En un futuro donde el destino de cada persona está determinado por su signo zodiacal, la sociedad vive bajo una rígida dictadura que los clasifica según la fecha de su nacimiento.
Tras una serie de crisis sociales, esta clasificación se presenta co...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Mi abuela solía decirme que la oscuridad no era el enemigo. Que, al dejar de temer lo que no se ve, podría enfrentarme a mis propios demonios.
Entonces, con apenas cinco años, esas palabras me parecieron vacías, algo que se dice solo para dar consuelo. Pero hoy, en este preciso momento, siento que empiezo a entender lo que realmente significan.
Siento que mi cuerpo se balancea, como si estuviera flotando en una ola gigante que nunca acaba. No tengo control sobre mi cuerpo, pero no me importa. Estoy tan cómoda, tan tranquila, que la idea de despertar me parece insoportable.
-¡Capricornio! - La voz bastante lejana sacude mi comodidad.
-¡Freya Williams! - Esta vez la voz se clava en mi cerebro, sacudiéndome de golpe. Me despierto abruptamente, confundida.
Al abrir los ojos, me doy cuenta de que no estoy flotando ni a oscuras. Estoy en un autobús.
Al lado mío está el mismo chico que me empujó contra el cristal, pero esta vez está dormido, ignorante de todo lo que acaba de pasar.
A través de las ventanas sucias apenas puedo distinguir el paisaje, pero algo me llama la atención. En medio de un prado, veo un edificio enorme, demasiado moderno para ese lugar vacío, con cristales gigantes que reflejan toda la luz.
Hay coches fuera, coches que parecen del futuro, sin ruedas. Me quedo mirando, asombrada. ¿Ha avanzado la tecnología tanto?
Es la primera vez en años que salgo del centro. El aire, aunque fresco y diferente, tiene un matiz extraño. Algo en mi pecho se revuelca, por un momento, me he olvidado de cómo es el mundo afuera.
-Es la base. - El chico junto a mí habla de golpe. - Perdón por lo del cristal, llevaba un mal día, y... - No le dejo terminar. Mi puño se lanza hacia su mejilla sin pensarlo, más rápido de lo que mi mente puede procesar.
El golpe es tan sorpresivo que casi me duele más a mí que a él, pero no le voy a dar el lujo de ver que me lastimé.
-No me vuelvas a tocar- Mi voz sale firme, decidida, incluso yo misma me sorprendo.
Él se queda quieto, un tanto desconcertado por la fuerza de mis palabras. A pesar de todo, es atractivo. Su físico es imponente. Tiene los ojos oscuros, su rostro es grave pero marcado por una belleza innegable. Su cabello está desordenado, como si lo hubiera arrastrado el viento, o quizás por haber estado apoyado contra el cristal.
-Joder, mira con la nueva. - La voz que viene detrás de nosotros me hace tensarme. Una cabeza aparece entre los asientos. Es el mismo chico que estaba desnudo en mi habitación.
-Pero si eres la conejita. - Su risa es burlona, pero su sonrisa es bonita.
- Un placer, soy Virgo. No te preocupes por él, es solo una fachada, aunque creo que ya lo tienes controlado. - Y antes de que pueda reaccionar, me guiña un ojo, casi como si estuviera burlándose de la situación. Sus ojos son marrones, pero hay algo en su mirada, un matiz dorado, que me hace desconfiar aún más.