24. El coche

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Narra Vanesa

Pues al final había salido todo como esperaba, la canción que había elegido era perfecta para cantarla allí, además, le daba mi toque personal dedicado específicamente a Mónica.

Ya era hora de marcharnos de casa de mis padres, habíamos pasado una noche bastante divertida, estar con la familia siempre era motivo de alegría.

—Vane, os podéis quedar si queréis, tu habitación está libre —me dijo mi madre. Sabía que quería pasar mas tiempo conmigo, pero le había prometido que nos pasaríamos por allí a comer o a cenar varios días, además de ir de compras, que le encantaba.

—Mamá, gracias por la oferta, pero ya sabes que tengo casa. Mañana nos vemos —le di un par de besos y me despedí de toda la familia, lo mismo hizo Mónica, que ya no iba detrás de mí, iba a su aire.

—Hasta mañana —se despidió Moni mientras salíamos por la puerta. De pronto, sentimos el aire fresco que provenía del mar y el silencio que reinaba en la mitad de la noche, ella me cogió por la cintura.

Fa fret —me dijo en valenciano, lo que se traducía a: «hace frío», algunas veces Mónica decía frases en valenciano, de algunas me enteraba, de otras no tenía ni idea, pero me gustaba oírla hablar en su idioma natal.

—Toma, que me he traído la chupa —le tendí la chaqueta, creo que le quedaba a ella mejor que a mí. Se la puso.

—Abrázame igual —me suplicó, por lo que la rodeé con mis brazos mientras caminábamos hacia el coche, que estaba a unos minutos.

—¿Qué tal te lo has pasado? —le pregunté sin despegar mi cabeza de su hombro.

—Tu familia es increíble, igual que tú, sois tremendos. Pero ya sabes cuál ha sido mi momento favorito de la noche, ¿no? —me hizo una pregunta retórica. Solo se oían nuestros pasos en mitad de la noche, sus tacones y mis botas.

—¿El cordero? —pregunté yo para picarla.

—Justo, qué bien me conoces. Bueno, y en segundo lugar podríamos poner, no sé, cuando has empezado a cantar "La quiero a morir", ¿no te parece?

Narra Mónica

Sonó el coche de Vanesa, acababa de abrirlo y resplandecieron las luces naranjas del Mercedes mientras se abrían lo retrovisores. Vanesa no me había contestado,  pero iba riéndose ella sola mientras que daba la vuelta para abrir la puerta del conductor. Yo ya estaba dentro, esperándola.

—Ha sido un momentazo, pero vamos yo me quedo con el cordero, no hay comparación —me respondió riendo. Yo giré mi cabeza momentáneamente hacia la carretera, acababa de pasar un coche por la calle, cuando volví a girar mi cabeza hacia Vane la tenía a unos centímetros de mis labios, que desaparecieron cuando me besó.

—¿Alguna vez lo has hecho en un coche? —me preguntó mientras me quitaba la chupa de cuero.

—Estás loca —le dije, sin dejar de besarla.

—Loca por ti, Moni —sentenció. Creo que me acababa de convencer. La conversación se terminó ahí porque, en vez de decirle que sí, le quité la blusa blanca de tirantes que llevaba. Recordemos que yo llevaba un mono, y eso no salía tan fácil.

—Debería de haberte dicho que te pusieras el vestido, leche —dijo ella mientras se reía.

Vanesa lo tenía todo controlado, se manejaba mejor que en la cama, no sé de que me sorprendía, era tan polifacética, tan perfecta. Consiguió hacer mi asiento del coche hacia atrás, lenta y sensualmente, colocarse encima de mí sin ningún problema, mientras que se despojaba de su pantalón y mis labios viajaban por su cuerpo desnudo. Se encargó también de bajar la cremallera del mono, situada en mi espalda, rápidamente, su mano se adentró en las profundidades de mi piel, y yo me desvestí completamente. Menuda fantasía, esto habría que repetirlo.

Tras unos minutos frenéticos, donde se oyeron nuestros gritos, los míos contenidos, los suyos menos, Vanesa se dejó caer sobre el asiento del conductor mientras que yo trataba de respirar. Tendí la palma de mi mano sobre el freno de mano del coche, me apoyé sobre la guantera mientras que jadeaba, qué raro era todo, ella entrelazó sus dedos con los míos. Abrió la ventanilla del coche para que entrase un poco de fresco, la temperatura de nuestros cuerpos había subido en cuestión de minutos y ninguna de las dos podía respirar. 

—Se nota que no es tu primera vez aquí —dije señalando el interior del vehículo.

Era verdad, Vanesa se había movido como pez en el agua, y otra vez, como me solía suceder cuando hacíamos el amor, otra vez pensaba que esta había sido la mejor, lo cual cambiaría la siguiente vez que lo hiciésemos aunque pensase que era inmejorable.

—Bueno, es la primera vez que lo disfruto tanto, pero creo que no será la última —me respondió.

—No pensarás que vamos a estar todos los días así, ¿no? —continué—, Vane, que somos personajes públicos, y míranos, aquí desnudas en medio de una calle.

—Pero admite que ha sido increíble —me dijo.

—Lo admito, pero como nos pillen se nos cae la cara de vergüenza —concluí.

—Ya te convenceré ya... —me dijo mientras me daba un beso en la mano.

—Ala empieza a vestirte que nos vamos pa casa —me dijo—, ¿no querrás que conduzca desnuda, no?

Nos vestimos más despacio de lo que nos habíamos quitado la ropa en un principio, ella arrancó y empezó a conducir. Podría haberme quedado dormida en aquel instante pero decidí darle conversación para que a ella no le entrase el sueño. 

—Oye, nunca te lo he dicho, pero me encantan tus tatuajes, los que se ven y los que no se ven. 

—Bueno, eres una afortunada, la mayoría de la gente ve los que tengo en las muñecas, el de love y el infinito. Tú puedes ver, y has visto, mi tercer y último tatuaje, el más reciente. 

—Explícame la historia de tus tatus, por fa —le rogué, la verdad es que me interesaba, me parecían sencillos pero elegantes. 

—¿Ahora? 

—No veo mejor momento. 

—Vale, te lo explico cuando lleguemos a casa, mis tatuajes son importantes y se merecen una buena explicación. Cuando las oigas te entrarán ganas de tatuarte, ya verás —aseguró.

—Lo dudo, pero acepto la propuesta.

—Lo bien que te quedaría mi nombre en el brazo, en mayúsculas, VANESA —me dijo sonriente. 

—Tú flipas chavala —reí. 

«De Tus Ojos»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora