Abrí los ojos al sentir los rayos de sol golpeando mi rostro. Me sentí desubicada por unos segundos, hasta que la sentí a ella. Sentí su brazo rodeando mi cintura y su respiración a mi lado, ahí supe que estaba en casa.
Sonreí sin poder evitarlo, esa sonrisa tonta que es imposible controlar y que te deja las mejillas adoloridas por sonreír durante minutos sin ser consciente.
Ilusa de mí, creí que dedicándome a llenar su carita de besos iba a lograr controlar mi sonrisa. Nada más lejos de la realidad. Al sentir mis besos, sus labios dibujaron una dulce sonrisa contagiándome de nuevo.
De no haber estado dormida, mi instinto hubiera sido atrapar sus mejillas entre mis manos y apretujarlas dejando sus labios listos para los miles de besos que me dedicaría a darle. Pero en su defecto, coloqué mi mano izquierda sobre su mejilla, acariciándola y mimándola suavemente.
La manera en la que su piel respondía ante mi tacto era increíble. Aun estando dormida, su piel se erizaba dejando claro lo que le provocaban mis caricias.
Sus ojos se abrieron con dificultad, cerrándolos abruptamente al sentir la claridad golpearlos.
Su instinto fue pegarse más a mí, afianzando su abrazo en mi cintura. Dejé un nuevo beso sobre su pelo, y sentí su sonrisa contra mi cuello como respuesta.
Bueno, su sonrisa y sus besos, que comenzaban desde la base de mi cuello, subiendo hasta llegar al lóbulo de mi oreja
Un suspiro ahogado salió de mis labios al sentir su lengua rozar mi piel, humedeciéndola y provocándome un escalofrío cargado de miles de sensaciones.
-Nada más abrir los ojos y ya vas a por todas- susurré sintiendo su risa sobre mi piel al escucharme.
-No puedo controlarlo... me provocas- se excusó separándose de mi pecho para unir su rostro al mío.
-Que morro- fingí indignarme al escucharla culparme a mí.
-Muchísimo- vaciló para luego atrapar mis labios en un profundo beso. Demasiado profundo para la hora que era.
No me quejaría jamás, pero quizá las 8:30 de la mañana era un poco pronto para sentir aquel tipo de calor, que comenzaba a invadir mi cuerpo por su culpa.
Sus besos continuaron el descenso desde mi cuello, pasando por mi pecho, centrándose en esa zona, dedicándole más atención que al resto de mi piel.
-¿A dónde vas?- pregunté deteniendo su cabeza, que ya se deslizaba a la altura de mi vientre, entre mis manos.
-A desayunar- vaciló con esa sonrisa de diva arrogante que tanto me ponía
Solo pude soltar un suspiro a modo de derrota, cediéndole el total control de la situación a ella, pues mis sentidos comenzaban a nublarse.
-No te muevas mucho- Pidió entre mis piernas, antes de enterrar su rostro ahí.
Sus labios pasearon por la cara interna de mis muslos, alternando de uno a otro evitando pasar por el punto clave de la situación
Estaba jugando conmigo y comenzaba a desesperarme. La paciencia nunca había sido mi fuerte, pero ella la llevaba al límite
-Por favor- suspiré tratando de aparentar la calma de la que carecía en aquél momento.
-¿Qué?- su sonrisa cargada de lujuria me dejó ver que, efectivamente, Ella estaba totalmente al mando de la situación.
-Que dejes de provocarme y hagas algo ya- bufé dejando ver mi desesperación. Por si las palabras fueran poco, alcé mis caderas moviéndome en busca del más mínimo roce que acabase con el sufrimiento que me estaba causando.