-Dios- suspiró la rubia una vez hubo recuperado el aliento
Sonreí ante la imagen que tenía bajo mi cuerpo. Mimi, con su piel perlada por el sudor, su respiración acelerada, los labios entreabiertos y los ojos cerrados. Se veía tan jodidamente sexy y adorable a la vez, que no sabía si follarla de nuevo o abrazarla hasta quedarse dormida entre mis brazos.
Ninguna de las opciones fue la elegida, pues fue la misma Mimi quién, de un salto, acabó sentada sobre el colchón conmigo sobre sus muslos.
-Creo que te sobra ropa- susurró contra mi cuello tras lamerlo desde la base hasta el lóbulo de mi oreja. Sus manos se deslizaron desde mi torso desnudo hasta llegar a mis caderas.
Con una agilidad pasmosa, Mimi coló sus dedos en el borde de mis leggins y tiró de ellos hasta bajarlos todo lo que la postura en la que nos encontrábamos le permitió
-Espera- susurré apartándome levemente de su cuerpo para bajarme de la cama y desnudarme ante ella.
No quise hacerlo, pero no pude evitarlo. Lo que parecía que solo iba a ser un simple gesto para quitarme los leggins, se convirtió en un striptease. Quizá era la costumbre, al fin y al cabo acababa así casi todas las noches.
-¿Me vas a hacer un bailecito?- preguntó insinuante al verme contonear las caderas
-Si me pones música... quizá- respondí fingiendo indiferencia, como si la idea de provocarla con los movimientos más eróticos que conocía no fuera lo que más ansiaba en aquél momento.
La granadina giró sobre el colchón en busca de su móvil. Lo encontró en una de las mesitas de noche y trasteó en este hasta que las primeras notas musicales comenzaron a salir de él. Entonces, Mimi dejó el móvil donde lo había encontrado y volvió a su posición, sentada al borde de la cama.
Me tomó unos segundos identificar la canción, pero cuando lo logré, una sonrisa involuntaria se dibujó en mis labios.
-¿Te gusta la canción?- preguntó entre curiosa e insinuante
-Es mi favorita para este tipo de bailes- sonreí con malicia y sin dejarla continuar, comencé mi juego al ritmo de I see red
Sus ojos se abrieron enfocando toda su atención en mis movimientos.El ritmo de mis caderas, mis propias manos recorriendo mi piel, la forma en la que me mordía los labios... Lo estaba haciendo todo para provocarla como mejor sabía
Poco a poco me fui acercando hasta ella. Subí sobre el colchón, colocando cada una de mis piernas a un lado de las suyas.
La altura era la ideal para que su rostro quedase justo en ese punto de mi cuerpo. Unos cuantos movimientos en aquella posición y volví a bajar a ritmo lento y cadencioso hasta quedar de nuevo sentada sobre sus muslos.
Sus manos fueron directas al bajo de mi espalda, donde se encargó de apretar la yema de sus dedos haciendo el punto justo de presión.