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La primera vez que Erick se entregó a un alfa tenía diecisiete años. 

Fue por culpa de un arrebato de adrenalina. Había estado en casa todo el día, limpiando y cuidando que todo estuviera al gusto de su padre. Cuando su madre llegó, él comenzó a chillar y desordenó todo el lugar en un segundo, como si Erick no hubiera estado horas trabajando para mantenerlo perfecto. 

Ese día, Daysi lo encerró en la habitación y le pidió perdón. Erick le preguntó por qué, mientras le limpiaba las lágrimas y besaba su sien con ansia. Entonces ella le contó que Erito no era su verdadero padre; que ella jamás diría quién fue. 

Erick no se enfadó. Hubiera sido absurdo haberlo hecho, teniendo en cuenta que convivía día a día con ese ser despreciable. Conocía a la perfección cada faceta y cada extremo, y no le sorprendió que al final Daisy se fuera con otra persona. 

Él deambuló por Flood Island ese día. Recuerda que hacía frío y un alfa que había estado coqueteando con él últimamente le dio alojo en su hogar, mientras sus padres trabajaban. 

Y Erick sólo recuerda que sucedió. Sin buscarle más explicación. Después llegaron más y él siempre los disfrutó, bajo su propia consciencia y el mudo secreto que se llevaría tatuado en el pecho de manera eterna. 

Él siempre lideró la situación. Siempre decidió cuándo, cómo y por qué. Y sobre todo con quién. Siempre movió las caderas y permitió llevar el control de sí mismo de manera cabal. Erick jamás tuvo la necesidad de sentirse inferior en algún aspecto, porque cuando se entregaba a alguien lo hacía valorado y glorificado, prácticamente. 

Sin embargo ahí, en esa habitación gélida y sombría, Erick sentía que le temblaban las piernas. 

Joel ni siquiera le había dejado entrar completamente, cuando se lanzó a su cuerpo y lo estampó sin control contra la pared más cercana. Su aroma ya había fundido el oxígeno de los alrededores, provocando que cada respiración fuera impregnada de él. Solamente vestía un pantalón ancho, dejando sus músculos tonificados al descubierto en su torso. 

Gruñó cuando se acercó y olisqueó su cuello, demandante de algo que Erick permitió al dejarle más espacio. 

—Erick— llamó al segundo, reconociendo su aroma. 

Erick tragó saliva con fuerza y trató de asentir, lo que era una tarea complicada al tener la cabeza de Joel prácticamente fundida contra la piel de su garganta. El aroma del alfa estaba comenzado a marearlo y sus piernas seguían temblando al igual que sus manos. 

—Sí— dijo él—. Sí. Aquí estoy. 

Joel gruñó al escucharlo. Alzó ambas manos y las colocó alrededor de la cabeza de Erick, contra la pared. Su respiración era tan férvida como el vapor imaginario que desprendía su cuerpo; ardiente y prohibido. 

Erick respiró profundamente y se atrevió a llevar una de sus manos al abdomen de Joel, colocándola completamente. 

El alfa volvió a gruñir al sentir el tacto gélido de la piel ajena sobre sus abdominales, aplanando ahí. Erick podía sentir el cosquilleo en las yemas de sus dedos, que le provocó deslizar su otra mano por el pectoral de Joel hasta sus hombros tensos. 

Una vez que llegó a su nuca, atenazó sus dedos con fuerza a los rizos azabaches del mayor y lo acercó hasta él. Exhaló contra la piel de su garganta, sintiendo incluso ahí el descomunal vibrar que demandaba el alfa completamente ido en sí mismo. 

Y cuando Erick pintó un beso húmedo en su piel, Joel lo sostuvo por los muslos y lo alzó con un movimiento ágil y certero. 

Erick llegó a tiempo para sostenerse con fuerza de su cuello, una vez que Joel los giró a ambos y caminó los pocos pasos que los separaban hasta la cama. Fue brusco al dejarlo contra el colchón, pero Erick no podía pedir demasiado al tenerlo en celo contra él. 

Play || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora