No le dio tiempo a reaccionar, cuando una mano gigante se estrelló contra la sólida madera que formaba la mesa de ese escritorio.
—¡¿Quién te dio el permiso?!
Erick lo miró por el rabillo del ojo, mudamente intimidado. Israel alzó la barbilla frente a ellos dos.
Realmente, le encantaría decir que después de conocer al que sería su alfa todo fueron mariposas y risas estridentes. Más, en realidad, poco tuvo que ver.
Después de ese encuentro en los jardines, Joel había montado un escándalo monumental, pidiendo explicaciones a todos los que se cruzaban por su camino. Niall terminó colocándolo tras su espalda para protegerlo, previsor de que el alfa lo atacara o algo por el estilo. Erick lo agradeció, a pesar de no conocer a ningún demente en esa casa que parecía encantada.
Todavía recuerda las palabras de Louis, acompañadas de un toque sarcástico que parecía introducir como una dosis a todas sus intervenciones. Había sido el ojiazul el que los había conducido por la gran mansión, hasta ese despacho angosto que en un principio le robó la respiración por culpa del intenso aroma a alfa.
Casi fallece en ese pasillo alfombrado, que dejaba traspasar por sus cristaleras impolutas los más bellos rayos del último ocaso. Casi lo hace cuando Louis lo instó a pasar, una vez que Joel arrasó la entrada y se introdujo a la sala sin esperar una aprobación. Él pensaba que el otro omega se quedaría con él, así que palideció un poco al ver cómo se alejaba.
Al conectar miradas, Louis le dijo sin voz que se quedaría a esperarlo. Erick suspiró y entró.
Y por eso en ese segundo se encontraba en esa sala oscura, con un cosquilleo incipiente en el pecho y las piernas cruzadas. Estaba sentado en un cómodo sillón, que tenía reposabrazos de tela y era suave. Frente a él estaba Israel, separado por una mesa de madera oscura que sostenía mil papeles, bolígrafos y carpetas.
Israel miró a Joel seriamente. Parecía incendiar con sus luceros a cualquiera que se pusiera por su camino. Estaba tan notablemente enfadado, que su aroma era amargo e intenso, más que de normal. Ni siquiera lo había vuelto a mirar desde que habían vuelto del campo.
Por lo menos, ahora llevaba una camisa encima. El cabello seguía húmedo sobre su frente y diminutas gotitas de sudor se amontonaban en sus sienes.
Israel suspiró.
—Siéntate— ordenó, señalando con la cabeza la silla que estaba al lado de Erick.
Joel gruñó e impactó la otra mano contra la madera, sin apartar la mirada de su padre. No se movió, con un acto de rebeldía que provocó en Israel una neutralidad fingida.
Erick los miró, sentado en su agradable sillón. Profundizó el agarre en sus piernas y colocó las manos sobre su regazo, con relajación fingida.
El alfa más joven volvió a hablar.
—¿Quién te dio el permiso?— preguntó por segunda vez, rechinando sus dientes.
Israel parpadeó con tanta parsimonia, que ellos pudieron irse y regresar en ese mismo segundo.
—No lo necesito, Joel.
—¡Claro que lo necesitas, maldita sea! ¿Quién te crees?
—Por desgracia, me creo tu padre. Eso es suficiente.
Joel entrecerró sus ojos en esa misma dirección. Erick los miró más atento ahora, en completo silencio.
—Maldito bastardo...— masculló Joel—. Eres mi peor pesadilla. Si tan solo te hicieras una idea de cuánto te odio…
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Play || Joerick
FanfictionLa escondida ínsula de Flood Island jamás fue un lugar que destacara por sus ostentosos logros. Sus habitantes bien sabían que las riquezas estaban alejadas del alcance popular, de la naturaleza que los llevaba a sobrevivir entre maltrechos callejon...