Narra Vanesa
Me desperté una mañana cualquiera, muchos días después de la entrega de premios, aún así, la Antena de Oro seguía en la chimenea, un sitio que había pasado de ser provisional a ser fijo en pocas semanas. Sí, me desperté una mañana cualquiera, entre semana, en su casa, ella abrazada a mí, como casi siempre. Abrí los ojos de par en par en un intento de despedir al sueño que me atrapaba, el tiempo ya no era caluroso, en Madrid se notaba que el frío calaba a través de las paredes de las casas y se necesitaba la calefacción. Aunque, en mi caso, Mónica era mi fuente de calor particular, ella siempre desprendía un calor natural que me arropaba en las noches más frías. Intenté escapar de sus brazos sin despertarla, pero no lo conseguí.
—Buenos días —me dijo ella en cuanto notó que me movía.
—Buenos días —la besé.
—Hace frío —contestó ella, haciendo una mueca que evidenciaba lo que acababa de decir.
Me volví a sentar en la cama y me acosté, la cubrí con mi cuerpo, abrazándola, achuchándola, atrayéndola hacia mí.
—Ahora mucho mejor, así te quiero todo el día, pegadita a mí —se río.
—Lo intentaré, no te quepa duda. Oye, ¿tú te das cuenta de que por las noches me buscas?
—¿Que te busco?
—Sí, me buscas, me buscas en mi lado de la cama, me abrazas como ahora y así te pasas toda la noche, abrazada a mí —le expliqué cariñosamente, no la podía mirar a la cara, estábamos abrazadas en cucharita.
—Pues no me doy cuenta, será el subconsciente, es que te quiero siempre cerca.
—Por mí bien, dormiremos abrazadas muchos años más, eres como un bebé, te acurrucas y ya no hay quien te separe. Me hace gracia, me río sola por las noches, y luego te abrazo —le respondí.
—Ay, despiértame así todas las mañanas —me cogió la mano y me dio un beso sonoro.
—Oye, por cierto, he pensado que el jueves podríamos ir a cenar al restaurante este que han abierto nuevo —propuse.
Ella respiró bruscamente, y se separó de mí, dándose la vuelta para mirarme, se sentó en la cama.
—Ay madre, que se me ha olvidado decírtelo, mira que sabía que algo se me olvidaba.
—¿Pero qué pasa?
—No es grave tranquila —dijo ella riéndose al ver que yo me había asustado—, pues que mañana me voy a Elche hasta el viernes. Lo decidí ayer, que me llamaron mis padres y, no sé, les echo de menos y dije que iría.
—A buenas horas mangas verdes, ¿pensabas decírmelo algún día, o ya me llamabas allí? —pregunté yo con tono irónico.
—Vale, vale, lo siento, debí decírtelo ayer pero se me pasó. Tengo que hacerle una visita a mis padres ya, y mis sobrinos también irán, es el momento perfecto.
—Sí, lo es, me alegro mucho, en serio —le dije yo al verla tan feliz.
—Pero no te creas que me he olvidado de ti, señorita, estuve viendo los conciertos y el viernes tienes uno en Alicante, te puedes venir conmigo y luego vas a Alicante, te puedo llevar hasta yo —me propuso, mirándome atentamente, esperando mis respuesta.
—Moni, mañana no me puedo ir, tengo que retocar unas cosillas con el equipo y Ana me ha dicho que tenemos que mirar unos asuntos —dije yo con toda la tristeza del mundo, vi cómo le cambió la cara.
—Joder, yo ya que había planeado todo...
—Peeeero... —la interrumpí—, el miércoles por la tarde puedo ir para allá, por entonces ya estaré libre. ¿Me recogerás en la estación, no?
—Claro mujer, allí estaré yo, esperándote, con un cartel como en las pelis y pondré: «la más guapa del mundo».
—Vaya, entonces no me recogerás a mí —dije yo fingiendo tristeza.
—¿Cómo que no?
—Si es que esa eres tú —me abalancé sobre ella en la cama, para besarla.
—Anda, Vane, anda y déjate de ñoñerías —me dijo antes de besarme.
—Si sé que en el fondo te gustan —le respondí, mientras que me quitaba la camiseta y me ponía, de rodillas, con mis piernas abiertas rodeando su cadera, mirándola.
Ella me desabrochó el sujetador, puso la palma de su mano en mi cuello y me arrastró ligeramente hacia sus labios, me susurró:
—Ahora no te quedes embobada, que viene lo mejor.
No comenzamos besar, y a tocar, a desnudar, a jugar y al rato le contesté:
—Es difícil no embelesarme, ¿tú te has visto?
Narra Mónica
El mañana había llegado y yo ya iba de camino a Elche, había decidido ir en coche, nunca me había molestado conducir, de hecho, era siempre un tiempo valioso para estar sola, para pensar, para desconectar de todo aquello que me rodeaba. Al estar Vanesa en mi vida, poco tiempo tenía para conducir, siempre me llevaba ella a todos los sitios, le encantaba coger el coche e ir hacia cualquier lugar. Tenía muchas ganas de llegar a Elche, hacía ya una temporada larga que no estaba con mi gente, con las personas que me vieron crecer y que lo han dado todo por mí. Además, había un gran aliciente, mis sobrinos, a los que yo había adoptado como hijos y los quería como tal, cuántas ganas tenía de comérmelos a besos.
Aunque, creo que lo mejor de todo es que Vanesa por fin conocería a mi familia, ya se habían visto antes, en videollamada se había colado alguna que otra vez la figura de Vanesa en la pantalla, se habían saludado con todas las formalidades, pero no podemos comparar una videollamada con verse en persona. Tenía el presentimiento de que nos lo pasaríamos muy bien.
Pasé de largo el cartel que tenía inscrito: "Elche", aparqué el coche cerca de casa de mis padres, cerré la puerta, cogí la maleta y allá que fui. Qué emoción.
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«De Tus Ojos»
FanficCuando el amor entra en nuestras vidas es imposible mirar para otro lado, esto les ha sucedido a nuestras protagonistas, Vanesa Martín y Mónica Carrillo, que se han mirado a los ojos y han dicho: «vamos allá». Y ese «vamos allá» se ha convertido en...