Capítulo 10 - Despiadada y única razón

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Se quejó, envolviéndose un poco más entre las mantas, pero segundos después tuvo que incorporarse contra su voluntad mientras entreabría los ojos, buscando bajo la almohada el pequeño aparato que desprendía la conocida melodía de su alarma. Era lunes, y Saint se sentía mucho mejor para asistir a la universidad.

Miró su móvil, y una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios. Sabía que esa noche tenía que dormir en el sofá de nuevo, pero nadie le quitaría el placer de haber descansado dos noches en la cómoda cama de Perth. Saint no había dormido así de bien en mucho tiempo. Y ese maravilloso colchón le había recordado a una suave nube. Una con un delicioso aroma que lo había arrullado durante todo el tiempo que había permanecido bajo las tibias cobijas, durmiendo plácidamente.

Era la colonia de su jefe. Un exquisito olor que lo hacía estremecer y olvidarse de todo. De su empleo. De que sólo estaba ahí porque Perth le pagaba. De todas las mentiras que ya les había dicho a su futuros suegros.

Saint suspiró profundo y se puso de pie para ir al baño y tomar una ducha. Y aunque su desayuno ya estaba sobre la mesita de noche como la mañana anterior, decidió sujetar la charola una vez que se había vestido y arreglado el cabello, para bajar al comedor y acompañar a los demás miembros de la familia a desayunar.

—Buenos días.

Saludó el chico, y los presentes alrededor de la mesa dirigieron su mirada hacia él. Perth se encontraba en la silla principal y frunció el ceño nada más ver a Saint.

—Buenos días cariño, ¿Cómo te sientes?

—Mucho mejor, mamá.

Respondió el chico, sentándose a su lado y dejando la charola con su desayuno sobre la madera mientras le sonreía a su futura suegra. Ella le apretó una mejilla con cariñó, y Saint  miró a Perth de reojo, quien desvió la mirada de pronto y continuó comiendo.

Ambos salieron de la casa tiempo después y Saint cerró la puerta mientras se acomodaba mejor su mochila, dando un par de pasos lejos de su jefe.

—Te llevaré a la universidad.

Dijo de pronto Perth, y Saint abrió un poco más los ojos ante sus palabras.

—Está bien. Gracias.

Le dijo el chico, y los dos caminaron hasta el auto. Saint se puso el cinturón y Perth lo observó por el rabillo del ojo antes de ponerse el suyo y arrancar el vehículo.

En el camino, Saint no podía aguantar la enorme felicidad de que su jefe se hubiera tomado la molestia de llevarlo hasta la escuela. Y se preguntó qué tanto se había preocupado Perth por él en realidad.

No había sido grave lo que le había pasado, pero incluso lo había dejado usar su cama, y había ordenado que le llevaran el desayuno al cuarto. Así que Saint se imaginó que su jefe dejaría esa actitud fría y descortés con la que lo trataba. El chico pensó que al fin Perth se estaba empezando a ablandar. Que era tiempo de que ya no lo tratara como un simple empleado solamente.

Saint suspiró, y le fue inevitable no girar su rostro en dirección a su jefe debido a sus pensamientos.

—¿Por qué me querías obsequiar algo?

Preguntó de pronto Perth, y Saint se desconcertó. Había pensado que ese tema ya había sido olvidado.

—Yo... ¿Qué?

El muchacho frunció el ceño y su corazón comenzó a latir con una rapidez abrumadora. Tragó saliva en silencio y regresó su vista a la ventana, intentando pensar qué contestar.

El Contrato - PinSon [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora