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Ese día, el cielo está cubierto por nubes grises que amenazaban con soltar una fuerte lluvia durante las próximas horas. Un aire gélido recorría todo el pueblo, queriendo obligar a todos a permanecer en casa. Aun así, a pesar de las señales, mucha gente se reunió en la entrada del panteón para dar santa sepultura a Luke Hemmings.

Helvethill contaba solo con un pequeño cementerio a las orillas. Se podían encontrar lapidas tan viejas como el mismo pueblo, completamente olvidadas y apartadas del resto. Nadie las visitaba en años, ni siquiera existían familias que honraran su memoria, pero la nostalgia y la imagen antigua que otorgaban al lugar, evitaba que fueran removidas del sitio. Todo formaba parte de un escenario lúgubre digno de una película televisiva. Era casi toda una experiencia visitar el panteón. Una fría mañana de sábado, el aire azotando el rostro de todos y con el sonido de algún lejano tren visitando la vieja estación olvidada a unos kilómetros del lugar.

Un fondo perfecto para un último adiós.

Lo único que evitaba el paso a personas ajenas a la familia eran los muros perimetrales recién construidos de las pasadas remodelaciones. Eran igual que una colonia de hormigas acumuladas en la entrada del hormiguero. Todos moviéndose de un lado a otro, tratando de ver hacia el interior o vigilando si la familia se aproximaba por la calle. Entre todos ellos, se encontraba Harper con su fiel camarógrafo. Esperando en su lugar privilegiado hasta el frente, justo al lado de la puerta. La policía tuvo que apartarlos a todos para dar acceso a los autos completamente negros que acompañaban a la carrosa fúnebre. La fila de cinco vehículos había realizado un recorrido desde la casa Hemmings hasta el cementerio, pasando por el centro del pueblo, donde diversos locales tenían una vela encendida en sus escaparates.

A pesar de ser gente con una cuestionable moral, la muerte del rubio era algo que todos lamentaban.

Luke Hemmings no solo se caracterizó por su radiante cabellera dorada, ojos oceánicos que deslumbraban a cualquiera y su encantadora sonrisa, rasgos heredados de ambos padres, claramente. Todo eso sin contar el hecho de pertenecer a la familia más valiosa del pueblo. Si no, también la dulzura con la que se dirigía a quien fuera. La humildad que siempre mostraba, a pesar de la cantidad de dinero y propiedades que poseía. La amabilidad y caballerosidad que salían a brote a cada minuto. Era esa clase de hombre que cualquiera pensaría que es oro en bruto por todas sus cualidades.

Alguien difícil de encontrar, difícil de olvidar pero fácil de perder.

Una de las tantas facetas que poseía.

Al principio de la caravana iba la carroza encargada de llevar el ataúd con el cuerpo de Luke. Seguido de este, el deslumbrante auto de Andrew Hemmings atravesó la entrada. Ninguna de las personas del exterior fue capaz de observar a través de los cristales polarizados. Nadie pudo percatarse de la fría mirada que tenía el matrimonio, tratando de ignorarse entre sí. A diferencia de cualquier otro día, Elizabeth se esforzaba por mantener esa frialdad en la superficie cuando en su interior seguía desmoronándose con cada segundo que pasaba.

En tercer lugar, Arya se colocó las gafas oscuras cuando la cámara de Harper se acercó a su ventana. Permaneció inmóvil durante los escasos segundos en que se abrió paso entre todo ese tumulto. El conductor miraba de reojo por el retrovisor, esperando ver algún gesto por su parte. Cualquiera pudiera agobiarse por aquel nivel de atención luego de la muerte de su marido, pero se sorprendió al no recibir nada. De nuevo, alguien más confirmaba la fuerza emocional que Arya, viuda de Hemmings, poseía.

Quienes la seguían eran Jordan, que parecía estar ausente, junto a Jeannie. La joven pareja se habían presentado a primera hora ante la casa del matrimonio mayor para inicio de la despedida de Luke. La joven de tez morena seguía asombrada por la cantidad de gente que había asistido y mostraba afecto por la familia. Toda su vida había permanecido en la ciudad y eran muy raras las veces en que algo así sucedía. No cabía duda de que el apellido Hemmings tenía demasiado peso sobre aquellas personas y era ahora cuando lo demostraban. No importaba si estaban ahí con las mejores o peores intenciones, ofrecer sus condolencias o simplemente para presumir más tarde sobre su asistencia. Al final de cuentas, eran ellos quienes perdían su tiempo al estar ahí por alguien que no los conocía.

Beautiful Hell | lrhDonde viven las historias. Descúbrelo ahora