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Apenas sosteniéndome de las paredes pude llegar a mi departamento mientras que el ambiente completo giraba al ritmo de mis pisadas. Había sido un irresponsable, sí, había faltado a mi promesa culpa de una seductora botella inoportuna que se cruzó en mi camino, más no era un descorazonado. Mientras que el taxi paseaba por la ciudad me detuve a comprar algo para cenar.

Busqué mis llaves en el bolsillo cuando por fin el portal de mi departamento se presentó como una salvadora guarida, pero, casi esforzándome en hacer memoria, lo recordé. Se las había entregado a Alicia... Intentando que la pena no naciera, golpee mi propia puerta, para luego escuchar como detrás de ella una seguidilla de pasos se avecinaba.

Se tardaron en abrirme, pero cuando lo hicieron, la depresión se escurrió de mi cuerpo como el agua de lluvia.

— ¿Cómo te fue, Leo?

Parada con su angelical pose de muñeca de porcelana, Ali me dio la bienvenida de nuevo revestida en mi ropa de cama. Quizás se debió a la ebriedad que cargaba, pero pronto me sentí sediento y bebí con fuerza cada gota de agua de su garganta en un apasionado beso que me quitó el aire. — ¿No me habías dicho que no beberías más, Leo?

—Sí, lo sé, pero, entiéndeme... Fue mi despedida de soltero. — Balbuceando y apenas manteniendo el equilibrio, me prendí a ella como si fuera un ancla, intentando quitarle todo el pudor con mis palabras.

—Uhm... Para tener una de esas despedidas deberías estar soltero, pero tú legalmente aún estás casado. — Resistiéndose a mis toques, Alicia solo reía al compás de mis cosquillas haciendo que el hambre animal que tenía hacia ella me obligase a depredarla.

Escurridiza, tal y como lo sería cualquier bailarina durante una cacería. Ella se escapó de mis brazos y, bastante agraciada, puso entre nosotros el sofá de la sala obligándome a perseguirla. Sintiéndome un gran lobo feroz listo para devorar a aquella damisela, solo sonreí cuando su mirada tan cálida comprendió que no estaba jugando. —Ven aquí...

—No, Leo. No tienes cara de buenas intenciones.

—Tampoco las tengo, pero me merezco un premio por mi valentía. — Tratando de atraparla, corrí en su dirección tambaleándome en el proceso, rodeando el sofá con torpeza, pero ella volvió a escapar.

— ¿Qué hiciste de valiente hoy? Claro, además de emborracharte.

—Bueno... Yo... — Tratando de que mi mundo dejara de dar vueltas, junté coraje y lo dije, maldito alcohol que siempre libera mi boca más allá de lo debido. —Me comprometí con la mujer de mi vida, la misma que ahora no quiere prestarme sus caderas, y, para peor, mañana vendrá mi hija para que le cuente que disfruto de hacer el amor de manera bestial con su amiga.

—Espera... — Dejando de juguetear, Alicia se paró de manera erguida. — ¿De verdad hablaste con Isa?

—Sí, mañana vendrá para que le diga la verdad... Le contaré todo, — Negando rápidamente ante la caterva de imágenes que me vinieron a la cabeza, me corregí. —Bueno, no todo, pero le diré que te amo y que quiero morirme a tu lado.

— ¿De... De verdad lo harás?

—Sí, me cansé de tenerte escondida, estoy harto de que nadie sienta envidia de mi por tener a la mujer más bella y talentosa del mundo entero a mi lado. — Abrazándola cuando se encontraba desprevenida, Ali gritó entre sus risas cuando suavemente mordí su hombro.

— ¿A qué hora vendrá?

—Creo que a la tarde... Quiero que te quedes tranquila, yo me encargaré de esto.

—No, Leo. Es algo que debemos hacer ambos, Isa querrá matarme, pero prefiero estar presente cuando le cuentes.

Tratando de ensamblar un reloj en mi cabeza borracha, hice los cálculos necesarios para que todo se uniera. —Bien, recogeré a Isa y haremos tiempo en algún lado, luego iremos a buscarte a la salida del ensayo. Vendremos aquí y hablaremos como tres personas adultas.

Antes que ella llegue (PRÓXIMAMENTE EN LIBRERÍAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora