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Joel había perdido la paciencia. La había perdido, aunque jamás la tuvo. 

Estaba sentado en el borde de la cama, con la mirada ida y las manos entrelazadas al frente. Su cuerpo se inclinaba hacia delante sin su consentimiento, como si los suspiros que salían de entre sus labios tuvieran un mejor acceso al exterior así. 

Joel había echado al médico nada más les dio la noticia. No tenía cabeza para hipótesis o especulaciones. Él quería hechos. Quería ver con sus propios ojos que lo que le estaban diciendo era cierto. Y no quería esperar nueve meses para ello. Lo quería en ese segundo. 

Erick salió del baño entonces, algo incómodo y sin dirigirle la mirada. Alzó el test de embarazo para enseñárselo, lo que provocó que Joel se levantara como una flecha hasta él. 

—Positivo— murmuró, respirando pausadamente. 

Joel sostuvo el test entre sus dedos. Lo miró profundo; intenso, como si pudiera hablarle. 

El alfa desvió lentamente la mirada hasta Erick, que había palidecido considerablemente con la vista clavada al frente, lejos de Joel. Porque Erick estaba a su lado, pero al mismo tiempo se había vuelto a alejar. 

Y para Joel era demasiado. 

Intentó acercarse, pero el omega dio un paso atrás, huyendo de su contacto. Se abrazó a sí mismo, provocando que Joel suspirara. 

—Erick. 

—No. Sólo… No, Joel. 

—No. ¿No qué? E-Estás… Es mío. Estás en estado. ¿N-No lo quieres? ¿No quieres que yo sea el padre o…?— Joel sintió una horda de terror zarandeando su pecho—. ¿Has… estado con alguien más? 

Y podría matarlo. Si le decía que sí, iba a matar a Joel. Erick lo sabía, tanto o más que él. 

Porque ellos en ningún momento habían delimitado cuáles eran las condiciones de su relación. Todo era inestable. Nada ahí tenía soporte ni base. Joel no había estado con nadie, porque él sí sentía que ese omega le había robado mucho más que una marca en el cuello. ¿Pero Erick? Erick podría haber estado con otra persona y tendría todo el derecho del mundo. 

Joel no sería la persona que le diría lo ruin que se había sentido sólo imaginarlo. Él se descompuso al pensar; pero eso Erick ya lo sabía. Al mayor no le hacía falta asegurar lo quebrado que estaba en ese segundo su pecho. 

—No, Joel… Claro que es tuyo… 

Joel tragó saliva. 

—¿Entonces? ¿Qué pasa? D-Dime… 

Cuando trató de dar otro paso adelante, Erick se alejó por segunda vez. 

Joel ladeó el rostro con una mueca lóbrega en su expresión. Porque se sentía marchito. Sentía que ni siquiera servía para llevar el título de alfa con él. 

—No hagas eso...— le pidió con un susurro—. No te alejes otra vez de mí… 

Erick alzó la mirada lentamente, deslizándola hasta él. Joel pudo ver en el tono sublime de sus fanales glaucos, las diminutas esquirlas brillantes que crearon las lágrimas al formarse en sus ojos. 

Y él pintó una mueca en su expresión; dolorosa y gélida. Dio un paso adelante, más Erick no retrocedió en esa ocasión. 

Así que Joel lo sostuvo con fuerza entre sus brazos cuando Erick se quebró. El omega aferró con fuerza la tela que se ceñía al torso del ojimiel, y parecía lo suficientemente roto como para que Joel perdiera la poca paciencia que le quedaba. No era cabal; ni siquiera supo lo que hacía cuando le acarició la espalda y apoyó la mejilla en la cabeza de Erick, aguantando las lágrimas también. 

Play || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora