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Antonia

Antonia: Tengo algo para ti antes de que te vayas. –tomo de mi bolso una pulsera, colocandosela, y aprovecho a ponerme la mía– No puedes quitartela, por qué si lo haces no te darás cuenta de que te extraño.
Villamil: no estoy entendiendo.
Antonia: Cada que sientas que vibre, significa que te extraño, mira. –toco la pulsera– ¿Viste?
Villamil: ¿Entonces debo tocarla cada que te extrañe?

Asiento con emoción. Las había conseguido hace unas semanas, pero no nos habíamos separado como para dársela, pero hoy no lo vería en todo el día, pues los chicos y el comenzaban ensayos para su nuevo tour.
Nos despedimos una última vez bajando las escaleras, ya en la puerta, nuevamente se detiene.

Villamil: Llámame por cualquier cosa, ¿si?, aunque sea mínimo, si te sientes mal avísame, lo que sea. –toma mi mano–
Antonia: estaremos bien, no estaré sola. –sonrío abrazándolo nuevamente–
Villamil: está bien, no te acosare tanto con llamadas lo prometo. –un claxon suena.– ¡Ya voy!... Debo irme, te amo. –besa mis labios cortamenteAdiós, pórtense bien con mamá. –se agacha dejando un beso en mi vientre. El claxon suena nuevamente.– ¡Jueputa que ya voy!, adiós mi amor.

Lo veo alejarse, así que cierro la puerta detrás de mi. Estaba por caminar pero una pulsación en mi muñeca me hizo sonreír, la pulsera se encendió. Estaba extrañándome.
Me sobo un poco mi espalda baja, los dolores en esa zona comenzaban, era totalmente normal, pero igual era terrible. Al igual que los dolores de cabeza que tuve durante varias semanas.
Mamá y papá llegarían en cualquier momento, querían pasar tiempo conmigo, y los entendía, estaba aquí pero pasaba mucho tiempo entre grabaciones, visitas a la abuela, con Juan Pablo, a lo mucho llegaba aquí a dormir, y no era de todos los días, pues casi siempre me quedaba con mi precioso novio. Y eso no era muy agradable para Lili y Bernardo Vargas.

Sra Vargas: Hola mi amor, ¿y las chicas?
Antonia: Se fueron a comprar algunas cosas más para lo de la revelación, no quieren que ayude, así que me botaron aquí. –digo mordiendo mi doritoPero no pasa nada, en la noche quedé con la abuela.
Sr Vargas: Bueno que mejor compañía que las personas que te dieron la vida, ¿vemos algo?
Antonia: ¡Sí!, iré por las palomitas. –canturreo con felicidad–

Un rato después nos encontrábamos los tres en el sillón comiendo palomitas viendo Luis Miguel la serie, así es, en la que salí, ellos no la habían visto y yo no tenia planeado hacerlo, ya había salido su último capítulo.

Sra Vargas: ¡No me digas que se enamora del mejor amigo de su papá! –exclama preocupada. Sacándome una risa.– Está viendo la situación.
Antonia: bueno, hay que entenderla, su papá con trabajo le presta atención.

El teléfono sonó, mamá pauso la televisión en lo que papá contestaba, aproveché y fuí por un vaso de agua. Un fuerte ¿Que? por parte de papá me puso alerta, así que bebí todo el contenido de mi vaso y salí disparada de la cocina. Papá colgó, se veía preocupado.

Lili: Berny, ¿Que pasa?

Papá parecía en shock, y yo comenzaba a preocuparme.

Antonia: ¡Papá!, ¿Que pasa? ¿Quien habló? –me acerco más–
Bernardo: Del hospital, hablaron del hospital.
Antonia: ¿Que? ¿Por qué? –pregunto alterada– ¿Pasó algo?... ¿Fueron mis hermanos? ¿Ellos están bien?
Bernardo: no, ellos, ellos están bien... Es la abuela, mi mamá. –murmura.–

Es ahí cuando siento que todo se me viene encima. Y con toda la rapidez del mundo, salimos directo al hospital.

En el hospital.

De Cero. -Juan Pablo Villamil.- LDA #4 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora