Capítulo Veintiuno

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Disfrutar de los pequeños momentos, es gratificante. Recuerda siempre vivir plenamente esos acontecimientos.

Puedo escuchar las risillas de mi padre acompañadas de las de Sebas al ingresar a mi habitación, permanezco sobre la cómoda cama cubierta de las sábanas y abrazando la almohada de Rj, puedo percibir el moviendo del cuerpo de Sebas subir por la cama y saltar sobre ella. Mi cabeza sufre por los fuertes movimientos sobre la cama generando dolore en ella, mi estómago vacío se retuerce y mi garganta arde.

—Cuidado. —se apresura a decir papá. Puedo imaginarlo sostener las manos de Sebas por temor a que se caiga—. Llevaremos a Sebas al parque, ¿nos acompañas?

Niego. Ir con migraña, mi estómago sensible y mi garganta ardiendo no es buena idea, además Mateo tiene la razón, tal parece que soy un asco para ocultarme, fingir que duermo y probablemente la lista siga debido a que no es algo de lo que sea consciente, solo los de mi alrededor se percatan de ese problema.

—Preparamos un picnic, ¿segura que no quieres ir? —insiste papá.

—No, quiero descansar. —musito con dificultad cubriendo por completo mi cuerpo.

La mañana es perfecta, esta nublada y un aire frío se colaba en el alrededor, dormir con clima frío es una de las mejores cosas que existen en el mundo. Papá baja a Sebas de la cama y se acerca a depositar un beso sobre mi cabellera.

—Es probable que debas de prepararte tu comida, no creo que mamá te deje algo después de enterarse de tu hora de llegada y en el estado en el que lo hiciste. —avisa y yo asiento dejándolo irse de la habitación—. Hablaremos de esto en la cena señorita. —sentencia al cerrar la puerta.

Abrazo con mayor fuerza a Rj dejando que el sueño me lleve de regreso al delicioso descanso, ignorando el malestar estomacal que amenaza con obligarme a vomitar algo mas que líquido, como mis intestinos por ejemplo.

(...)

Salgo de las sábanas escuchando los insistentes golpes en la puerta principal, arrastro mi pies fuera de la habitación rumbo a la dichosa puerta que golpean con insistencia. ¿Mamá habrá olvidado algo de la comida? Pero ¿no tienen llaves? Todo era cuestión de abrir la puerta, tomar lo que olvidaron e irse y no obligarme a levantarme, no en este horrible estado.

El doy un rápido vistazo a la cocina, pero mis ojos adormilados no detectan nada que podrían haber olvidado. ¿Será Blue? Ayer en la fiesta había especificado que debía de ir a la casa de Cole, mencionando algo sobre que la señora deseaba prepararle un postre delicioso en honor por conocerla.

Descartada la posibilidad de mis padres y Blue, entonces ¿quién era? ¿un vendedor ambulante?

Froto mis ojos abriendo la puerta en el proceso y unas extrañas garritas se posan sobre mis piernas antes de escuchar unos ladridos que me obligan a formar una mueca de dolor. Mi cabeza explotará en cualquier momento.

Miro confusa a Mateo que ingresa a la casa sin esperar alguna indicación rumbo a la cocina con Tete siguiendolo de cerca, muy de cerca. Cierro la puerta todavía procesando que acabo de despertar, me dejo caer en el taburete frente a la cocina observando que introdujo algo dentro del microondas y busca algo dentro de los cajones.

—¿Buenos días? —musito recargando mi barbilla sobre mis dos manos y cerrando los ojos en el proceso.

Tal vez asistir a esa dichosa fiesta no fue una de mis mejores ideas, tampoco es que recuerde mucho, ¿debería de preocuparme por haber dicho o hecho algo extraño? Las imágenes son borrosas, solo me encuentro con escenarios cortos y distorsionados donde bailo con mis amigos, luego con Mateo en el auto, mi cama y Blue avisandome sobre su visita a la madre de Cole cuando había terminado de vomitar. Tan solo eso.

No puedo dejar de pensar en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora