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Erick deslizó una sonrisa tranquila por sus fauces en cuanto perfiló con las yemas de sus dedos el suave cuerpecito de su niño. 

Luca dormía en la cuna, tapado con una mantita azul celeste de lana, también tejida a mano por los empleados. Había sido todo un reto que se quedara así, relajado y exhausto para dormir un par de horas hasta que Erick le diera de nuevo el biberón. Louis había estado toda la tarde bromeando sobre la energía del niño, así como Niall lo había comparado con un torbellino inquieto. Erick no podía mentir. Luca era insaciable y dormía poco. Y eso le encantaba. 

Se inclinó sobre la barandilla cubierta con rejilla para depositar un suave besito en la frente de su retoño. Después, le acarició la cabecita y se aseguró de que estuviera bien tapadito, antes de caminar con pasos lentos hasta el baño de la habitación. Ahí, con una toalla granate para quitarse la espuma en la barbilla después de haberse afeitado; Joel no tardó en devolverle la mirada mediante el espejo. 

Erick se apoyó en el umbral y suspiró, con los brazos cruzados en su pecho y el labio atrapado entre sus dientes. 

Pero es que Joel estaba ahí, vistiendo solamente un pantalón ancho de pijama, lo miraba con esa cara de sultán irónico mientras se enjuagaba la barbilla huesuda y suave, sin saber que los músculos de su espalda podrían estar moldeando su cuerpo entero en ese segundo. Era como si le hubieran puesto un molde sobre la piel dorada que lo acompañaba; lampiña y deliciosa. Él podría derretirse tan solo mirando. 

Fue por eso por lo que se humedeció los labios y pasó al interior del baño, sin desviar la mirada de los ojos de Joel sobre el cristal cuando cerró la puerta a su espalda. Sus pasos rasgaron el suelo de manera perezosa y mimada, como si le costara obligarse a sí mismo avanzar. 

Al llegar tras Joel, le rodeó la cintura con ambos brazos y solamente escondió la nariz en su piel para guardar en su pecho cualquier rastro de aroma. El alfa siguió pasando de él incluso cuando Erick le acarició el abdomen con las yemas de los dedos, en una caricia dulce. 

Joel chasqueó la lengua. A Erick no le hizo falta mirarlo para saber que estaba sonriendo. 

—¿Luca ya se ha dormido?

El menor murmuró un asentimiento, al mismo tiempo que frotaba la punta de su nariz por la cálida piel del otro. 

—Profundamente— aseguró él—. Tenemos cuatro horas antes de pasarnos otras dos tratando de dormirlo otra vez. 

—Me has dado a un pequeño alfa revoltoso. 

Erick apoyó la mejilla contra el hombro de Joel. 

—Quizás es omega. 

—Es alfa. ¿No has visto cómo te protege? Cuando estaba en la barriga se ponía loco cada vez que alguien estaba cerca tuyo. Y ahora igual. Siempre se despierta cuando alguien está cerca, se pone a llorar, hasta que te ve o me escucha hablar a mí. 

Erick sonrió con orgullo, porque era cierto. Luca era su pequeño alfa protector, que lloraba si sentía a gente nueva cerca y miraba a todo el mundo con expectación cuando estaba en brazos de sus padres. 

—Hemos creado a un ser tan bonito... Él es bonito. 

—Porque es igual a ti, y tú eres el más bonito, omega. 

Erick encogió su nariz cuando sintió cómo sus mejillas se tiñeron de carmín ante esa revelación. 

—Joel...— se quejó con voz aguda, consiguiendo que finalmente el alfa se girara para encararlo. 

Joel sostuvo sus manos y las alzó para dejarlas con delicadeza sobre sus propios hombros, al mismo tiempo que se inclinaba para dejar un besito en la punta de su nariz. Las manos del alfa no tardaron en rodearlo por la cintura, acercándolo mucho más de lo que estaba antes. 

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