30. Yo te sigo

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Narra Mónica

La noche de ayer fue tranquila, cenamos lo que había pedido Vanesa en el italiano, a mi me tocó una pizza vegetariana, sí, en serio, Vanesa me había pedido una pizza vegetariana. Al principio, cuando la vi le dije: «esto será una broma» pero no lo era, no tenía nada en contra de la pizza vegetariana, el caso es que me había imaginado algo que pudiese, no sé, llenarme más. Ella me contestó: «aún no la has probado y ya te estás quejando», tenía toda la razón, continuó, «no juzgues a un libro por su portada».

Le di la razón, para poder saber si me gustaba o no, si me iba a llenar, tendría que comérmela antes. La pizza era de verduras asadas, pimiento rojo, verde y champiñones, junto con olivas negras cortadas a rodajas y queso curado, me encantó. La había prejuzgado, era una de las mejores pizzas que había tomado hasta el momento y así se lo hice saber. «Has visto, si es que, ya te vale». Y os cuento esto porque, lo que me pasó ayer con la pizza, desgraciadamente, me pasa en otros ámbitos, prejuzgar nunca me ha llevado a buen puerto, con nada. Ahora, en mi época de mayor madurez estaba intentando mejorar ese aspecto de mi vida.

Tras cenar nos tumbamos en el sofá, viendo una comedia romántica, como nos sucedía a menudo, nos quedamos dormidas y de ahí fuimos a la cama, nos besamos y nos quedamos durmiendo, hasta ahora, que me acabo de despertar. Eran las 8:30 de la mañana, Vanesa respiraba profundamente a mi lado, cubierta con la sábana y boca arriba, su rostro relajado, como un ángel. La habitación estaba medio iluminada, la persiana permitía la entrada de los rayos del sol por sus huecos, lo que dibujaba sobre la cama una secuencia de óvalos equidistantes que hacían resplandecer diferentes zonas.

Me levanté, era pronto pero había dormido lo suficiente, tenía que trabajar, informarme sobre lo que estaba ocurriendo en el mundo. Salí con mucho cuidado de la habitación, tratando de no despertar a Vanesa, sinceramente, el sigilo no era mi punto fuerte, creo que hice bastante ruido, entre las chanclas, la puerta, el móvil que se me cayó a la salida, yo sola me estaba riendo de loo patosa que era. Menos mal que el punto fuerte de Vane sí que era dormir, ni se inmutó, qué capacidad tenía para dormir, era un espécimen, debería ser estudiada.

Narra Vanesa

Abrí un ojo y luego el otro para encontrarme sola en la cama, con un silencio sepulcral y adormilada. Despertar era duro en mi día a día, abandonar la cama era un suplicio, pero ya tocaba, siendo las 10 ya era hora de hacer algo de provecho, y de ver a Moni. Tras unos minutos adecentándome, bajé por las escaleras para encontrarme a Mónica Carrillo, sentada frente al ordenador, tomando apuntes con un boli en una libreta, con gesto concentrado y gafas de ver.

—Chica, en el contrato no ponía que llevabas gafas —la asusté sin querer.

—¡Qué susto me has dado! Llevo gafas para el ordenador, buenos días, ya iba siendo hora de verte aparecer.

—Buenos días —me desperecé, estirando mis brazos. Me acerqué hacia la mesa donde estaba sentada, lentamente deslicé mi mano por su ordenador, y fui cerrando la pantalla mientras que ella me decía:

—Vane, como me borres algo te mato.

Hice caso omiso de la advertencia, y terminé cerrando completamente el portátil, se oyó un clack y yo quedé contenta, levanté mi ceja izquierda mientras me reía. Aunque no había acabado ahí, puse mis manos a la altura de sus ojos para coger suavemente las gafas que llevaba puestas, se las quité y las dejé sobre el ordenador.

—¿Me quieres quitar algo más o ya estas contenta? —preguntó.

—Te das cuenta de la pregunta que me acabas de hacer, ¿no? —ella asintió con la cabeza.

«De Tus Ojos»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora