Capítulo 26 - Inestable y comprensible sensación

764 85 30
                                    


Advertencia:

Contenido +18
Leer bajo su responsabilidad


—He contratado a alguien para que dirija el restaurante en mi lugar. Pienso quedarme en casa todo el día para cuidarte. Así que no te preo-…
—¿P-Por qué? ¿P-Por qué e-es tan am-mable conmigo? ¿Por q-qué de pron-nto me trata tan dif-ferente?
Perth sintió un nudo formarse en su garganta, un estrujamiento crecer en la boca de su estómago. Y una vez más pensó en todo lo que el doctor le había dicho. En la gran cantidad de interrogantes que tenía su esposo en la mente, en la confusión, y en que le dolía a cada momento que Saint no pudiera recordar. Le lastimaba ver la frustración impregnada en los ojos del muchacho.
Pero no podía decirle la verdad.
No podía cometer más errores. Ya le había hecho el suficiente daño en el pasado y, para su desgracia, justamente el muchacho se había quedado estancado en la peor etapa de su vida juntos. Y aunque tenía la respuesta exacta para las preguntas de Saint, simplemente no podía decir: “Lo hago porque eres mi esposo y te amo”.
No podía echar a perder la poca confianza que su marido le tenía en ese momento. Porque estaba seguro que su esposo dudaba demasiado de sus acciones. Seguía pensando que era su jefe, y Perth no podía desmentir así como así esa creencia.
—¿Te es muy difícil creer que me importas y que estoy preocupado por ti? —cuestionó de regreso, con un sutil tono de voz. Saint entreabrió los labios y de pronto se incorporó sobre el colchón—. Sé que piensas que soy una persona insensible, egocéntrica y que sólo me preocupo por mí mismo. Y te entiendo. Porque todo este tiempo así me he portado contigo. Todos estos… meses, has visto sólo un lado de mí: el lado malo. El lado egoísta. Pero yo no soy sólo eso. Quiero que descubras al verdadero Perth Tanapon. A la persona que está detrás de esa máscara de indiferencia que viste al principio. Quiero que descubras que también soy un ser humano y que mi corazón no es tan frío como parece.
Saint lo escuchó con atención y de un momento a otro observó como las lágrimas del muchacho surcaban sus mejillas. Sus ojos se habían irritado y su nariz se había puesto roja.
Suppapong mordió su labio inferior y agachó la mirada, arrugando la ligera sábana que permanecía sobre sus piernas y Perth sintió que su corazón se comprimía. Se sentía tan impotente ante el dolor de su esposo. Tan culpable por el accidente. Deseaba tanto regresar el tiempo y evitar que el muchacho aceptara aquella beca para estudiar en el extranjero.
Tanapon suspiró profundo y se acercó más a la cama, sentándose frente a Saint segundos después. Lo tomó de la barbilla con un par de sus dedos y sus ojos se encontraron con los del chico. El de ojos pequeños suspiró con ligereza y su marido le secó algunas lágrimas.
—Ten-ngo miedo… —susurró Saint—. ¿Y si ya n-no recup-pero la mem-moria? Por más q-que lo inten-nto… no puedo… record-dar… Yo…
Y las lágrimas del menor volvieron a mojar su rostro. Cerró los ojos y Perth sintió una opresión en el pecho.
Tanapon quería abrazarlo. Hacerle saber que todo estaría bien, aunque no estuviera seguro de ello. Pero las palabras del médico daban vueltas en su cabeza y no quería alterar más a su pareja. No quería que entrara en crisis. Ya era suficiente con las molestias que sentía. Con los desagradables síntomas y los dolores de cabeza que padecía cuando intentaba forzarse a recordar.
Pero Perth no soportaba verlo de esa manera.
Así que con su mano libre le acarició el cabello mientras el agua salada mojaba gota a gota la sábana en las piernas de Saint. Y la mano que mantenía sobre la barbilla de su esposo, la llevó hacia atrás de su nuca.
El chico abrió los ojos de pronto, y la afligida mirada que se reflejaba en ellos, en un instante se transformó en una de completo asombro y desconcierto.
Porque Perth acercó los labios a los suyos y lo besó. Sin importarle nada más que enseñarle al muchacho cuánto deseaba que se sintiera mejor.
Quería demostrarle con aquel delicado toque que podía confiar en él para recuperarse. Y sólo un par de segundos después sintió que su esposo le correspondía, algo que alejó sin más, la impotencia y la tristeza que habían cubierto su corazón.
Tanapon rodeó la cintura del chico y lo acercó más a su cuerpo, volviendo más demandante el contacto cuando Saint suspiró y entreabrió los labios. Perth sintió como su esposo rozaba la lengua con la suya y no se detuvo a preguntar si su compañero quería aquello. Llevaba semanas sin tocarlo, y el mayor se moría de ganas por sentir la tibia piel de su marido.
Así que recostó a Saint, aprisionándolo contra el colchón una vez que se deshizo de la sábana y se acomodó entre sus piernas. Y aunque sintió un poco de resistencia por parte del menor, Perth no pensó con claridad lo que hacía y lo tomó de ambas muñecas, llevándolas por encima de su cabeza y se apresuró a enterrar el rostro en el hueco del cuello de Suppapong para comenzar a besarlo.
Escuchó algunos quejidos y jadeos por parte de su esposo, pero Tanapon estaba inmerso en su tarea de marcarle la piel, así que ignoró toda palabra entrecortada que salía de la boca del menor y comenzó a restregar su ya crecida erección sobre la del muchacho.

Y Saint se volvió a quejar, pero su cuerpo no quería rechazar aquel inesperado comportamiento de su jefe. Le era placentero sentir la húmeda lengua de Tanapon ensalivarle las clavículas y recorrer parte de su hombro cuando éste le estiró la playera.
Había soñado tantas veces con los labios de su jefe. Con sus varoniles manos recorrerle la piel, y cuando Perth atrapó de nuevo sus labios en un pasional beso, Saint se dejó llevar por el inmenso calor que para ese momento tenía envuelto por completo su cuerpo.
El mayor se separó un instante de sus labios, y después de dejarse ayudar para quitarse la ropa, Perth también se desnudó y, de nuevo, tomó la sábana para cubrirse con ella.
Saint enredó sus brazos en el cuello de su jefe antes de fundirse otra vez en un lujurioso contacto. Tanapon llevó una de sus manos hasta tomar su hombría por la base, acercándola a la estrecha entrada del chico de ojos pequeños, y Saint gimió cuando el pene de Perth comenzó a entrar poco a poco en su cuerpo.
El mayor no dejó de besarlo, y aunque Suppapong sentía una molestia con cada centímetro del órgano sexual que el dueño del restaurante introducía, el chico no se quejó más y, en su lugar, un vez que la longitud de Perth había entrado por completo, Saint apretó los ojos y dejó escapar un gemido lastimoso que después se convirtió en muchos más, pero de placer.
Y Tanapon se incorporó cuando lo escuchó suspirar de gozo. Lo dejó que tomara sus dos piernas y las llevara hasta sus hombros. Saint se aferró con fuerza a la cama y Perth sujetó sus muslos, comenzando una serie de embestidas que hacían remover su espalda contra la suave superficie.
Saint mordió su labio inferior, pero las estocadas de Tanapon eran tan rápidas y profundas que no era capaz de mantenerse con los labios cerrados. Su respiración estaba demasiado agitada, y sentía su corazón latir como pocas veces lo había hecho.
Suppapong se dejó llevar por la atracción, y el amor que sabía, sentía por su jefe. No estaba seguro, pero esa erótica escena de alguna forma se le hacía demasiado familiar. Parecía que ya la había vivido en el pasado, aunque pensaba que no podía ser posible, porque Perth y él nunca antes se habían besado siquiera. A excepción del diminuto roce que su jefe le había dado en la cocina tiempo atrás, pero, en aquella ocasión, había sido sólo para complacer a la madre del mayor.
Aun así permitió que su mente se relajara, que su cuerpo se dejara arrastrar por la pasión y el delicioso orgasmo que lo estremeció entero una vez que Tanapon se encargó de presionar con rapidez su próstata.
Suppapong dejó escapar su espeso líquido, tomando antes la cabeza de su propio pene. Algunas gotas se escaparon de su palma y Perth lo miró con los ojos nublados, para después hacer una mueca de placer e inundar si interior con su caliente semilla mientras las dilataciones en su resbaladizo ano se hacían presentes.
Los dos dejaron escapar varios largos pero entrecortados gemidos, mismos que se vieron interrumpidos cuando Perth se agachó sobre el húmedo cuerpo de Saint para besarlo. Le mordió los labios y el chico sonrió por aquel acto, recibiendo segundos después unos cuantos pañuelos desechables por parte de su jefe para asearse.
El menor suspiró profundamente mientras Tanapon se acomodaba a su espalda. Le besó el hombro con delicadeza y luego estiró la mano para enredarla en torno a la cintura del muchacho.
Saint sintió entonces la tibia semilla de Perth resbalar entre sus nalgas, y giró un poco el rostro para hablar con el mayor, sintiéndose en demasía avergonzado por lo que habían hecho.
—Y-Yo… quier-ro ducharme… —le dijo, y ni siquiera esperó una respuesta por parte de su jefe. Sólo dejó las sábanas a un lado y, tomando el primer cambio de ropa que encontró en el armario, se dirigió al cuarto de baño para “limpiar” las pruebas de que había hecho el amor con Perth.



¿Les gustaría que interacuaramos más?
E

stás son mis redes sociales ^^

tw and ig: lexness_

El Contrato - PinSon [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora