Capítulo XXVIII - Un Día De Verano

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Habían pasado algunos días después de aquellas amargas confesiones y las cosas parecían haber regresado su curso a la normalidad.
Como si la aparición del sol con el amanecer aliviara, al menos un poco el dolor de aquella espesa noche oscura.

Esa mañana, éste brillaba alegre, los árboles rebosaban en plena flor veraniega y el canto de los pajarillos canturreando acariciaba mis oídos.

Itachi se encontraba sentado en la sala de mi departamento; había abierto la ventana para contemplar el azulado cielo mañanero y permitir que la luz del sol acariciara su piel.

-¿Que tienes ahí? -me preguntó el pelinegro con curiosidad.

-¿Uh? ¿Ésto? -dije sosteniendo el pequeño empaque- es un libro que escogí "a ciegas." Lo compré apenas ayer.

-¿A ciegas?

-Sí, la librería local organiza este tipo de eventos un par de veces al año; -expliqué- envuelven los libros para que escojas uno sin los sesgos de la primera impresión. Lo leí en uno de lo folletos del local.

-Hmmm, suena interesante.

-Te lo pensaba mostrar hoy cuando volvieras -se lo tendí- puedes abrirlo.

-Oh, gracias -Itachi lo tomó y retiró con cuidado la envoltura de papel kraft que lo cubría.

-Es extraño que la portada también esté cubierta -dijo al abrir el libro- parece que usaron pegamento.

-Es cierto -observé-. ¿Pero sabes?

El me centró su atención.

-Algunos sugieren que es mejor leer sin saber cómo es la portada y por lo tanto, sin juzgar el diseño, el título o la reseña del libro.

Él pareció pensativo.

-Así -continué- es como si te adentraras en un mundo completamente nuevo y desconocido. Solo tú y el contenido de libro. ¿No es increíble? -dije emocionada.

Él me dió una risita.
-Me gusta tu entusiasmo. Creo que tienes razón, es una manera aventurera de ver a la lectura.

-Si es así, entonces te daré el honor de que comiences el libro primero -dije de una forma divertidamente solemne.

-Gracias por dicho honor -sonrió- ¿deberia comenzar ahora?

-Por supuesto -dije entrelazando las manos. Siempre es un buen momento para leer.

-¿Tu también leerás?

-No esta vez. Terminé "Orgullo y prejuicio" y necesito unos días para descansar antes de escoger otro libro.

-Comprendo.

-Entonces dedicaré mi tiempo de ocio a preparar té. -Me aclaré la garganta- Estoy segura que una bebida caliente contribuirá a tu experiencia literaria. ¿Gustas?

-Agradezco tu disposición -dijo con una sonrisa divertida- aunque si no es molestia, confieso que me haría más feliz una taza de café.

-Sus deseos son órdenes -dije haciéndolo sonreír.

Me dediqué entonces a preparar un café negro mientras el pelinegro comenzaba con la primera página del libro.

Recordé aquella vez en la que ambos degustamos postre en la aldea, él había pedido dangos y una taza de café tradicional; negro y ligeramente amargo, sin mucha azúcar.

Una taza de café caliente me evocaba su presencia: tranquila, cálida, y serena.

Al terminar serví el café en dos tazas de porcelana y me devolví a la sala cuando noté al pelinegro con una extraña expresión en el rostro.

Había cerrado el libro y sus mejillas ardían en carmín.

-¿Qué pasa? -pregunté confundida, colocando las tazas sobre la mesita.

-Creo -vaciló- que no fue buena idea comprar un libro a ciegas.

-¿Uh? ¿Qué clase de libro es?

El guardó silencio con el rostro avergonzado.

-Déjame ver -me acerqué.

Voy A Salvarte [Itachi y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora