Capitulo 14

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Damon

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Damon

Jalo el gatillo apuntando cerca de su pecho sintiendo el típico jalón en mi brazo que las primeras veces te desestabiliza pero a estas alturas solo es un ligero movimiento por la fuerza con la que se dispara la bala.

De inmediato mi hermana suelta un alarido de dolor y su camisa se empieza a manchar de a poco por la sangre, los hombres la sueltan dejándola retorcerse en el suelo por el dolor y me obligo a apartar la mirada serio, poniendo atención a el hombre que me citó.

—Listo, así o más claro —cuestiono aventándole con cuidado la pistola, obviamente con el seguro puesto, no soy estúpido.

Los ojos del hombre que desconozco totalmente su nombre brillan de una manera maquiavélica observando a mi hermana sufriendo en el suelo como si fuera la cosa más satisfactoria y tras unos minutos donde solo la observa entretenido y sonriente me voltea a ver asintiendo.

Viejo enfermo.

—Perfecto, considérate oficialmente parte de los Lébedev, uno más de la familia —informa orgulloso de estar añadiendo a otra pieza al tablero de esa asquerosa familia—. Ahora en más serás protegido tal como ellos a mí —señala a los gorilas con una sonrisa de suficiencia.

Lo miro esperando algún gesto para entender que bromea pero lo dice enserio y sin querer evitarlo una sonrisa torcida de pura burla adorna mi rostro.

—Puedo solo, no necesito a nadie que me cuide —doy por zanjada la conversación sobre esa estupidez.

Por favor como si yo, Damon West, necesitara un par de más músculos que cerebro para cuidar mi espalda, no soy... Gretchen, estoy entrenado desde pequeño, no conozco la duda o miedo a la hora de acabar con quien se atraviesa en mi camino, a mí nadie me derrota, ni hoy ni nunca.

Simplemente no pasara, además que no me conviene ni un poco tener a su gente cerca, vigilando mis pasos para que no me ocurra nada, es una tontería entre más lo pienso.

Me doy la vuelta saliendo del oscuro callejón caminando en dirección de la acera del frente a paso lento para escuchar lo que hablan antes de volverme sordo a lo que digan por la distancia.

— ¿Qué hacemos con ella? —indaga alguno de los gorilas.

—No me importa, solo dejen su cuerpo ahí, después de asegurarse que haya dado su ultimo respiro y su corazón el ultimo pulso, ¿queda claro? —ordena y su voz se vuelve cada vez más lejana.

No es difícil suponer que está yéndose también por donde llegó, contrario a donde yo me dirijo, esto resulta cada vez más sencillo.

Me quedo doblando la esquina del callejón, distrayéndome con cualquier cosa en silencio para poder escuchar cada palabra o sonido en el callejón.

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