí.
—Gracias Moni —me susurró.
Nos quedamos dormidas.
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«De Tus Ojos»
FanficCuando el amor entra en nuestras vidas es imposible mirar para otro lado, esto les ha sucedido a nuestras protagonistas, Vanesa Martín y Mónica Carrillo, que se han mirado a los ojos y han dicho: «vamos allá». Y ese «vamos allá» se ha convertido en...