Beautiful Hell | lrh

12

Al día siguiente del entierro, la vida en Helvethill continuó con la mayor normalidad posible. El sol apareció a la misma hora, la gente despertó igual que siempre, y el pueblo cobró vida como cada mañana. Sin embargo, había algo diferente que nadie podía describir, algo intangible que volvía al viento de mañanero más gélido de lo normal. Quizás no eran más que alucinaciones o la muerte del joven Luke aún era un suceso reciente que todos lamentaban.

Sea como sea, no todos parecían notarlo. O simplemente lo ignoraban.

Arya se dirigió con rapidez escaleras abajo para ver quien tocaba el timbre de su casa con tanto empeño a hacerse escuchar. La noche anterior no había logrado conciliar el sueño, por lo que el constante martilleo en su cabeza solo incrementaba el odio hacia la persona detrás de la puerta. Al principio intentó ignorar el llamado, pero la insistencia era tanta como para dejarlo pasar. Al abrir, se sorprendió al encontrar a Jordan con el dedo sobre el botón a la lateral de la puerta. Inmediatamente, intentó regresar al interior, pero el moreno fue más rápido al colocar su pie para evitarlo.

—Necesitamos hablar...

—Pensé haber sido bastante clara anoche —murmuró sujetando la puerta con fuerza, ejerciendo presión sobre el pie del chico—. No te quiero cerca de mí, ni aquí ni en ningún lado. Vete ya.

—Tal vez Luke te hizo creer que eras el centro de su universo, pero no del mío, Arya —con un solo empujón, logró apartar a la morocha y logró abrir en su totalidad—. Tienes razón, lo mejor es estar lejos, y no te preocupes, me marcharé de aquí en unos días. Hoy vengo por algo importante.

Antes de poder recriminarle la invasión a su privacidad, Jordan se hizo a un lado para dejar a la vista dos autos estacionados frente a su casa. Aquello no habría significado un problema si Matthew Wainwright no se encontrara en el asiento del piloto en uno de ellos. Arya frunció el ceño cuando este captó su mirada y la saludó a lo lejos. Por inercia, ella le regresó el gesto con una leve sonrisa que Jordan logró identificar como falsa.

—¿Que hace Matthew aquí? —le preguntó con disimulo, manteniendo la sonrisa en su rostro—. Creí que se había marchado luego del entierro.

—También yo —miró al anciano de reojo antes de centrar su vista en ella—. Se hospedó en el hostal del pueblo.

—¿Eso debe interesarme? ¿Qué es lo que quiere?

—Dice que está aquí por el testamento de Luke.

La fingida sonrisa de la castaña desapareció al escuchar el motivo de la permanencia del anciano. Arya había estado esperando el momento de afrontar la última voluntad que su marido deseaba en vida, pero no estaba preparada para hacerlo tan abruptamente. Movió la boca varias veces al tratar de decir alguna cosa, pero las palabras simplemente no salieron. Estaba sumamente sorprendida.

Matthew, al ver que su joven colega tardó tanto en regresar, decidió salir del auto para dirigirse a la casa.

—Arya —sonrió cordialmente al tiempo que inclinaba la cabeza en forma de saludo—. Lamento importunar este domingo, pero como sabrás, debo regresar esta noche para ir al trabajo mañana. ¿Crees que podemos hablar en estos momentos?

—Si, por supuesto —se apartó del camino de Matthew para dejarlo pasar.

Luego de murmurar su agradecimiento y moviendo su bastón, Matthew caminó al interior de la casa directamente hacia el viejo estudio que pertenecía a Luke. A pesar de solo haber visitado un par de veces la casa del matrimonio, recordaba bien el camino hacia los espacios importantes. Habían sido largas noches las que había permanecido encerrado junto al rubio, solo como un simple ayudante, mientras él se dedicaba a resolver los casos encargados al bufete. Todas aquellas memorias azotaron su mente una vez que puso un pie dentro de la habitación.