La humedad de nuestros labios unidos, devorándonos con ansias. El recorrido de sus manos por mis caderas. Nuestras respiraciones pesadas y acompasadas al ritmo de nuestras caricias...
La temperatura incrementaba con cada latido.
Sentir su respiración sobre mi piel, sus labios contra los míos, sus manos sobre mí... Me estaba haciendo enloquecer
La premeditación de cada uno de sus movimientos me dejaba sin aliento. Cada una de sus caricias tenía intención, y esa intención era volverme loca
Desde que la conocí, ella siempre había aparentado ser dominante en la cama, con intenciones firmes y dispuesta a conseguirlo costase lo que costase.
Por eso no me sorprendía su empeño por llevar el control.
Y no es que me fuese a quejar porque ella llevase el control, es más, lo disfrutaba casi tanto como verla perderlo.-Ven- Con un hilo de voz sobre mi cuello, me indicó que la acompañase. Separándose de mi cuerpo y poniéndose en pie, la rubia me tendió la mano para guiarme
Caminé sobre sus pasos, sosteniendo una de sus manos y caminando a sus espaldas.
Tras varios pasos por un largo pasillo, nos adentramos en una habitación, que supuse sería la suya.Era claramente un dormitorio, sencillo, sin mucha decoración pero con infinidad de almacenamiento y armarios.
Giró sobre su cuerpo volviendo a quedar frente a mí y tan pronto volvimos a encontrarnos de frente, nuestros labios volvieron a unirse con desesperación. Buscábamos más, necesitábamos más
Dando pequeños pasos, Mimi me acorraló entre su cuerpo y el borde de la cama.
Tomó mi barbilla con su mano derecha, sosteniéndola con firmeza mientras su mirada se clavaba sobre mis labios.
-Me encantan- susurró antes de pasar su lengua sobre ellos –Me encantas- repitió pero esta vez fijando sus orbes verdes sobre el marrón de mi mirada.
Con la mano que tenía libre, apretó una de mis nalgas sacándome un sonoro suspiro. Ella sonrió y de nuevo atrapó mis labios entre los suyos en un beso húmedo y profundo.
Al separarse de mis labios, también separó su cuerpo del mío y con ambas manos sostuvo el borde de mi camisa, de la que se deshizo en un abrir y cerrar de ojos.
Del sujetador deportivo que cubría mis pechos no quedó ni el recuerdo, pues lo arrancó de mi cuerpo impaciente.
Bajó sus labios dejando un reguero de besos por mi cuello, hasta llegar a mis pechos. Ahí sus labios se detuvieron y se dedicaron a jugar con mis pezones, endureciéndolos al límite con una facilidad pasmosa.
La humedad de su lengua sobre mi pecho no se comparaba con la que comenzaba a acumularse entre mis piernas.
La paciencia comenzaba a desaparecer de mi ser, a cada jadeo me sentía menos capaz de aguantar sus juegos.
De nuevo, las manos de Mimi llegaron al borde de mi pantalón y ahí se detuvieron por algunos segundos. Con la mayor de las calmas, tomó entre sus dedos el botón de mi pantalón y lo desabrochó a la vez que sus besos abandonaban mis pechos para continuar bajando por mi vientre.
Los pantalones se deslizaron por mis piernas a la par que sus besos descendían por mi cuerpo.
Al deshacerse de mis pantalones, la única prenda que cubría mi cuerpo era un minúsculo tanga de encaje negro.
-No estamos en igualdad de condiciones- reproché al sentir su hambrienta mirada quemándome la piel.
Ella simplemente sonrió y giró sobre sus piernas, dejándome la cremallera de su mono expuesta. Evidentemente no dudé en deshacerme de la prenda y al quedar su espalda desnuda ante mí, me permití acariciarla y besarla un poco.