XIV

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El transcurso de las semanas pasó casi inadvertido. Habíamos entrado en una agotadora rutina de trabajo, ensayos, formaciones... que casi había consumido nuestro tiempo sin ser conscientes.

Me sorprendí enormemente al ver que había pasado casi un mes del viaje a Ibiza. Desde entonces todo había sido genial, pero también caótico y agotador.

Mimi y yo nos veíamos a diario, pues evidentemente trabajábamos en el mismo espacio, y la mayor parte del tiempo juntas. Pero más allá de eso, nos veíamos relativamente poco.

Las tardes de la rubia se resumían en ensayos, crear nuevas coreografías y modificar las ya existentes, reuniones, planificación de shows... Estaba hasta arriba.

De ahí que casi no pasase tiempo en su casa, ahora podría decirse más bien que vivía en el estudio.

No era solo ella, Juan, su compañero de proyecto y socio, también llevaba la misma dinámica y ritmo de vida, al igual que el tercer socio del estudio, Aarón.

Así que sí, nos veíamos pero nunca en la intimidad. Yo salía del estudio a eso de las 17:00 o 18:00, y de ahí iba directa a mi casa a rogar al cielo que Mimi saliese antes ese día y tuviera ganas de verme.

La mayor parte de los días mis plegarias quedaban en vano, pues lo más temprano que aparecía su mensaje en mi móvil eran las 22:30. Evidentemente salía de allí agotada y lo único que quería era descansar para dar el máximo posible al día siguiente.

De hecho, si tuviera que calcular ahora mismo la última vez que disfrutamos de un rato a solas... Me costaría ser exacta. ¿Quizá hacía dos semanas? Juraría que mínimo dos semanas.

¿Que qué había hecho yo esas mínimo 14 noches? Pues me encantaría decir que muchísimas cosas y que no me había dedicado a lamentarme y mantenerme en casa, con la esperanza de recibir un mensaje que dijese "Ven a casa" o "nos vemos ahora"

Que bueno, podría decir que había sido así tan solo el 70% del tiempo. Hubo noches en las que salí, sola o con las chicas. Sobre todo las noches en que, en lugar de tristeza, lo que sentía era rabia ante aquella situación de no poder si quiera verla a solas por veinte minutos.

Así que sí, en esas dos semanas había invertido la mayor parte de mi tiempo recreándome en mi tristeza y frustración, pero también saliendo y divirtiéndome, aunque en menor medida.

Hoy parecía ser una noche más de ese 70%. Acababa de llegar a casa, eran las 19:20 y mi ánimo estaba un poco por los suelos.

Ya no era solo el desgaste físico, sino también el emocional que toda esta situación comenzaba a generarme.

Me dejé caer sobre la cama de la manera más dramática posible y busqué en mi bolsillo mi teléfono móvil.

Ese iba a ser mi plan para esta noche. Tirarme en la cama mirando Instagram, tiktok o cualquier red social que me mantuviese la mente ocupada y entretenida.

Y sí, iba, porque nada más acomodarme, una notificación acaparó mi total atención

"Saydi: Esta noche salimos, que mañana por la mañana no tenemos ensayo. ¿Te apuntas?"

Y por más que quisiera decir que no, sabía que sería imposible. Saydi es la persona más tenaz que conozco. Nunca obtiene un no por respuesta, y yo no iba a ser la excepción.

Además, ¿Qué otra opción me quedaba? ¿Esperar despierta, con un bote de helado, a un mensaje que no llegaría? A la mierda, hoy salía de fiesta.

Decidí vestirme para la ocasión. Entre semana vivía en ropa deportiva, ya era hora de cambiar un poco... ¿Y qué mejor ocasión que esta?

Un vestido negro con abertura en la pierna, escote ovalado y manga larga. Acompañado de unas botas negras, una coleta alta y maquillaje llamativo. Así decidí salir esa noche.

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