56. La cajita roja

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Narra Mónica

Había vuelto todo a la calma, las mareas se habían controlado y se había abierto el cielo, haciendo brillar un precioso azul, al que Vane y yo nos agarrábamos con fuerza, nos aferrábamos a la tranquilidad que había dejado aquella última conversación que tuvimos, la que marcó un antes y un después en nuestra relación. 

Ahora sí, por fin podía decir que miraba a Vane completamente desnuda, sin tapujos, a pecho descubierto y a corazón abierto, podía decir que al fin me había deshecho de un peso que me había atormentado durante demasiado tiempo. Ayer, miraba el reflejo de mi rostro distorsionado en los ojos de Vanesa cuando me acercaba a ella para besarla, y no volví a sentir la insuficiencia, ya no emanaba de mí la inseguridad que llevaba persiguiéndome años, veía a una mujer, valiente, risueña, hasta que sus ojos se cerraron, junto a los míos, y ya no tenía que ver nada, solo sentirla. 

—Acuérdate de que mañana es la Fiesta Navideña de Alejandro —me dijo Vane, sacándome de mis pensamientos esa mañana. 

—No hace falta que me lo recuerdes, Pastora, India y Eva solo hacen que hablarme de ello. Noto como demasiada emoción, ¿tan buena es la fiesta? 

Se rió, negando con la cabeza y me contestó: 

—Bueno, ya sabes, todo es relativo, a mí siempre que estés tú me parecerá todo increíble, incluso si la fiesta es debajo de un puente —levantó sus cejas y apretó sus labios, diciendo con su gesto: «¿has visto cuánto te quiero?»

—Yo también te quiero, guapa —la cogí de la cintura y la besé—. ¿Vas a algún sitio? —dije. 

Acababa de percatarme de que Vanesa se había puesto ropa de calle, se suponía que no saldríamos de casa aquella tarde fría del invierno madrileño, nos quedaríamos acurrucadas frente al televisor, sintiendo el calor de nuestros cuerpos, huyendo del frío de la calle. 

—Ay, sí perdón, Ana me ha llamado para algo... algo urgente —me contestó, alejándose de mí y andando hacia la puerta de casa. 

—¿Qué tipo de «algo urgente»? —pregunté extrañada. 

—No sé exactamente, no me lo ha dicho, pero vendré pronto, te lo prometo. 

Me lanzó un beso al aire, que intenté cazar, pero me fue imposible debido a su rapidez y oí la puerta cerrarse tras ella. Me quedé mirando la puerta unos segundos, pensando qué sería eso tan urgente, y al final decidí que si Ana había dicho que era urgente lo sería, así que me fui a la cocina a por bombones, típico en Navidad y me acomodé en el sofá, con Vane o sin ella, vería una película. Encendí la tele y puse: "Love Actually", de amor se trataba la tarde. 

Narra Vanesa

Salí de allí corriendo antes de que Mónica me pillase en medio de la mentira y ya no supiera cómo salir de todo aquello, me puse el gorro negro que había cogido del perchero antes de salir por la puerta, me subí la cremallera del abrigo y resoplé. Era de noche aunque solo eran las 6 de la tarde, de mi boca salió una bocanada de vapor, iluminado por la luz blanca de la farola que me apuntaba directamente a mí, sonreí. Metí mi mano en el bolsillo para coger las llaves del coche, di un saltito de emoción y entré en él. 

Mientras conducía no podía dejar de sonreír, el corazón me latía a mil por hora, las manos se deslizaban por el volante, húmedas, daba ligeros golpes con mis dedos sobre él, tratando de canalizar mi nervio interno de alguna manera, fracasé, cuando bajé del coche todavía estaba más nerviosa. Había llegado a un bonito y acogedor bar, cuyo interior estaba iluminado por luces anaranjadas, cálidas, las cuales eran de agradecer en esa época del año. Ya estaba montado el árbol de Navidad, al fondo, justo detrás de la mesa donde me esperaban. 

—¡Al fin te has dignado a aparecer! —me dijo Pili cariñosamente mientras se levantaba para abrazarme, con fuerza, transmitiéndome el calor que salía de su cuerpo, haciendo contraste con el frío que traía de la calle. 

—¡Estás helá! —notó Pablo cuando lo abracé. 

—Hola, siento haber llegado tarde pero no había manera de salir de casa. ¡Cuántas ganas tenía de veros! —les comenté mientras me quitaba el abrigo, me sentaba y pedía una caña. 

—Tranquila, que nos lo estábamos pasando bien —India levantó su cerveza y sonrió, yo sonreí de vuelta. 

—Pero, hija, nos tienes en ascuas, ¿qué pasa?, ¿a qué viene tanto secretismo? —preguntó Eva tras darme un abrazo y sentarse. 

Grandes preguntas las que me acababa de formular mi amiga del alma, me temblaban las manos, el pulso se había instalado en mi sien y se me secaba la boca por momentos. Sonreí, pasando mi mirada por cada uno de ellos, cogí mi cerveza y le di un trago. 

—Bueno pues que mañana es la Fiesta de Alejandro, ¿no? —hice una pregunta tonta, ya sabía la respuesta, por supuesto que era mañana, pero tenía que empezar por ahí. 

—Ay sí, qué ganas, de verdad, es diversión asegurada y nos reunimos todos otra vez —me contestó Pablo. 

—Sí, y este año, por lo que tengo entendido vamos los íntimos a las 8 —prosiguió India. 

—Sí, sí, así mucho mejor, nos dará tiempo a hablar, antes de que venga más gente —añadió Eva. 

Mientras que ellos hablaban yo estaba pensando cuál sería mi siguiente paso, Pastora me miraba, tampoco hablaba, sentía que me estaba, de alguna manera, leyendo la mente. 

—¿Iréis las dos, no? —me preguntó Pili, arqueando sus cejas, creo que ella ya se había dado cuenta de lo que estaba pasando. 

—Claro, Mónica también está invitada, todos sabéis lo que significa para mí. 

—No esperaba menos de Alejandro, siempre invita a las respectivas parejas, era obvio que Mónica también tendría su sitio en la mesa, es una más de esta familia ya —declaró Eva, a lo que los demás asintieron. 

—Hablo más con Mónica, si cabe, ¡qué contigo! —se rió Pili, nos reímos todos con ella. 

—Si es que es una pedazo de mujer, qué suerte has tenido, pájara —me dijo Pablo, que puso su usual sonrrisilla picarona. 

Metí mi mano en el bolso, y la saqué segundos después. 

—Me alegro de que os haya caído bien, porque creo que esto va para largo —afirmé, sin parar de sonreír. 

Puse en el centro de la mesa una pequeña cajita cuadrada, roja, recubierta de terciopelo, mis amigos me miraban expectantes, levanté la tapa con mi mano izquierda. Dentro de ella se encontraba un anillo, el anillo de mi abuela. 

Me recosté sobre el respaldo de la silla, satisfecha con lo que acababa de hacer, nerviosa porque el día se acercaba y feliz porque iba a dar uno de los pasos más importantes de mi vida. 


Muchas gracias❤️❤️❤️

«De Tus Ojos»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora