XVIII

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El camino desde el estudio hasta casa de Mimi fue raro, casi incómodo...

Ninguna de las dos estaba de humor como para entablar una conversación banal que destensase el ambiente, de hecho, no hablamos casi. Era un trayecto de unos escasos diez minutos en metro, por lo que tampoco sentimos la necesidad de romper el silencio.

Mimi estaba claramente enfadada. La escueta y breve conversación que habíamos tenido, había rebajado su enfado, pero no lo había erradicado, por lo que la tensión estaba aún presente.

Al llegar a su apartamento, la rubia me indicó que pasase y me acomodase en lo que ella nos buscaba algo de ropa para refrescarnos y cambiarnos. "Estás en tu casa" fueron sus palabras exactas

En cualquier otro momento no le habría dado ni media vuelta a la expresión, pero justo hoy se me antojaba rara... No me sentía realmente en casa, y era raro, porque con ella siempre me había sentido cómoda, como en casa, daba igual donde estuviéramos, solamente su presencia me transmitía esa sensación.

Quizá era el peso y la presión que sentía en el pecho por sentir que le estaba ocultando algo a lo que, por mucho que me empeñase en restarle importancia, tenía mucha. O quizá era tan solo el mal sabor de boca que había dejado la conversación a medias que empezamos en el estudio.

Fuera lo que fuese, no me gustaba lo más mínimo sentirme así... No con ella.

-¿Te quieres duchar tú primero?- Me sobresalté al escuchar su voz de la nada, rompiendo el sepulcral silencio que se había formado en la habitación. Y sí, solo en la habitación, pues en mi cabeza las palabras rebosaban. -¿Te asusté?- Sonrió con ternura al verme recobrar la tranquilidad.

Asentí tímidamente, sintiéndome idiota por haberme asustado al escucharla

-Anda, ve a ducharte tú primero, que te va a venir bien- Indicó entregándome una muda de ropa suya para que pudiera cambiarme, pues al haber sido un plan improvisado, no había reparado en traer una muda de ropa limpia.

Y así lo hice, entré en el baño y dejé que el agua caliente destensara mi cuerpo, intentando que el agua se llevase las dudas y angustias que atormentaban mi mente.

No sé exactamente el tiempo que estuve bajo el agua, pero traté de ser breve para que Mimi pudiese ducharse también.

Salí de la ducha sintiendo un poco más leve la presión en el pecho. Me sequé y vestí con las prendas de ropa que la granadina me había dejado minutos atrás.

Tras revisar el aspecto de mi rostro, que ahora se encontraba sin rastro alguno de maquillaje, dejando expuesta la mala cara que llevaba, salí del baño dispuesta a volver junto a Mimi, con la esperanza de poder relajar aún más el ambiente tras destensarme un poco en la ducha.

Mis pies descalzos se deslizaban sigilosamente por el pasillo de la vivienda. Llegué al salón y busqué a la rubia con la mirada por todo el espacio. No la encontré.

Fruncí el ceño confusa al no encontrarla en esa habitación, pero por segunda vez en el día, su voz tras mi espalda me sobresaltó

-Estoy aquí- habló tras de mí, haciéndome pegar un leve brinco, llevándome también las manos al corazón de manera un tanto dramática

-O te asustas muy fácilmente tú hoy, o yo estoy muy sigilosa- Vaciló acariciando mi brazo con suavidad en un gesto de disculpa.

Lo que la rubia no sabía, era la veracidad de su "broma". Llevaba desde anoche con el susto metido en el cuerpo y cualquier tontería me sobresaltaba de más.

-Toma- sonrió tendiéndome un vaso de agua, que ahora que me fijaba, llevaba en la mano. Mimi había salido de la cocina, por esa razón no la había encontrado en el salón. -He puesto un poco de sopa al fuego, para que comas algo luego- Me informó y volvió a tenderme su mano, sobre la que había también una pastilla –Ibuprofeno, por si te puede la resaca- me dijo antes de girar sobre sus pies –Me doy una ducha rápida y salgo- informó alejándose en el pasillo

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