Capítulo 37 - Entretenida y reveladora fiesta de cumpleaños

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—Bueno… —comenzó James, dándose la vuelta poco a poco.
Y la curiosa mirada que le lanzó el pelinegro le hizo sentirse nervioso. Suspiró en silencio y antes de seguir con su explicación, le regaló una simpática sonrisa a Zee, intentando tranquilizarse y sonar sincero con eso—. En realidad, sí necesito dinero.
—¿En serio? —Pruk se sorprendió y dejó que el chico continuara.
—Sí. El cumpleaños de mi hermano Yacht es la siguiente semana y quiero comprarle algo.
—Oh. Debí imaginarlo —contestó el gerente antes de asentir a las palabras de Surat. Y aquello también lo hizo sonreír, porque si creía antes que James era un buen chico, ese lindo gesto se lo confirmó aún más.
Así que Pruk no pudo evitar comparar a James con Saint de nueva cuenta, preguntándose si el muchacho sería igual de comprensivo y cariñoso con él cuando le revelara la verdad. Cuando al fin supiera que eran hermanos. Y ya casi sentía que podía imaginarse aquello; cuando los dos se felicitaran mutuamente por el cumpleaños del otro. Y la pequeña sonrisa que dibujaron sus labios se hizo más grande.
—¿Y ya pensaste qué regalarle?
—¡Sí! —respondió James, emocionado. Aunque lo cierto era que varias semanas atrás ya había apartado el artículo en una tienda de música en el centro comercial—. Y también quiero organizarle una fiesta.
—Eso suena muy bien.
James sonrió mientras asentía y, de pronto, sus brillantes ojos se abrieron cuan grandes eran ante otra magnífica idea.



—¡Ya dije que no, James!
—¡Por favor, Perth! Déjame hacerle la fiesta a Yacht en el restaurante.
—¡Acaso sabes cuánto voy a perder por eso!
—Sólo será una sección. Estaremos aislados de los demás clientes. ¡Por favor! Quiero hornearle un pastel. Quiero que se divierta con sus amigos de la Universidad. ¡Por favor! —Continuó rogando James ante la atenta y un tanto apenada mirada de Saint.
El menor de los Surat había irrumpido en el despacho de Tanapon mientras él y su esposo revisaban algunos papeles del hospital. Y entonces Suppapong no pudo evitar sentir la necesidad de ayudarle. James era un buen chico. Todo el tiempo que llevaban viviendo en esa casa se había portado muy amable con él. El muchacho lo quería mucho. Incluso ya lo consideraba como su hermano pequeño.
—¡Por favor, Perth! Pídeme lo que quieras pero, déjame hacer esto.
—Ya te di mi respuesta, niño. No creas que…
—Amor —lo interrumpió Saint, poniéndose de pie—, pienso que deberías dejar que lo haga.
—Pero —y los otros dos abrieron los ojos con asombro—, Saint. Es que… —Y de pronto James se aferró a la cintura de Suppapong con algo de fuerza mientras le susurraba algunas palabras de agradecimiento—. No puedo…
—¿Por qué?
—Bueno. Porque… Pues…
—Sólo será un día, además, no tienes que cerrar todo el lugar. Antes has tenido eventos como este.
—Sí, pero esas personas me pagan.
—Por favor. Hace mucho que no nos divertimos en una fiesta de cumpleaños.
Y Saint no tuvo que decir nada más para que Tanapon accediera. Porque no podía negarle nada a su joven consorte. Ese gentil y apuesto hombre del que estaba locamente enamorado.
—Está bien —dijo por fin el mayor, y James no pudo aguantarse los gritos de alegría.
De pronto Surat corrió hasta su primo y éste, antes de dejarse abrazar por el chico, huyo hacia el lado contrario de la habitación.
—¡Ni se te ocurra abrazarme, niño!
—¡Pero quiero darte las gracias!
—Dáselas a Saint, yo no necesito tus abrazos de agradecimiento.
Y Perth salió del despacho con los ojos entrecerrados, cuidando que a James no se le ocurriera perseguirlo. El chico suspiró profundo y sus grandes ojos se centraron otra vez en Saint, quien no había dejado de sonreír.
—Gracias —susurró el muchacho, y Suppapong le extendió los brazos.
El chico se acercó entonces y lo volvió a rodear de la cintura, acomodando con sutileza su cabeza en el hombro del mayor. Saint le acarició los cabellos con suavidad y una escurridiza lágrima rodó por la mejilla de Surat al mismo tiempo que suspiraba con alivio y felicidad.



—Aún no lo puedo creer, James. ¿Cómo hiciste para que Perth aceptara esto? —inquirió Yacht, aún demasiado incrédulo por la situación.
—Puedo ser muy persuasivo si me lo propongo, hermano —dijo el menor, regalándole una pícara sonrisa.
—Ya, en serio. ¿Cómo fue que pasó esto? —preguntó Yacht con sarcasmo, y el hermano pequeño rodó los ojos.
—¡Fue Saint! ¿Contento? —confesó James, y sus mejillas se inflaron en un puchero.
Pero, lejos de que Yacht se sintiera decepcionado, se acercó a su hermano y lo abrazó con fuerza, dándole un beso en la frente. James parpadeó varias veces y una enorme sonrisa se pintó en su rostro.
—Eres el mejor. Te amo, hermanito —Y de pronto Yacht lo volvió a besar, pero juguetonamente juntó sus labios con los de Sung Jong.
Y ante aquel roce el menor no pudo evitar enrojecer de golpe. Estaban en público y su hermano mayor solía burlarse de él con ese gesto pero donde nadie los podía ver. Así que James se apartó lo más rápido que pudo y le lanzó una mirada con la que podría ser capaz de calcinarlo (si tuviera el poder para hacerlo, claro), sin embargo, Yacht sólo le volvió a sonreír y se dio la vuelta, yendo hacia donde lo esperaban algunos de sus amigos.
—Se nota que te quiere mucho —escuchó a su espalda el más joven de los Surat, y entonces el muchacho no pudo evitar que su corazón apresurara sus latidos.
Porque Zee había presenciado aquel travieso pero a la vez inocente beso y era seguro que se haría una errónea idea de lo que significaba, aunque él y Yacht fueran hermanos.
James se giró con las mejillas sonrojadas, y luego el sentir la mano del pelinegro sobre su cabeza dándole un par de suaves palmadas hicieron que la saliva se atorara en su garganta.
—Creo que siento envidia de Yacht —Y después de decir aquello el gerente se dio la vuelta, no sin antes regalarle una sonrisa.
Surat lo vio caminar hacia las mesas que ocupaban los invitados y suspiró sonoramente, captando la atención de Saint, quien pasaba a su lado en ese momento.
—James, ¿sucede algo? —preguntó Suppapong, y de inmediato el chico negó con la cabeza.
—Nada. Todo está excelente.
Tomó del brazo al esposo de su primo y ambos se dirigieron a la mesa principal, dónde la familia se acomodaría para disfrutar del banquete.



La fiesta pasó tan divertida y amena, siendo suficiente para que Saint se mantuviera con una hermosa y sincera sonrisa en sus finos labios. Algo que fue más que captado por Perth, quien no dejó de mirarlo durante toda la velada.
Y eso lo llenó de satisfacción. De una inmensa alegría que podía ser capaz de hacerle olvidar por todo lo que estaba pasando su pareja. Porque Tanapon no podía olvidar que Saint aún no recuperaba sus recuerdos por completo. Su esposo aún estaba vulnerable y eso lo inquietaba un poco.
Sin embargo, también había notado que sus primos le hacen más llevadera su condición. No dudaba que James se había convertido en alguien muy importante para él, y era por eso que había hecho de todo para mantener a sus primos bajo su cuidado, muy cerca de Suppapong, a pesar de haber recibido ciertos reclamos por parte de su tío. Pequeñas advertencias a las que no les había tomado mucha importancia.
Porque el padre de los niños Surat sabía muy bien la clase de persona que era Perth, lo disciplinado y responsable que se comportaba. Así que no había puesto ningún pero cuando el hombre le había pedido que los dejara más tiempo en su casa. Después de todo, Perth se encargaría de que recibieran la educación que necesitaban y, sobre todo, cuidaría de ellos mejor que cualquier otro pariente que pudiera considerar. Aunque les mostrara falsamente a los chicos que le desagradaban en demasía.
Tanapon curvó sus labios cuando observó como James empujaba a su hermano hacía el pastel de cumpleaños y se le llenaba casi todo el rostro de betún, y también notó la enorme sonrisa que Saint tenía en el rostro.
Pero después su vista se centró en la figura de Zee, quien se mantenía cerca de la mesa, muy cerca de su esposo. Y también pudo apreciar con detalle cómo la penetrante mirada del gerente escudriñaba a Saint, y aquello lo hizo fruncir el ceño con molestia.
Casi había olvidado que tenía un asunto pendiente con el pelinegro. Una situación que tenía que dejar más que clara con él lo más pronto posible. Y era que no le parecía nada bien la manera en que siempre había observado a Saint desde que lo había conocido, y Perth no bajaría la guardia cuando de cuidar a su marido se tratara.
Así que una vez que terminó la fiesta se propuso encarar a Zee y averiguar sus intenciones, pero no se percató del momento en que el azabache y Saint salieron del restaurante para llevar algunos de los regalos de Yacht al auto, y fue hasta que los siguió al estacionamiento que los vio, abrazados.
Y desde el ángulo en el que estaba parado podía apreciar que era Zee el que mantenía sujeto a su esposo mientras que los obsequios yacían tirados en el suelo.
Tanapon tragó saliva con dificultad mientras el coraje se le subía a la cabeza. Sus ojos se entrecerraron con enervante molestia y de no ser porque Saint se alejó del azabache sin ningún problema, estaba seguro que habría sido capaz de moler a golpes al pelinegro en ese mismo instante.
Pero, aunque lo hubiera hecho; incluso si se hubiera acercado y lo hubiera puesto en su lugar, aquello no habría sido capaz de salvar a Zee de lo que le esperaba al día siguiente.

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