Capítulo 41 - Susceptible y afectiva relación

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Los oscuros ojos de Zee no tardaron en llenarse de lágrimas y éstas se deslizaron sin reservas hasta gotear de su mandíbula; las palabras de Perth eran una noticia que no esperaba. Pese al buen diagnóstico del médico que atendía a su hermano desde el inicio de su tratamiento, varias semanas atrás el gerente había comenzado a hacerse a la idea de que Saint tal vez nunca recuperaría sus recuerdos, y eso le había empujado a pensar que jamás le podría decir que eran hermanos.
Aunque Zee no era pesimista, pero había comenzado a creer que era mucho mejor para él seguir viéndole de lejos y profesarle cariño así, sin que el otro lo supiera. Saint parecía feliz con la idea de ser hijo único; aunque, sinceramente, en lo más profundo de su corazón, Zee siempre había deseado tener un hermano, o hermana.
Su infancia había sido dura, los niños eran crueles y había sentido su corazón contraerse muchas veces cada vez que escuchaba la palabra "huérfano". Nunca le dijo a su madre cómo le molestaban los otros niños porque creía que el dolor de su progenitora era más grande que el suyo. No quería verla llorar; no quería ser el causante de más tristezas. Pero Zee también necesitaba que alguien le escuchara, y esa fue la época en la que deseó tener a alguien que le ofreciera su hombro para desahogarse; alguien que le susurrara palabras de aliento, y si tan sólo hubiera conocido a Saint cuando todavía era un niño no hubiera tenido que pasar por todo eso él sólo.
Aún con las malas experiencias, Zee llegó a la adultez y se convirtió en una buena persona para que su padre se sintiera orgulloso de él y, pese a saber la verdad de su vida, nada había cambiado el cariño ni el respeto que le tenía al hombre. No iba a juzgar a su padre, él sólo había seguido a su corazón para encontrar la felicidad. Y de todas formas no tenía caso que se atormentara con el pasado, nada iba a ser diferente ni podía regresar el tiempo tampoco; sin embargo, sí podía tener un futuro más feliz, sobre todo sabiendo ya que su hermano había recobrado la memoria. Si Saint lo aceptaba, podrían llegar a quererse como si hubieran crecido juntos.
Zee tragó el apretado nudo que tenía en la garganta y cerró los ojos, aún experimentando un poco de incredulidad.
—¿E-eso... es verdad? —Perth asintió después de que Pruk abrió los ojos, y Zee comprobó en la sincera mirada de Tanapon que todo era cierto.
El dueño del restaurante se le acercó entonces para tomarle de los hombros, Perth dudó un poco, pero pensó que no había otra cosa que pudiera hacer para compartir la felicidad, y le estrechó entre sus brazos.
Zee, más que avergonzado, estaba nervioso, un tanto asustado, demasiado feliz y ansioso. ¿Qué podía hacer en adelante? ¿Cuándo sería el momento idóneo para revelarle a Saint su gran secreto? Pruk esperaba hacerlo pronto, y hasta podía pedirle un consejo a Tanapon, éste parecía tan emocionado como él, Zee estaba seguro que se le ocurría algo bueno.
Pero, todas las ideas que estaban rondando en la mente de Zee en ese preciso momento, se vieron desplazadas cuando la puerta se abrió de golpe y la voz de Saint resonó en el interior de la oficina.
—Perth, mamá está...
Saint abrió los ojos con sorpresa, descubriendo a Zee con lágrimas en los ojos y con los brazos de Perth aún a su alrededor. Le tomó dos segundos a Tanapon separarse de su gerente, y aun así el azabache notó algo indescifrable en el rostro del menor. Aquella escena no tenía nada de malo, pero Zee tuvo miedo de que su hermano la malinterpretara.
Saint, con la mirada puesta en Zee, se adentró en la oficina y sus facciones cambiaron a un semblante de genuina preocupación.
—¿Sucede algo malo? —cuestionó a pocos centímetros del gerente.
Zee lo miró con expectación; con alegría. Estaba tan contento de que Saint fuera el de antes. Contuvo la respiración por un par de segundos y luego suspiró.
—No, al contrario —respondió el empleado mientras secaba su rostro con la pulcra manga de su saco oscuro—. Acabo de recibir una excelente noticia.
El esposo de Perth se sorprendió y abrió la boca ante la respuesta.
—Me alegra escuchar eso. Por un momento creí que algo malo te pasaba —mencionó Saint, y su sincera sonrisa hizo que el corazón de Zee latiera más rápido—. ¿Puedo saber de qué se trata esa buena noticia? —preguntó de pronto, tomando por sorpresa a los otros dos hombres.
—B-bueno... —comenzó Zee llevando su nerviosa mirada al rostro de Perth, y éste estuvo a punto de cambiar la conversación, aunque el gerente se le adelantó al revelar parte de la verdad—. El señor Tanapon acaba de contarme que usted recuperó la memoria. Estoy muy feliz debido a eso.
Aquello fue algo inesperado para Saint; no tenía idea de que le preocupara tanto a Zee. No tenía mucho tiempo de conocer al azabache y tampoco creía que le apreciara a ese grado. Ellos no eran precisamente como dos viejos amigos. No lograba comprender lo que Zee estaba diciendo.
—Ah, pues, muchas gracias por tus sinceros sentimientos. Me siento halagado —dijo Saint mientras sus mejillas se ruborizaban.
—No tiene por qué dar las gracias, joven Suppapong. Me alegra mucho que su memoria haya regresado; seguramente tiene muchas cosas qué disfrutar ahora que ha vuelto a ser usted por completo.
—Sí, bueno, en eso tienes mucha razón.
Perth les miró compartir una sonrisa y no se atrevió a decir nada más; era decisión de Zee decirle la verdad a su hermano, él sólo podía observar y desear con todas sus fuerzas que fuera pronto, sólo esperaba que Saint lo aceptara, pero, conocía muy bien a su esposo, así que estaba seguro que la noticia lo iba a hacer igual de feliz que a Zee.

Al día siguiente, Yacht se presentó en el restaurante de su primo, aunque no muy dispuesto a iniciar su vida laboral; para nada se encontraba entusiasmado, pero, ya no tendría qué preocuparse tanto por James. Había estado buscando una excusa para estar más cerca de su hermano y "vigilar" su avance con Zee.
Yacht no entendía por qué le desagradaba un poco el azabache cuando parecía que a todos les encantaba su personalidad. Tal vez estando más cerca de él podría descubrirlo.
—Llegas tarde a tu primer día de trabajo, Yacht —mencionó su hermano menor una vez que le vio cruzar la puerta del cuarto de los empleados.
—¿Habrá problemas por eso? —preguntó con burla, James entrecerró los ojos al mismo tiempo que negaba con la cabeza en modo de desaprobación.
—Trabajar no es un juego, hermano.
—Lo sé. No me subestimes, James —dijo el alto con un semblante demasiado serio, tanto, que su hermano menor sintió los vellos de todo su cuerpo erizarse.
Horas después, James estaba tan sorprendido como Zee por las habilidades de su hermano. El menor de los Surat nunca antes le había visto moverse tan ágilmente; el trabajo de camarero le quedaba como anillo al dedo. Todas las mujeres (y algunos hombres) en el restaurante parecían muy complacidas con su presencia, con su amabilidad, con el trato tan cortés que les estaba brindando. Por un momento James creyó que ese no era su hermano.
—No pensé que Yacht fuera a hacerlo tan bien en su primer día —mencionó el gerente, quien permanecía al lado de James mientras ambos perseguían con los ojos al alto.
—Ni yo. También estoy sorprendido.
—Y a todo esto, ¿por qué el señor Tanapon lo contrató? No nos hacen falta empleados —preguntó Zee con curiosidad mirando de reojo al menor de los Surat.
—Creo que es algo personal. Siento que, a pesar de lo huraño que mi primo se comporta con nosotros, nos quiere tanto como nosotros a él.
La respuesta del chico atrajo aún más la atención de Zee, quien observó en el rostro de James el hermoso vínculo fraternal que tanto ansiaba poseer. Sonrió para sí mismo y recordó que ya era parte de esa familia gracias a Saint, aunque ninguno de ellos lo supiera todavía.
—El señor Tanapon no permitirá que nadie lo aleje de ti, ¿cierto?
James asintió y luego dejó escapar un largo suspiro.
—Hace diez años caí de un caballo. Estuve en coma por varios días —Zee abrió los ojos un poco más—. Nuestros padres viajaban tanto que si los veíamos una o dos veces al año era mucho y, si yo moría, Yacht se quedaría sólo. No había muchas posibilidades de que despertara, pero podía escuchar la voz de mi hermano; estoy seguro de que él me animaba, podía sentir su esperanza a pesar de su sufrimiento. Estoy vivo gracias a él. Yacht me rescató y me ha protegido desde entonces. No hay nada en esta vida que pueda hacer para demostrarle lo agradecido que estoy con él.
Zee entreabrió los labios al terminar de escuchar la historia; regresó su vista a Yacht, suspiró profundo y posó su mano en el hombro de James con gentileza.
—Estoy seguro que no necesitas agradecérselo; Yacht te ama. Él haría cualquier cosa por ti porque eres su hermano.
James sonrió ante la declaración del azabache y por unos segundos olvidó que el gerente estaba muy cerca de él y lo estaba tocando; su mente sólo estaba concentrada en Yacht, al igual que la de Zee, quien empezaba a comprender mucho mejor la estrecha relación que tenían los dos chicos. Así que no pudo evitar desear que Saint y él fueran como los hermanos Surat. Tal vez, cuando todos supieran la verdad, podría pedirle a Yacht unos cuántos consejos de cómo ser un buen hermano mayor.
En ese mismo momento, Yacht cruzó la mirada con su pequeño hermano y éste le sonrió. Yacht caminó en su dirección e ignoró por un minuto a Zee cuando estuvo frente a ellos.
—Ahora me admiras más, ¿verdad, hermanito?
Y antes de que James pudiera responder, el mayor le besó fugazmente en los labios frente a Zee, dejando a ambos más que asombrados. Avergonzado, James frunció el ceño y quiso protestar ante la exuberante muestra de afecto de su hermano, pero recordó el lugar en el que estaban y sólo infló sus mejillas, se dio la vuelta y caminó de regreso a la oficina de Perth.
Por otra parte, Zee no pudo evitar que sus mejillas enrojecieran. Yacht era tan impredecible; mientras más lo conocía más le llegaba a sorprender. Quiso abrir la boca y comentar su inesperada acción; preguntarle qué era lo que le empujaba a hacer esas cosas. A Zee le parecía tierno, muy atrevido pero tierno. Y de nueva cuenta no se imaginó haciendo eso con Saint; tal vez sólo un pequeño beso en la mejilla o en la frente serían suficientes para él.
Una pequeña sonrisa se dibujó en los labios del gerente, pero de un momento a otro ésta desapareció cuando Yacht posó los ojos en él y le miró con molestia, o al menos eso le pareció a Zee, puesto que no pudo sentir otra cosa que no fuera hostilidad durante los pocos segundos que el otro muchacho mantuvo la vista sobre su persona.
Yacht se dio la vuelta y dejó a Pruk aún más confundido que antes. Zee suspiró y en ese instante quiso desechar la idea de acercarse a Yacht para pedirle consejos. No estaba muy seguro, pero el mayor de los Surat parecía sentir un poco de aversión hacia él, sólo que Zee no lograba entender el por qué.

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