Capítulo Cincuenta y Nueve

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Cuidando a Tete pude entender varias cosas, como que los perros tienen un comportamiento similar al de los niños en cuanto a tomar confianza en lugares desconocidos, solo necesitan un par de horas para dominar el lugar a su antojo.

Sebas siempre hizo eso cuando venía de visita, siendo un bebé inteligente las primeras horas era un sueño cuidarlo al quedarse quieto, no llorar, no molestar ni hacer ruido, fácilmente podrías olvidar la presencia de un niño en casa, pero al momento estaría llorando para obtener lo que desea.

Tete hizo lo mismo, no lloro, pero es demandante y aseado. Las mascotas se parecen a sus dueños, en este caso el perro que me despertó a las cinco de la mañana para ir al baño y comer es la casi perfecta combinación de Mateo y Logan. ¿Cómo él puede representar tan bien las personalidades de ambos? Casi siento que se debe a un efecto adormecedor por despertarme temprano, pero una vez estuvo dando vueltas alrededor de la puerta del baño comprendí que el estar limpio es algo propio de Logan y el desastre al tratar de bañarlo es Mateo.

Necesito unas vacaciones de cuidarlo. ¿Por qué nadie me advirtió que los perros son tan inquietos y dominantes?

Y no solo es eso, una vez leí en internet que los animales tienen una especie de reloj en sus cerebros que les ayuda a comer a sus horas o hacer sus actividades, pensé que es algo extraño e imposible, pero cuando cayó el atardecer apareció con la correa en el hocico demandando salir a caminar.

Nunca más pondré en duda los mitos o comentarios que hagan sobre los animales. Tete acaba de darme una preciada lección de vida.

Le calzo la pechera, luego sujeto la correa a ella, me pongo unas sandalias y tomando el móvil soy arrastrada por él hacia la puerta principal. Mis papás que se encuentran en la sala de estar me miran divertidos, incluso soltando carcajadas al verme tratar de controlar la pequeña bestia.

—¿Cómo va esa vida de madre primeriza Vero? —pregunta mamá y yo sostengo la correa con fuerza evitando que Tete salga corriendo.

—Es estricto para ser un perro. —reconozco lanzandole una mirada, esta sentado a mi lado sin quitar su mirada de la puerta.

—No olvides limpiar el baño, apesta a perro. —señala papá obteniendo un ladrido chillón del mencionado.

—Estuvo insistiendo horas para el baño y cuando lo meto, se descontrola llorando y tratando de huir lejos. —les digo señalando al pequeño con mis manos—. ¡Mírenlo! ¿Cómo pudo hacer tanto desastre con ese tamaño?

—El desastre de las toallas fue tu culpa. —menciona papá cruzando sus brazos.

Sí, tal vez yo ayudé un poco.

—Y dejar caer la repisa del baño también fue algo provocado por ti. —continua mamá.

Si bueno, ¿por qué de pronto me culpan a mí?

—Comprendo el punto. Saldré a pasearlo, regreso en un rato. —me despido sintiendo de nuevo los tirones insistentes en la correa.

Salgo por la puerta principal siguiendo la ruta marcada y liderada por el cachorro, me detengo cuando él lo hace para olfatear las cosas a su alrededor, marcar su territorio, masticar cosas de dudosa procedencia que obviamente trato de sacarle, pero él es mas rápido en tragar lo que sea que este comiendo y seguir con su vida. Solo espero que el perro no muera esta noche, Mateo dejaría de hablarme si eso pasará.

En poco tiempo ambos llegamos al parque, me dejo caer en el césped mirando a Tete caminar a mi alrededor sin dejar su tarea de olfatear y luego se sienta entre mis piernas cruzadas mirando las personas que transitan a nuestro alrededor. Acaricio su lomo disfrutando de la tranquilidad del momento que se ve levemente interrumpido por el vibrar de mi móvil, el cachorro se acomoda acostándose entre mis piernas y yo saco el móvil del bolsillo de mi pantalón.

No puedo dejar de pensar en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora