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Harry fue el encargado de ir a por Joel al puerto, en cuanto el ojimiel regresó a la ínsula tras su efímero viaje a España. 

—La he cagado— fue lo que le dijo Joel, al mismo tiempo que se frotaba las sienes palpitantes en el asiento del copiloto. 

Su fiel amigo atendió todo lo que Joel dejó escapar. Él sentía que no habían secretos; que no tenían que haberlos. Se conocían desde hacía décadas, sabían cómo consolarse y, bueno; para ninguno de ese círculo cerrado de amigos era una sorpresa el que Joel se hubiera enamorado definitivamente de Erick. De hecho, ellos lo supieron antes incluso que el ojimiel. 

Después de varias amargas confesiones y unas risas agrias por parte de Harry— así como unos obvios insultos de Joel por el mismo motivo—, el alfa ojiverde se dispuso a llevarlo hasta las oficinas. Allí le esperaba un exhausto día de trabajo, que enlazado con la resaca y el cambio horario parecía atormentarlo hasta convertirse en su más vil y cruel pesadilla. 

El día fue así. Lento. Interminable. 

Joel se cruzó con Zayn varias veces. Su hermano quizás corría para llegar a una reunión, o salía de otra. Siempre con el teléfono pegado a la oreja, atento a cualquier cambio que pudiera presentar la pequeña princesa de la mansión. 

Él también estaba preocupado por Khai, por eso fue a verla nada más llegó a la mansión, una vez que el ocaso se había fundido con las estrellas y la penumbra en el horizonte iluminado. 

Gigi estaba ahí, acunando a su pequeña entre mantitas de lana. Le dejó pasar a la habitación y también le dejó cargar a la nena, a pesar de que esta hizo un puchero al extrañar los brazos de su madre. La omega no era capaz de alejarse. Entraba dentro de su instinto estar completamente atenta a cualquier cambio que pudiera experimentar su retoño. 

Joel alzó su mano libre y perfiló su definido rostro angelical. Ardía levemente, producto de la fiebre y las horas de sueño. 

—Erick ha estado aquí esta tarde. 

El alfa alzó la mirada en cuanto escuchó a la rubia omega hablar. 

Gigi cruzó los brazos en su pecho con una postura arrogante y poderosa. Alzó la barbilla, casi obligándolo sin voz a que Joel dijera palabra. Cualquier cosa. 

—Khai también es su sobrina, supongo… 

—¿Aunque vosotros dos solamente compartís un lazo? ¿Nada de amor, Joel? 

El ojimiel bajó de vuelta la mirada hasta la niña en sus brazos. 

Khai parecía haberse acostumbrado a su aroma, porque ahora había cerrado sus ojitos y se estaba acomodando para dormirse en unos brazos que le eran familiares. 

Gigi se acercó un poco más, sin borrar un ápice de la formalidad que explotaban sus acciones. Toda su fisonomía demolió sin golpes los estándares más altos de la seriedad y el orden. 

—Dime— comentó la omega—. ¿Vas a actuar como si no hubiera amor? 

—No hay amor— aseguró él con calma, sin alzar la mirada—. Por lo menos no de su parte. 

Gigi jadeó, dando un paso atrás. 

—Pareces estúpido, por el amor de Dios, Joel… ¿Tú de verdad estás unido a él? ¿De verdad sientes lo que ese omega siente?

—Te lo digo por eso mism-...

—Ha venido aquí— lo cortó ella con velocidad—. Ha venido esta misma tarde y se ha sentado en esa cama, Joel. Y se ha puesto a llorar. ¿Sabes por qué? Porque ha mandado a tres guardias a buscar información de su alfa, que se suponía debía llegar a media mañana y ha estado desaparecido todo el día. 

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