En un futuro donde el destino de cada persona está determinado por su signo zodiacal, la sociedad vive bajo una rígida dictadura que los clasifica según la fecha de su nacimiento.
Tras una serie de crisis sociales, esta clasificación se presenta co...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Mi pierna tiembla incontrolablemente, marcando el compás del tic tac del reloj en la pared. Cada vez que el segundero avanza, mi ansiedad crece.
-¿No vas a relajarte un poco?- Lena pone una mano sobre mi pierna, deteniendo el temblor. -Todo saldrá bien.- Sus palabras me consuelan, pero tengo esa sensación, esa corazonada de que algo va a salir mal.
Cuando siento eso, suelo estar en lo cierto.
-¿Cómo puedes comer en un momento como este?- Le pregunto a Erika, que ya ha devorado dos platos de gofres.
-Es día de gofres.- Responde como si fuera lo más natural del mundo. -Además, cuando estoy ansiosa, tengo que comer.- La observo mientras se lleva otro trozo a la boca.
-Debemos hacer los ejercicios de respiración, ven.- Lena cambia de tema, intentando distraerme. -Te va a ir bien, nunca has suspendido nada.-
Algo que siempre he sabido de mí es que soy una persona responsable. Incluso cuando mis padres me obligaron a ingresar aquí, dejando todo atrás, nunca dejé de ser dedicada.
Pero ahora, mientras estoy aquí, me asaltan los recuerdos de mi familia. Los extraño demasiado. Han pasado cuatro años desde que los vi por última vez, solo recibo cartas de mis hermanas con relatos de sus divertidas aventuras.
-¡Escúchame!- La voz de Erika me saca de mis pensamientos. -Hoy todas vamos a pasar este examen, todas vamos a salir de aquí y vamos a construir una vida juntas. ¡Que se jodan todos!- Grita con energía, llamando la atención del comedor. No puedo evitar reírme por su intento de levantar los ánimos, aunque tiene razón. Es solo otro examen. Un examen más de cientos. No debe ser tan difícil.
El timbre suena, y con él, el fin de la hora de comida y el comienzo de nuestro turno. Nos levantamos al mismo tiempo, aunque todas tratamos de ocultarlo, sé que también están pensando en las probabilidades de suspender.
-¡Capricornios!- La misma profesora de esta mañana nos señala, guiándonos hacia la salida. La seguimos en silencio por el pasillo, hasta llegar a una sala de espera. -¡Esperen aquí hasta que les llamen!- Su voz resuena fuerte, dejándonos claro que no tenemos permitido hablar.
La sala es blanca, casi deslumbrante, con una puerta amarilla corredera que no deja ver lo que hay al otro lado. Mi mirada se pierde en ella hasta que la voz del altavoz me arrastra de nuevo a la realidad.
-¡Erika McLean!- Mi corazón se detiene al escuchar su nombre. Erika respira hondo antes de levantarse y caminar hacia la puerta amarilla. Sus pasos retumban en la sala vacía antes de desaparecer, dejando una tensión palpable.
Repaso mentalmente todo lo que he aprendido en estos años. No tengo idea de qué incluirá este examen, por lo que podría fallar en cualquier momento.