Capítulo XXII - Confesión

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Había pasado una semana y esa noche yacía acostada en mi cama, sin poder conciliar el sueño debido a la cantidad de pensamientos que resonaban en mi cabeza.

No sabía como actuar... Había admitido que estaba enamorada y mi mente era un caos.
El no saber cuando se iría o cuando regresaría de sus rutinarias misiones me había hecho querer confesar mis sentimientos antes de que perdiera la oportunidad.

Sin embargo me faltaba algo, y era que no tenía el coraje suficiente como para hacérselo saber.

Dí un hondo suspiro y me dediqué a recorrer el mar de mis pensamientos, analizando y reconociéndolos.

Me había mostrado la verdad, su forma de pensar, su carácter, sus ideales y sus convicciones.
Saber todo lo que hizo siendo tan pequeño, el dolor que cargó sobre sí y saber que a pesar de todo amaba fervientemente a su aldea y a su pequeño hermano, me estrujaba el corazón y al mismo tiempo me hacían querer estar allí, abrazarlo y aliviar su dolor, no quería verlo sufrir, no quería que sufriera.

Yo misma había atestiguado su dolor... Recordé aquella noche en la que las lágrimas cayeron por sus mejillas.

Las noches eran los momentos en que sus emociones comprimidas salían a la luz de la luna.

Era tan noble y silencioso...

Me levanté de la cama y a oscuras me acerqué al sofá en la sala.

Esa era una de las pocas noches en las que el tiempo había pasado tan rápido entre nosotros, que la noche lo agarró y terminó quedándose allí a descansar.

Su rostro dormido era sereno, con el cuerpo recostado de lado sobre el sofá.

Estaba cubierto con su bata negra de nubes carmesí, y el anillo escarlata de su mano derecha brillaba por la luz de la ventana, la cual también reflectaba tenuemente sus uñas pintadas con esmalte negro.

Sus pestañas también eran oscuras, además de prominentes y hermosas, y sus mechones de pelo recaían suavemente sobre su rostro cubriéndole las mejillas.

-Itachi -pronuncié en silencio... Al notar esos tersos y finos labios, aparté la mirada de su rostro.

Me devolví a mi habitación, me acosté en la cama y me metí entre las cobijas.

. . .

-¿Dormiste bien? -preguntó el pelinegro.

Asentí de inmediato.

No iba a decirle que gracias a él, tardé horas en conciliar el sueño.

Él me regaló una media sonrisa que al instante me hizo ruborizar. Víctima de haber puesto en orden mis sentimientos la noche anterior, ahora me encontraba altamente nerviosa a su lado.

Quería acercarme y hablarle por más tiempo, pero los nervios me carcomían. Estaba avergonzada, y sabía que debía confesarme de una vez.

Al menos debía intentarlo.

-Itachi.

-¿Uh?

-Yo...

-Dime.

Al ver su expresión serena y amable inmediatamente me debilité.
Esa hermosa sonrisa, esos ojos brillantes, ese pelo lacio y negro... No podía negármelo, mi corazón palpitaba acelerado.

-Yo quería decirte que... -me detuve titubeante- Yo estoy... Uh... Estoy...

-¿Estás enferma? -Él se acercó y tocó mi frente con preocupación- ¿Pasa algo?

-¡No! No es eso -respondí sonrojada ante su cercanía.

¿Porqué causaba este efecto acelerado en mí?
¿Porqué no me había dado cuenta antes?

Voy A Salvarte [Itachi y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora