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Ella me había esperado sosteniendo la puerta del elevador, pronto retorné a su lado cargando conmigo todo aquello que habíamos comprado, listos para embarcarnos en nuestra misión. Por alguna extraña razón empezaba a amar ese reducido espacio en el que ambos por motivos desconocidos quedábamos callados.

Nos detuvimos en su piso, Alicia me abrió la puerta de su departamento y nuevamente su sobrio territorio me envolvía. La mesa era demasiado pequeña para albergar la gran caja de su vestido, así que lo dejé en su cama prolijamente tendida, de repente una idea atravesó mi cabeza. —Espero que no me odies por lo que estoy por decir.

Ella solo me miró curiosa, teniendo una expresión de espera.—Cambio de planes, Ali. Ponte tu vestido nuevo, será más interesante.

—Está bien—Con infinita calma, Alicia no se inmutó en lo más mínimo. —¿Algún otro pedido?

—Si—Recordando la primera vez que la vi, una sutil fantasía empezaba a tomar forma en el aire. —¿Puedes maquillarte como lo hiciste en el teatro?

Pensativa, ella tronó sus dedos al ubicarse en el recuerdo. —¿Cómo Odile? Claro, no hay problema. Es más, tengo la diadema que suelo usar cuando soy ella. ¿Me la coloco?

Aquello sería un crimen, su cabello rompiendo las barreras de un duro peinado fue lo que, al principio, marcó la diferencia en su presencia. Dándole una necesaria personalidad que me di el gusto de conocer. —No, está bien así. Quiero que estés cómoda, solo ponte tu vestido, las medias y tu maquillaje. ¿Aún tienes los zapatos que te regalé?—Teniendo como respuesta una afirmación, concluí. —Entonces también úsalos.

—Está bien—Dirigiéndose a su armario, sacó del estante superior una pequeña caja. —Subiré en unos momentos cuando esté lista, no tardaré mucho.

—Tómate tu tiempo, has lo que tengas que hacer—Sin querer que nuestro trabajo sea una dura obligación para ambos, respondí.—Aún tengo que preparar todo, así que no te apures. Además, tenemos toda la tarde.

Emprendiendo retirada, Alicia me acompañó a la puerta, custodiando su terreno con aquella sonrisa de muñeca que empezaba a creer que estaba muy bien ensayada. —Eso dilo por ti, yo aún tengo que practicar y hacer la tarea.

—Trataré de no quitarte mucho tiempo—El sarcasmo era necesario, sabía que era la única manera en que ella reiría de manera sincera. Como bien suponía, ella así lo hizo apoyada en el dosel de la puerta, elevando sus mejillas y haciendo que su lunar casi tocara una de sus pestañas. —Te veo en dos horas, también trae tu mochila.

Viendo como Alicia se despedía cerrando detrás de mí la puerta, subí las escaleras camino a mi propia vivienda. El pasillo apestaba a comida recién preparada y aún la resaca no se marchaba del todo, apresurado intenté escapar de las fragancias que ahora me amenazaban con hacer que vomitase sobre la alfombra. Para mi suerte, pude contenerme.

No diré que mi piso estaba en malas condiciones, pero sí poco presentable. La noche anterior no solamente a mí me había dejado secuelas, sino que todo mi ambiente se había impregnado de mi calamitosa devastación. Alguien tan estéticamente refinada como Alicia no se sentiría cómoda posando entre botellas vacías y seguramente me reprendería por mi comportamiento enviciado, así que me dispuse a ordenar nuestro pronto lugar de trabajo.

Me tomó una hora dejarlo decente, pero aquel tiempo no fue desperdiciado, había creado un espacio propicio para mi labor. Corrí el sillón y tuve que desempolvar la alfombra que comúnmente guardaba para salvarla del polvo. En mi cabeza la escena se comenzaba a dibujar, dándome la serie de pasos que pronto seguiría para lograr mi cometido. Ella posaría sentada en el suelo, con su vestido esponjado y una pierna elevada, simulando estar atando las cintas de su zapato. Colocaría una lámpara lo suficientemente cerca de Alicia como para que esta la bañase con su lumbre, haciendo que su cabello mute de un castaño a un sutil marrón rojizo. El escenario era lo de menos, no pintaría mis aburridas paredes blancas como cuadro para ese retrato, no, aquello quedaría de por demás trillado y sumamente aburrido. Seguramente pondría de escena una calle nocturna, haciendo que Alicia pareciese una bailarina extraviada que se había desviado en el camino a casa y que ahora solo se resguardaba bajo el foco del alumbrado público. La imagen por fin estaba hecha y me encantaba, ya estaba ansioso por empezar.

Antes que ella llegue (PRÓXIMAMENTE EN LIBRERÍAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora