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— Umh

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— Umh... Lo lamento, no fumo— respondió Jungwon con los nervios a flor de piel, pero tratando de sonar de lo más normal—. Pero... Hay una tienda de conveniencia a un par de calles, ahí podrías conseguir uno.

— ¿Enserio? Suena bien.—habló el rubio levantándose de el rechinante columpio, Yang lo vio caminar un par de pasos, pero después se paró y volteó la mirada— ¿No vienes?

— ¿Y-yo?— preguntó el pelinegro.— ¿A dónde?

—A la tienda, claro. No soy de por aquí y no conozco todo muy bien. Creo que sería muy amable de tu parte si me acompañaras.

— Mamá dice que no debo acompañar a los desconocidos.

— Seguro tu madre también te dijo que no debes hablarles, y mira, estamos teniendo una conversación— dijo el desconocido formando una diminuta sonrisa— Vamos, no sé como llegar y necesito fumar esto. No te secuestraré, lo juro.

Durante unos segundos, Jungwon pensaba en negarse e ir de regreso a casa. Su madre, como a todas las personas se les había educado, le específico desde pequeño que no debía hablar con desconocidos, ni siquiera acercarse a ellos. Pero ahora se encontraba caminando por las oscuras calles de aquel vecindario, con un rubio a su lado -al que ni siquiera se había atrevido a preguntar su nombre aún- y guiándolo a comprar el tan ansiado encendedor.

El silencio se hizo presente durante todo el trayecto, pero los ruidos de los autos pasar lo hacía menos incómodo, mientras Jungwon tomaba un par de fotos con su cámara para luego revelarlas agitando un poco el papel y por último, con una sonrisa de satisfacción, guardarlas en el bolsillo que llevaba para no perder el objeto preciado. Finalmente, después de no más de 5 minutos llegaron a una tienda algo solitaria por la hora con un par de focos encendiéndose y apagándose en señal de que estaban dañados además de un fuerte olor a licor y alguna que otra sustancia ilegal siendo consumida por unos tipos sentados a la puerta de esta.

Fueron a una tienda en un barrio de mala muerte, ya que en donde estaba su casa no había tiendas abiertas a tal hora. Ese barrio estaba pegado a el suyo, pero nunca iba ahí ya que su madre se lo prohibia.

"— Ahí sólo podrás encontrar gente drogándose y alcohólica. No te conviene juntarte con ellos, hijo."

Básicamente lo mismo que había en las "reuniones sociales" a las que su familia era invitada, sólo que con gente menos elegante.

— ¡Genial!— dijo el rubio apenas llegaron a esta.— Espera aquí, ya vengo.— dijo para adentrarse a la tienda, pero un suave jalón en su brazo lo detuvo.

— Yo también voy, compraré algo.

Entonces se encogió de hombros y fue directamente a pedir un encendedor económico mientras el pelinegro se dirigía a los refrigeradores, específicamente por una leche de fresa.

Cuando ambos pagaron sus compras, salieron de ahí y volvieron a su anterior ubicación, nuevamente en silencio. El desconocido no encendió su Marlboro hasta que estuvo sentado nuevamente en el columpio azul. Le dio una profunda calada y se dirigió a el castaño.

𝗦𝗧𝗥𝗔𝗪𝗕𝗘𝗥𝗥𝗜𝗘𝗦 𝗔𝗡𝗗 𝗖𝗜𝗚𝗔𝗥𝗘𝗧𝗧𝗘𝗦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora