21. Represalia.

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Shen Mu acababa de llegar a Yao Zhen.

La ciudad era tal y como él esperaba. Un lugar pequeño y repleto de gente pero sin mucha riqueza, o para decirlo sin rodeos, era una zona montañosa con mucha gente pobre.

Las ruedas de madera del carruaje crujían sobre el camino de grava lleno de baches. Shen Mu podía oír los murmullos que llegaban a su alrededor a través de la cortina.

La poseedora de la horquilla es una anciana, apellidada Tian, que vivía en un pequeño, aislado y pobre callejón.

Aunque Shen Mu y los demás habían encontrado la ubicación general a primera hora de la mañana, tuvieron que dar un largo recorrido por los callejones entrelazados.

Como el callejón se hacía cada vez más estrecho, el carruaje se volvió intransitable. Viendo que solo quedaban unos pocos pasos decidieron ir hasta allí a pie. En cuanto bajó del carruaje sus ojos vislumbraron al Noveno Príncipe, Xiao Huan, que estaba atando a su caballo.

El chico de diecisiete o dieciocho años, joven y de piel gruesa, lo siguió aun a pesar de que la clara negativa de Shen Mu. Recordando que había suplicado por él delante de Xiao Fan y tomando en cuenta que lo seguía en silencio; decidió simplemente dejarlo ir.

De todos modos, Xiao Fan tendría que saberlo tarde o temprano. El hecho de mantener un perfil bajo en esta ocasión no era más que el resultado de su personalidad.

Lo que sorprendió a Shen Mu, más que la presencia no invitada de Xiao Huan, fue que la residencia de la anciana parecía estar en el mismo barrio en el que vivía Xiao Fan cuando era más joven.

Este callejón, claramente olvidado por el mundo, era ruinoso y estrecho. Además, a pesar de ser la hora de comer no se veía ni una brizna de humo en el camino.

Luego de perder casi dos varitas de incienso recorriendo el laberinto de callejones, Xiao Huan, que le seguía en silencio, finalmente no pudo aguantar más. Después de pedir el mapa dado por el espía de Ah Qing, no tardó en llevar a todo grupo a una cabaña de paja en mal estado.

Un hombre vestido de negro estaba delante de la cabaña y cuando vio llegar a Shen Mu, se inclinó de inmediato y saludó, diciendo respetuosamente "Señor Regente" antes de agitar la mano e invitar a Shen Mu y a su grupo a entrar.

En opinión de Shen Mu, este lugar ni siquiera merece ser llamado "casa": La paja del techo es oscura y desaliñada, encajada al azar en rocas rotas y abandonadas, tan frágil como si una brisa pudiera hacerla volar fácilmente. La habitación a contraluz no tiene puertas ni ventanas, y el único mobiliario es una sencilla cama de madera y un Tukang con telarañas.

Una anciana baja y delgada estaba sentada tranquilamente en el borde de su cama, con el pelo blanco y la cara enfermiza. Sus manos, delgadas y marchitas, llenas de manchas de la edad, se agarraban con dificultad al marco de la cama.

Parecía que había escuchado la intrusión del grupo de Shen Mu, pues ella giró confundida. Su voz temblaba de nerviosismo, pero su tono seguía siendo suave y tranquilo—... ¿Son las personas que el Sr. Zhang dijo que pagarían por la horquilla?

El hedor a moho de la habitación era repugnante. Shen Mu forzó su estómago para acercarse al lado de la anciana, mirando sus ojos nublados, sin rastro de luz. Se puso en cuclillas y aligeró la velocidad de su voz para intentar darle algo de seguridad—Sí. Esta horquilla es muy importante para mí, así que le ruego que me la dé. Puedes cobrar el precio que quieras.

Shen Mu miró al hombre de negro que estaba de pie con las manos abajo, el Señor Zhang. Luego prometió de nuevo —Si tiene algún otro deseo, puede decírmelo directamente. Dejaré al Sr. Zhang aquí.

El Regente que abdicó después de transmigrar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora