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Eduard pasó sus ásperas manos por su rostro, luego de que Neera saliera de la sala de interrogación. Nuevamente, y como muchas cosas en su vida, nada de lo que tenia planeado salió como lo había imaginado.

Quizá, en otra vida, en otro mundo, en otra dimensión, tendría a la pelirroja esposada, lista para llevarla a una fría y húmeda celda. Programaría un juicio en su contra, para hacer valer su condena en la cárcel, o un castigo mejor. No se negaría a esa opción.

Pero no.

Nada de eso sucedió. Y presentía que no volvería a tener la oportunidad de volver a hacerlo.

Se quedó estático. Desde la salida de la pelirroja, no movió ni un solo musculo, ni siquiera parpadeó. Agradeció que su cuerpo respirara de manera inconsciente o ya estaria tendido en el suelo muerto. No sabia que preferir. No haber descubierto esa información o vivir con esas horrendas imágenes dentro de su cabeza para el resto de la vida.

Que acto tan más cruel y cobarde e inhumano.

¿Qué mujer tenia la fuerza para matar a su propio hijo? Un ser humano dentro de ella, creciendo en su vientre hasta llegar el momento de nacer, para convertirse en una extensión de ella misma. Un ser puro e inocente, el cual había pagado los pecados de su madre tan injustamente.

Se le revolvió el estomago con tan solo pensar en el procedimiento para poder lograrlo. Imagino con una larga aspa era introducida al útero de Crowford y comenzaba a licuar todo su contenido. Sintió su piel estremecerse cuando su menté llegó al limite de agregar sonido a la terrorífica película que su cabeza estaba reproduciendo. Los llantos y suplicas de un bebé, clamando por su vida a la persona que su deber no seria más que protegerlo y amarlo.

—Dios —murmuró contra sus manos.

Estuvo a punto de echarse a llorar. Eso era demasiado para él, pero la irrupción de Arya a la sala hizo que se contuviera. Tuvo que tragarse las nauseas que estaba experimentando.

—¿Qué demonios es lo que acaba de hacer? —preguntó con voz fuerte. Dejando claro que no estaba nada contenta—. ¿Por qué la dejó ir?

De nuevo. Debió agregar.

Eduard suspiró. Un pesar y un agotamiento lo golpeó. apenas pudo di dirigir su mirada a la morocha enfurecida.

—Ella no pude haberlo hecho. Esa noche ella... —Dios, no pudo completar la frase—. ¿Acaso no escuchó lo que dijo? ¿Cómo puede estar tan tranquila?

—Porque lo único que me interesa es lo relativo a mi esposo. Si quiere mutilarse una pierna, que lo haga, pero quiero que pague por lo que ha hecho. ¿Por qué la ha dejado ir así sin más? Sin ninguna prueba.

Eduard observó a la mujer. ¿Cómo no estaba escandalizada por la confesión? ¿Cómo no podía sentir la misma repulsión que él? Eran preguntas de las que no buscaría respuesta, aun tenia mucho que procesar.

—Los vecinos lo vieron —contestó sin emoción alguna. Tomó fuerza para levantarse y salir de la sala, pasándola de largo, sin siquiera dirigirle la mirada—. Ella confirmó el rumor, y de acuerdo a lo que dice, ella permaneció en casa durante las horas en que ocurrió el suceso. No pudo estar en dos lugares al mismo tiempo.

—Usted no puede ser más estúpido —escupió cada palabra con desprecio—. Ella esta libre, de nuevo, por su culpa. Cuando usted se de cuenta del error que acaba de cometer, será demasiado tarde. Ella habrá escapado y no podrá hacer nada.

—Escapar, claro —dijo más para si, como si aquello fuera una idea descabellada—. apenas y tiene para mantenerse en pie. ¿Dónde cree que pueda ir? —mientras le cuestionaba, dio golpes a la puerta continua de la sala de interrogación. Ahí, en la cabina de vigilancia, estaba Reese monitoreando—. Necesito una copia de esto. Ahora —ordenó, a lo que la policía solo asintió y se puso a trabajar. Eduard regresó su atención a Arya—. De haber podido escapar, ya lo hubiera hecho.

Beautiful Hell | lrhDonde viven las historias. Descúbrelo ahora