Maratón: 5/5
El día siguiente transcurrió de manera normal, exceptuando el terrible dolor de cabeza que sufrieron ambos chicos debido a las bebidas que tomaron la noche antes; por suerte Jay contaba con aspirinas a la mano y ambos se pudieron recuperar a lo largo del día. Jungwon avisó por mensaje a su madre que llegaría esa noche a casa para que no se preocupara, sin embargo ella ni inmutada estaba de su ausencia toda la noche anterior.
Durante la tarde, Jungwon tomó un baño y se vio en la necesidad de usar ropa de Jay ya que no tenía otra. Según el mayor lucía adorable con esa playera dos tallas más grande, Jungwon sólo rodaba los ojos y se acomodaba en el regazo contrario en busca de comodidad. Jay se sentó en la cama y Jungwon en sus piernas rodeando completamente al rubio.
— No pesas nada. Deberías comer más— comentó Jay mientras frotaba suavemente su nariz con la de Jungwon— ¿Quieres ir a McDonald's? No hemos comido y tengo un poco de dinero.
El menor hizo un pequeño ruido en forma de quejido: — Estoy muy cómodo aqui...
— Está muy cerca. Vamos, ¿sí? Hay que comer, Wonie.
El menor se separó del rostro de Jay y después de asentir y plantar un beso sobre los labios ajenos, se levantó del mayor y acomodó su ropa. Después de tomar un poco de dinero salieron de casa y se dirigieron a McDonald's a comprar dos hamburguesas. Regresaron en cuestión de quince minutos acompañados de una plática sobre porqué la leche de plátano es mejor que la de chocolate.
Las llaves abrieron la puerta y tras tomar los vasos y un jugo de mango que había en el refrigerador, se pusieron a comer alegremente.
— ¡Y Riki se cayó tan pronto se sentó en la silla!— Jay soltó una carcajada tras los pequeños relatos que el menor le contaba que vivía en la escuela.
— Ah... Extraño la escuela— mencionó el mayor dando una mordida a su alimento.
— ¿Hace cuánto que no vas?
— Creo que desde los... trece.
La boca de Jungwon formó una pequeña “o”.
— ¿Por qué dejaste de ir?
Jay resopló: — Mi padre no podía pagar los gastos básicos, mucho menos una colegiatura. Yo sobrevivo básicamente de una herencia que me dejó mi abuela al morir, además, a veces cubro a gente en una tienda cerca de la tienda de útiles escolares. El dueño es un conocido mío y no tiene problema en que lo haga, sólo quiere que haya gente que atienda a los clientes. Es lo mejor que tengo ya que, teniendo mi edad y con la primaria apenas terminada no hay muchas opciones laborales.
— Ya...
Sinceramente Yang no sabía qué decir.
— ¿Te gustaría que te recoja en tu escuela?— preguntó el rubio de pronto.
— ¿Q-Qué?
— ¡Si! Yo podría irte a recoger y venir a dejarte a tu casa, seria divertido.
— ¿Enserio?
— ¡Por supuesto!
Las orejas de el menor se enrojecieron y asintió lentamente mientras daba otro bocado a la hamburguesa. Realmente le emocionaba la idea, pero... Ahora que lo pensaba, no era buena idea.
— Mejor no...
— ¿Por qué?— cuestionó el mayor.
— Harán preguntas. Todo el mundo preguntarán quién eres y no sería bueno decirles que no eres de las familias donde vivo.
Jay asintió recordando ese pequeño detalle.
— Tienes razón.
— ¡Pero nos vemos siempre en el parque!— comentó el menor emocionado por su costumbre de encontrarse durante la noche.
Siguieron platicando de cosas triviales y, tras una sesión de mimos, el menor se dirigió a su casa, ya era hora de volver después de casi un día entero de ausencia. Tan sólo esperaba que no fuera recibido con un regaño o estaría acabado.
Caminaba por las calles solitarias y se dedicaba a oler la fragancia de las flores que antes había mencionado, esas que soltaban un rico aroma cuando la noche caía.
Entonces, se dio cuenta que Jay era como esas flores. En el día no llegaba a algo más que hablar de cosas tan simples como su película favorita, escondiéndose o simplemente siendo pasado por alto. Pero en la noche, se abría y hablaba y hablaba de cosas sumamente interesantes a los oídos de Jungwon, liberándose.
Jay era como las flores.
Daba ese toque de delicadeza entre ambos chicos, ya que, aunque Jungwon pareciera ser el delicado y Jay el fuerte, a veces era lo contrario. El rubio podia ser tan vulnerable cuando menos se esperaba, derrumbarse ante los recuerdos de su pasado... Y llevarse a Jungwon junto a él, quien cargaba el peso de ser el soporte de el mayor. Jungwon no se daba cuenta, pero el estar con el rubio comenzaba a absorberlo, a hundirse en ese lago de sentimientos encontrados que los atormentaba a ambos. Niveles distintos, situaciones distintas, mismo dolor.
Y es que no llegaba a comprender qué mierda era ese terrible sentimiento en su pecho, él quería ayudar a Jay, quería ayudarlo a salir adelante con sus problemas, sus pensamientos, su adicción. Pero lograba absolutamente lo contrario y terminaba perjudicándose a sí mismo.
Porque, aunque no nos queramos dar cuenta, ayudar a la gente con la magnitud de importancia que tiene Jay en Jungwon era realmente peligroso, para la mente, para el cuerpo y para el corazón.
Él nunca habia tenido esa fea sensación de nostalgia en su interior, dormía bien por las noches, se consideraba a si mismo alguien bueno y tranquilo. Ahora se sentia ahogar, empezaba a despertaba con ojeras bajo sus ojos de tanto pensar en la noche y hasta le faltaba el respeto a sus padres escapándose de casa durante las veladas.
Finalmente llegó a casa tras un pesado suspiro, y encontró a su madre sentada en el sillón.
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𝗦𝗧𝗥𝗔𝗪𝗕𝗘𝗥𝗥𝗜𝗘𝗦 𝗔𝗡𝗗 𝗖𝗜𝗚𝗔𝗥𝗘𝗧𝗧𝗘𝗦
Fanfiction𝗝𝗔𝗬𝗪𝗢𝗡 | ❛❛Siempre me dejas queriendo más... Las fresas y los cigarrillos siempre saben a tí.❜❜ A Jungwon le gustaba ver al chico de mirada triste que salía a fumar sentado sobre el columpio, en medio de la noche. © hyukind