CAPÍTULO 3

460 28 5
                                    

Cape Cod, Massachusetts, Estados Unidos.



BaekHyun se quitó la ropa y la dejó caer en el suelo, sabiendo que nunca podría conseguir lavarlas. Tenía que salir en el próximo par de días, y no podría llevar mucho, sólo las pocas cosas que realmente quería.

Su madre había salido temprano esa mañana, se fue a vivir con su nuevo novio a Francia sin dejar dirección, dejándolo atrás sin invitarlo a ir con ella. "Novio" era una palabra estúpida, una palabra basura de los años setenta. Su padrastro había estado en un viaje de negocios por varios días y acababa de regresar esa misma noche, por lo que había hecho su escape. Esa mañana, había ido a la cocina, y Maria Jesús había dicho: "la señora Andresen se ha ido". Entonces ella se encogió de hombros y lo abrazó.

No podía permanecer en la misma casa en la que estuviera su padrastro. El hombre no podía estar a su alrededor, y eso era completamente mutuo. Habían vivido en la misma casa durante cinco años, y Sven nunca había dicho una palabra cortés. Incluso si no tenía intención de irse, Sven Andresen lo echaría tan pronto como se enterara de que su esposa lo había abandonado.

En el cuarto de baño, encendió la luz y la llave del agua caliente de la ducha. Amaba su recámara y su baño en la casa de Cape Cod. Eran mucho más grandes que en el apartamento de Manhattan. Más que cualquier cosa, amaba que le dieran un aventón hacia Provincetown para mirar a hermosos hombres en la playa. Pero ese día, después de que su madre se hubiera ido, había tomado uno de los autos de Sven y golpeó la puerta lateral del lado del conductor contra un poste de luz.

Decidiendo que quería una Coca-Cola, se sacó la remera. — Pensándolo bien... — Tiró en el suelo su ropa. Sven se ponía furioso cuando salía de su habitación desnudo, pero ya no le importaba lo que pensara. Sven podría llamarlo 'pequeña jodida reina' todo lo que quisiera, mañana él habría desaparecido.

Saliendo de la ducha corriendo, bajó por las escaleras anchas, sus pies descalzos eran silenciosos sobre los pisos de madera. La cocina estaba en el lado oeste de la casa, y tenía que pasar la sala de estar para llegar allí. Uno de los lados de las puertas dobles de caoba estaba abierto, la luz del interior de la sala iluminaba una pequeña área del hall de entrada. Una voz surgió desde el interior.

Sven estaba en el teléfono gritándole a su mamá. — ¡Trae de regreso tu culo, puta! — Una pausa. — Oh, sí que lo harás; regresarás a casa. ¿Crees que vas a conseguir la pensión alimenticia de mí? ¡Tú no conseguirás nada!

A su madre no le importaba la pensión alimenticia. Era todavía joven, sólo tenía treinta y cuatro, y era hermosa. Había conocido a Gregoire St. Germaine varios meses antes, cuando él había tomado clases de esquí en Whistler. Ella quería la ropa de diseño y los bolsos a los que se había acostumbrado al estar casada con Sven, los perfumes caros y los viajes a Europa. El nuevo hombre le daría todo eso y más, y sin los abusos.

Sven tenía un humor de perros. Había perdido la cuenta del número de veces que los había escuchado gritarse el uno al otro, seguido por Sven dándole a su madre una bofetada. Luego había días de felicidad cuando hacían las paces y se susurraban el uno al otro, mientras sus ojos negros se curaban.

Se arrastró hasta las puertas dobles y se puso detrás de la parte cerrada, mirando a Sven sentado en el sofá de cuero rojo oscuro de espaldas a las amplias ventanas francesas que daban al mar. El oleaje era fuerte esta noche, las olas rugían. Con los puños cerrados, Sven gritó. — ¡Nadie más va a tenerte, puta! ¡Regresa a casa carajo!

«Ella no vendrá a casa, ya ha encontrado a alguien más, idiota. Es más rico que tú y demasiado viejo para que ella no se sienta cómoda a su lado»

[1] - CHANBAEKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora