Capítulo XIV - Cuidando De Él

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Presente

Después de haber pasado la tarde platicando sobre el lago, Itachi y yo habíamos caminado a casa.

Lo contemplaba absorto, completamente sumergido en sus pensamientos.

¿En qué estaría pensando?
Siempre había sido un misterio para mí.

Lo interrumpí de su trance, pues comenzaba a llover y parecía no darse cuenta de ello.

Esa tarde él me cargó en sus brazos, yo me sujeté con fuerza y puse mi cara entre su pecho, su olor era agradable.
Corrió conmigo bajo la lluvia y yo cerré los ojos. Estar entre sus brazos me proporcionaba calor y me cobijaba.

Yo quería ser fuerte, odiaba sentirme débil ante el mundo. Pero en ese momento al ser sujetada entre sus brazos, sentía cómo él acogía mi debilidad y la tomaba con tal delicadeza y dulzura, que me era imposible no amar el sentimiento de ser protegida.

Poco a poco bajo el frío de aquella lluvia nocturna, caí dormida en su regazo.

. . .

El sol de la mañana había chocado contra mi rostro, me encontraba dormida en el sofá con uno de mis abrigos encima.

Él estaba sentado en el sillón de al lado, se había quedado dormido en esa pocisión, como si me hubiera estado esperando durante toda la noche.

Me trajo a casa como la vez pasada.

Su rostro se veía agotado, sus ojos permanecían cerrados con esas largas pestañas a la vista, sus labios estaban ligeramente despegados y su pelo se encontraba desordenado.

Palpé mi rostro.

No estaba resfriada, era un alivio.

Me levanté lentamente, tratando de no hacer ni el más mínimo ruido que pudiera despertarlo, pues se notaba que no había dormido bien la noche anterior.

Me dirigí a mi dormitorio y me cambié de manera lenta las ropas que aún se encontraban húmedas.

Esperaba que durmiera más, pero pasó mucho para que él despertara.

-Buenos días -le sonreí.

-Buenos días -respondió con el rostro lívido.

-Gracias por lo del abrigo. Lamento haberme dormido y darte molestias.

-No te preocupes por eso, ¿te encuentras bien? -su voz se escuchaba ronca.

-Estoy muy bien. Aunque tú luces pálido.

-¿Uh?

Me acerqué y sólo para cerciorarme, coloqué el dorso de mi mano sobre su frente.

-¡Ah! —mis labios se despegaron— Itachi, estás ardiendo.

-¿Cómo? -Él se tocó el rostro con sorpresa.

Evidentemente era por la lluvia de anoche, él se había empapado completamente...

-Por favor, deja que te recueste en la cama -le pedí preocupada.

-Uh, yo... —se notaba avergonzado.

-Vas a estar bien, Itachi —ignoré aquello y lo ayudé a recostarse en el dormitorio.

Humedecí y coloqué un paño sobre su frente. Tenía la mirada decaída, y el pelo aún desordenado.

—¿Te duele algo?

—La cabeza —respondió con sinceridad.

—Ahora vuelvo.

Rápidamente puse a hervir agua y preparé una taza de té verde caliente.

Su temperatura seguía muy alta. 

¿Por qué un resfriado común le había caído tan mal?

Sus defensas... ¿Su cuerpo estaba bien?

Me senté en la cama y soplé la taza con cuidado, antes que dárselo a tomar.

-Gracias —respondió.

-No es nada —soplé— eso pasó por que tuviste que protegerme.

-No es culpa tuya, ¿de acuerdo? —me interrumpió— me alegra que tú te encuentres bien. 

-Itachi...

¿Por qué se preocupaba por mí antes que por él mismo?
¿No me había dicho él que no hiciera eso mismo?

–No creo que hoy puedas salir en este estado, te encuentras realmente mal.

Había sido una pena que uno de sus pocos días libres hubiera terminado de esta manera. 

—Tendré que reportar mi ausencia —murmuró un poco decepcionado y dió un ligero sorbo a su té caliente.

—¿Cómo harás eso?

—Utilizaré un jutsu de invocación para que lleve la información por mi.

—Quieres decir, ¿animales? —recordé vagamente uno de los tomos que había leído.

Él asintió y no dijo más.

—¿Qué animales usas?

Él guardó silencio.

—Aves.

—¿Qué tipo de aves?

Él chasqueó la lengua, como quien no quería la cosa.
—Cuervos —confesó.

Abrí la boca con sorpresa.

¿Él podía invocar cuervos? Tenía técnicas ilusorias y entrenamiento, recordé que me dijo que era un prodigio, ¿qué tantas cosas más sabía hacer?

—Increíble, tienes habilidades impresionantes —murmuré.

Él me echó una mirada, no podía descifrar sus ojos de nuevo, pero a lo lejos podía divisar un atisbo de... ¿Era amargura? ¿Por qué?

-Voy a cambiar el agua —bajé la vista al ver la cacerola de agua para el paño.

Sin embargo, antes de poder levantarme, él me tomó de la mano.

-No te vayas —musitó.

Me detuve y volteé extrañada ante su contacto, sentí como los pigmentos carmín se asomaron en mis mejillas.

-No me iré... Te recuperarás pronto, Itachi.

Él me soltó de su suave agarre y yo permanecí a su lado, sentada sobre la cama.

Esas cosas que hacía me confundía, aún no era capaz de olvidar aquel beso bajo los fuegos artificiales y cada vez que pensaba en aquel otro beso en mi departamento mi corazón daba un vuelco. 

Él me observó detenidamente con esos ojos color azabache.
 
-Después de todo, nunca encontré la manera de agradecerte lo que hiciste por mí, desde esa tarde cuando me encontraba herido, hasta esta mañana -suspiró-. Parece que solo vine a causarte  molestias.
 
-Eso no es cierto -espeté- Itachi, es cierto que te he ayudado, pero tu también lo hiciste. ¿Recuerdas la primera vez que me llevaste a casa bajo la tormenta? ¿O incluso anoche cuando me protegiste de la lluvia? Por favor no pienses que me causas molestias, no es así.

Él se quedó en silencio.

Nuestras miradas eras mutuas, acerqué una mano y tranquilamente acomodé los mechones de su desordenado cabello.

-Quería hacer esto desde la mañana -confesé con una sonrisa.

Él tenía una mirada gentil en su rostro.
-Gracias por haberte metido sin previo aviso a mi vida.

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Voy A Salvarte [Itachi y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora