CAPÍTULO I

91 7 0
                                    

La primera de las almas que les detallaré, no es la pionera en mis visitas fantasmales, sino la que llego al último. La coloco al inicio porque los clasificare en el orden de su sed por maldad, o así lo aprecio yo. Es solo una figura de niña que ha sufrido y padece todo el tiempo una tortura agobiante, pero que no los engañe su maldita máscara de mártir inocente que murió en sacrificadas circunstancias, su macabra risa una vez que te engancha puede quitarte el aire.

  La segunda pero no menos importante, también parece imitar la esbelta apariencia de una mujer, cuando la conocí estábamos en un sueño por los callejones de piedra como hace miles de años atrás, con la fría mirada que enfocó supe que estaba inerte, y el vestido rojo que portaba no le servía aun así para tratar de otorgarle viveza en su rostro o demás piel. Se ha plasmado un montón de veces más ante mí, pero no le temo de manera incontenible, más bien inspiró en momentos anteriores unas cuantas escrituras mías sobre lo escalofriante que puede ser “El Purgatorio”.

  El tercer ente, lo percibo como una figura del infierno directamente, puesto para asecharme y ser grotesco con su sola presencia. Es masculino, sus líneas lo denotan de esa manera y cada curva avejentada, oculta por una túnica me hace quebrantarme del susto. Este si lo podría denominar como el que inauguró la puerta a las pesadillas del lado obscuro y desconocido. Sé que es inapropiado pero cuando solo pienso en el lúgubre recuerdo que está en mi mente, siento vértigo. La maldad ha envuelto con grandes magnitudes su esencia, si tuvieran en esa dimensión paranoica cargos, yo apuesto porque él manda o está por encima de las dos anteriores almas. Parece que su persistencia lo caracteriza, innumerables oportunidades oso a pensar que me sigue y en el momento que caigo dormida en el ensueño, continua observando; allí en silencio apenas sin dar rastros de estar.  Por ese tremendo puto “silencio” le he aportado más turbación. Nunca se cuándo actuará.

  En los meses que constaron para las experiencias extrahumanas, dude en algunos días de mi sentido común. Pero ahora estoy más segura que antes de que está pasando.

  Cuando vienen, mi cuerpo se desadormece rigurosamente y no puedo moverlo, solo es una impotencia la que emerge en seguida.   Lo único que responde a mi cerebro son el par de ojos que aun diría tengo “el control”. Los demás miembros que me conforman se han acalambrado, y pesan a montones.  Siento una brisa fría transcurrirme por el área de mi confort, también me percato del sudor helado que baja desde la nuca hasta los talones, inundándome de agua sal.

  Jalan las cobijas, mis piernas o los brazos, hablan conversaciones inentendibles, me tocan con su cualidad álgida en la frente, hacen ruidos por las paredes o en la cama, se ríen dementes, toman reposo junto a mí, y hasta en una ocasión descontrolaron la música que salía de los audífonos volviéndola solo susurros perversos.

 No siempre se plantean igual, cada visita es distinta a la anterior y nunca han venido los mismos en una sola noche.

Eso es lo que me produce miedo, que sean tan espontáneos.

 

  La penúltima vez que me acompañaron, fue en temporada navideña. La pequeña niña se acostó conmigo y no soltaba mi cintura con sus delgadas y frágiles manos. Pasaron algunas cosas extrañas porque el ritual de no poder moverme fue un éxito. Luego de eso había pasado mucho tiempo, yo me sentía a salvo.

Comencé a acostumbrarme a que mis veladas tengan paz y de repente regresan. DOS MESES DESPUÉS.

  No fue cualquiera el que me hizo recordar que jamás estaría sola, surgió el ente masculino a jugarme una pasada entre los últimos días de febrero. Hubiese sido reconfortante que su acto solo haya tenido un número, pero no fue así. Diversas oportunidades me molestó (De 23:58 a más o menos las 4 de la mañana).

  Comencé a consumirme de miedo. Orine mis sabanas, porque a la última hora pude visualizar por completo y a detalle su mano a una distancia en que respire su aroma de muerte.

  

-¿Podemos mudarnos? –Rogué a mi madre con el tono de voz más sutil para que aceptara mi propuesta.

ESPECTRALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora