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En la piscina, ambos decidieron comer el bocadillo que le había preparado él a la mañana más la comida que había en la fiambrera. Estaban sentados encima de las toallas en la hierba mientras hablaban.

–¿Nadas bien? –preguntó el rubio.

–¡Yo sí! Fui campeón de natación tres veces consecutivas en mi colegio, jeje.

–¡Wow! ¡Felicidades!

–Jajaja, ¡gracias! ¿Y tú qué tal te manejas en el agua?

–Eh... Bueno, yo... no sé nadar muy bien... –admitió con vergüenza.

–Oh, no te preocupes, ¡te puedo enseñar!

–¿¡De verdad!? ¡Sería genial! ¡Gracias precioso!

–¡Jajaja! ¡A ti!

Una vez terminaron todo lo que había en la fiambrera, el castaño preguntó:

–¿Quieres un helado?

–Oh, pues... ¡como quieras!

–Yo quiero de chocolate, ¡jajajajaja!

–Entonces que sean dos iguales, jeje.

–¡Genial! –metió la mano en su bolsillo y con tres tristes monedas iba a ir al carrito de helados, pero Luke le frenó y le dio su cartera– Gracias Luke, eres el mejor.

–Por tres monedas que tienes no las vas a gastar, además con eso no te hubiera llegado.

–Ya, jeje...

Como un niño pequeño, fue corriendo emocionado a por los helados. Luke no podía evitar reírse de la ternura, y cuando vio que los pidió tímidamente se le derritió el corazón. Tras pagarlos, fue dando saltitos a la toalla.

–¡Aquí tienes!

–¡Gracias! ¡Jajajaja!

Una vez ambos con el suyo, no hablaron hasta que se lo terminaron.

–Hacía años que no comía un helado... –susurró con los ojos llorosos de la felicidad, algo que a Luke le partió el alma y poco a poco se acercó más a él para preguntarle:

–¿Quieres otro?

Los ojos del castaño se abrieron de par en par.

–¿¡Puedo!?

–¡Claro! ¡Jajajajaja!

Tras darle el dinero, fue corriendo a por otro hasta que se dio cuenta de que no le había preguntado a él y retrocedió.

–Oh, ¿quieres tú otro?

–Yo no, gracias precioso.

–¡Gracias a ti!

Feliz, volvió a la cola y, tras pagar y comerse el helado se metieron en el agua. Él de un chapuzón mientras Luke le miraba desde arriba: no quería tirarse.

–¡Venga Luke! ¡Está muy buena! –exclamó refiriéndose al agua.

–Me lo imagino pero... me da cosa, jeje...

–¿Qué te va a dar? ¡Métete!

–Es que... ¡No me gusta tirarme de golpe! Hala, ya está, ya lo he dicho.

–Acércate –dijo alzando los brazos.

El rubio, confiando en él, se fue acercando lentamente hasta que el castaño le agarró de la cintura y lo metió en el agua lentamente.

–¡Ah! ¡Está muy fría!

–¡Tranquilo!

Poco a poco fue sumergiéndole en el agua hasta que una vez dentro lo soltó y el rubio casi se hundió. Menos mal que lo agarró.

–¡Ah! –se agarró a él.

–No sabes nadar ni un poco ¿no?

–...

–¡Jajaja! Está bien, no pasa nada, ¡pero habérmelo dicho!

–¡Te lo he dicho!

–No, me has dicho que nadabas mal, pero no que no sabías nadar.

El rubio, avergonzado, lo admitió.

–Está bien, no sé nadar...

–¡Pero no tienes por qué avergonzarte! Yo no sé tocar el piano y no me avergüenzo.

–No es lo mismo...

–Bueno, está bien, no sé andar en bicicleta.

–Mentiroso.

–Vale, yo sí sé hacer todo lo básico, ¡pero no importa! La vida está para aprender, yo aprendí hundiéndome quince veces, casi me muero. Y mira, aquí estoy.

–Wow...

–¡Jajajaja!

Ambos se empezaron a reír, la risa de Han era muy contagiosa. En todo el rato que estuvieron sumergidos en el agua se lo pasaron enseñándole a nadar a Luke, quien se sentía muy seguro siendo ayudado por Solo.

–Un poco más...

–No me sueltes –advirtió secamente.

–Venga va, un poco más...

–Que no me sueltes.

–Un poquito más... ¡Ya lo tienes!

–¡Que no me sueltes!

–¡Estás nadando Luke! ¡Estás nadando!

De pronto se dio cuenta, no sentía los brazos del castaño en su estómago. Estaba nadando.

–Nado –dijo con una pequeña risa–... ¡Nado! ¡Estoy nadando Han!

–Jaja, ¡sí amigo! ¡Estás nadando!

–¡Esto es genial!

–¡Ya te digo!

Dando la vuelta para llegar a sus brazos, lo consiguió. Había nadado y no sólo eso, había logrado querer muchísimo más al castaño que lo recibió con un gran abrazo nada más llegó a él y Luke lo besó. Pensó que era un buen momento. Al lado, había una niña con su madre que los señaló.

–¡Mira mami! ¡Se han besado!

–Qué bonito ¿no cielo?

–¡Sí! ¡Forman una bonita pareja!

Sonrojados, dejaron de besarse y se empezaron a reír en bajo mientras la niña se acercaba a ellos. Una vez la tuvieron cerca, Han la asustó bromeando y la niña tras gritar se empezó a reír junto a los dos y su madre.

‹‹SkySolo›› Te amo, pero no se lo digas a nadieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora