CAPÍTULO IX

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Georgia retorna y me otorga seiscientos dólares.  Ni menciona la inequidad que presenció.

  Existe un pequeño bar, allí dentro de Calavera Kuis.
  Mis ojos siguen al misterioso entrar a este lugar y mi cuerpo se atrae como un gran imán a su pieza.
  Tomo asiento junto a él.

- Gane dinero por tu actuación, bien hecho. -Le planteo.-Podría invitarte un trago para que sepas mi gratitud.

  Deja unos billetes sobre la madera, toma postura y se larga.
Bill penetra el lugar y me pide que no insista con el misterioso.

-Voy a correr hoy Bill.

-Ni siquiera trajiste tu moto, y has prometido no hacerlo. –Gruñe.

-Seguro Georgia me presta una de sus compañeros. -Y voy al matadero.

  Me apasiona correr, siento que se vuelve parte de mi sistema y me eleva hasta que mis venas no pueden controlar tanta excitación.

  Bill me asiste hasta la posición final en donde la mujer esbelta dice el discurso:

-Den honor a la vida, y que la muerte les tenga clemencia.

  Mis dedos proclaman el inicio y la moto prestada se siente ligera. El cuenco posterior de mi transporte tiene la seguridad inestable, parece que se abrirá.

  Siento el aire cortarse con mi cara y los poros abrirse para recibir frío.
 Me enerva el cuenco mal ajustado. Primera vuelta y sudo tanto por el frenesí. El maldito maletín suena por el movimiento en las curvas. Segunda vuelta, se extiende la tapa del cuenco... Dentro habría aceite y empieza a regarse por el suelo en todas partes.
  Pierdo el control de la estabilidad. Me detengo y las motos detrás de mí, chocan con un muro; los preocupados se dirigen a buscarlos para brindarles ayuda, un imbécil que no pensaba en nada quizá llama a la ambulancia delatándonos. Se dispersan de repente cuando perciben el sonido de una patrulla.

Bill ¿dónde estás? -Empiezo a gritar a grande voz, porque entre la multitud de caos se me perdió su ubicación.

  No puedo hallarlo.
  El misterioso, sale desde la profundidad del extravagante desconocido.  Subo a su moto y nos vamos. Parece que no puede comunicarse aún.

  Los agentes atrapan y encierran en un carro a unos partícipes, otros veloces como yo. Obtenemos la mano de un completo extraño.

-¿Porque me ayudas?

-Cuestión de hacer lo correcto.

-¿Es muy correcto asistir a la Calavera? -Interrogo.

-Necesito el dinero.

  Zeus, lo llaman algunos. O esa historia la inventa para mí cuando me rescato. Noté en su moto un montón de firmas.

-¿Porque rayas la pintura? -Indago.

-A todo le buscas explicación. -Reniega Zeus. -Es cosa mía.

  Estaciona el vehículo cerca del cementerio "Las Almas del Paraíso" y abre el candado que obstaculiza el acceso.
  Cruzamos entre las lapidas tan velozmente, que no entiendo como no golpea.
  Hay una banca, posado en la mitad de la cima de una loma. Desmontamos y nos quedamos allí acompañados del frío de la noche.

-¿Porque me traes aquí?

-Ahora ya nunca olvidarás nuestra primera cita. -Dice.

-Creo que conocer a un hombre llamado Zeus, era suficiente para hacer algo remembrado. -Suelto.

-Aun no me dices tú nombre de pila. ¿Cuál es?

  Al inicio, pienso en contestar "Jim", como me bautizo mi madre. Pero analizo el momento.

-Helena.-Vocalizo.

-¿Porqué escoges a la amante del rey del Olimpo y no a su esposa?

-Porque Helena, es la luz en medio de la obscuridad. Y tú pareces de esos chicos que se la viven en callejones donde no perciben nada por tanta tiniebla.

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