XIX

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Las lágrimas se agolpaban en mis ojos, dificultándome la visión. Caminaba con prisa por las calles de Madrid. El aire fresco golpeaba mi rostro, acrecentando las lágrimas que, silenciosas, comenzaban a rodar por mis mejillas, dejándome un rastro frío en ellas.

Tomé aire profundamente, buscando tragar el nudo que llevaba horas formado en mi garganta.

Había salido para despejarme, pero lejos de eso, solo parecía angustiarme más.

El momento en el que el corazón se me cayó a los pies, dejándome completamente helada e inmóvil por al menos un minuto, había sido demoledor.

Pasar aquella tarde con Mimi no me parecía una mala idea. Al fin y al cabo llevábamos bastante tiempo sin pasar un ratito de calidad a solas, por eso, decidí armarme de valor, dejar todos los demonios que me atormentaban a un lado, y tratar de aprovechar el tiempo con ella con la mejor y más falsa de las sonrisas.

Claro, que en ningún momento rondó por mi cabeza la posibilidad de recibir ese jodido mensaje.

Un puto mensaje fue capaz de romper absolutamente todo lo que había sido capaz de construir en los últimos meses, con el esfuerzo de años, dejándome ahogada en un mar de lágrimas que no me veía con fuerzas de disimular.

Quería llorar, gritar, encogerme en un rincón, desaparecer... Pero no podía. No podía porque estaba en su casa, en casa de la persona a la que menos quería enseñarle mis demonios, miedos y problemas. Estaba con ella, tirando de toda la fuerza de voluntad de la que disponía para aparentar una normalidad, que ya de entrada, no tenía.

No me vi capaz... Sabía que no sería capaz de distraerme y aparentar normalidad sin romperme, o sin que ella lo notase. Fue por eso, que inventándome la más tonta excusa, busqué salir de allí casi que corriendo.

Sabía que no podía desaparecer, ni para siempre ni por un rato, por lo que, tras ver el puto mensaje y recuperar un poco de cordura, encontré una excusa. Era una excusa que, a mi ver, parecía lo suficientemente creíble para escaparme al menos media hora, llorar y ordenar mis pensamientos antes de volver a ella.

Así es que me encontraba caminando como si huyese de algo, desbocada sin rumbo fijo, por las calles del centro de Madrid.

La excusa que había logrado elaborar sumida en el más puro agobio, había sido salir a por algo de cena.

Eran las 19:52 y, a pesar de ser bastante temprano, podía ser creíble. Y pareció serlo, Mimi pareció quedar conforme, aunque de primeras me dijese "¿Qué vas a salir? Pedimos un glovo o uber y ya está, que pa' eso están estas cosas" Tuve que inventarme que el restaurante al que se me había antojado pedir la comida no tenía reparto ni estaba en esas apps, pero que quedaba lo suficientemente cerca como para salir a buscarlo y que realmente no me importaba hacerlo.

Ahí Mimi accedió, diciendo que si a mí no me importaba salir, por ella estaba bien.

Evidentemente, lo menos en lo que mi cuerpo podía pensar en esos momentos era en comida, pero no podía aparecer en su casa sin la supuesta comida, ya que era la base de mi excusa

Por eso, aún con la mirada algo turbia por las lágrimas, saqué temblorosa mi móvil del bolsillo se mi abrigo y busqué un restaurante cercano.

Un japonés, esa era la opción más cercana y apetecible.

La espera mientras preparaban la comida me sirvió para sentarme en un pequeño banco por fuera del restaurante. Ahí pude calmarme y tratar de respirar sin dificultad.

¿Qué opciones tenía? ¿Qué debía hacer? Pero lo más importante ¿Cómo coño había conseguido mi número?

Las preguntas atolondraban mi mente, haciéndola funcionar a mil por hora.

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⏰ Última actualización: Jan 06, 2022 ⏰

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