CAPÍTULO XV

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Con el alma nerviosa, sin nada de ataraxia corriendo entre los espacios de mi interior. El motivo es que estoy sola, la casa se proclama silenciosa, totalmente susceptible a ataques del inframundo.

  Tal como comienzo a imaginar, nacen ruidos pequeños del piso inferior al mismo tiempo en que yacen las putas  músicas psicodélicas en armonía con la pericia de causar como efecto un miedo irreprimible.

  ¿De nuevo? Después de años de paz en esta casa a la que huí con las secuelas de mi espanto nada ordinario.

  Escucho pequeñas secciones de gritos entre cortados mezclándose con unas cuantas lenguas en unido bramido feroz; me están llamando, lo preveo. Quiero correr de este perverso teatro en donde la actriz que muere, parece que la desarrollo yo. ¡Lúgubre origen de fantasmagóricas esencias!

  Me atrevo a abrir la puerta de la habitación actual, después de unos rasguños que la atraviesan. Solo con el impulso de querer descubrir quien daña la madera, que individuo está detrás de este chiste de mal gusto. Espero con todas mis ganas del cabal que me mueve que sea un humano demente, a que otra cosa.

  No hay nadie.

-¿Quién demonios me jode? –Expulso con asco, llena de exasperación sínica.

  Miro la pared frente a mí porque le brota sangre, los colores se disuelven con la esencia y la pintura se desborda al suelo. Como resultado final se avizora unos símbolos que van tomando forma hasta ser letras en mi idioma, entendible para comunicarme un mensaje (de advertencia).

  “YA ES HORA”.

  Decido aproximarme hasta el muro repugnante al que irradia olores fuertemente nauseabundos. Le clavo mi oreja cerca, porque hay susurros ocultando alaridos en sus conversaciones.

-¡GAUDETE! ¡VRIJEME! ¡அதைநேரம் ¡  -Paran solo unos segundos. -¡YA ES HORA!

  Me desmayo con rudeza, caí en el piso estropeando mi peinado que ya había arreglado para la cita con Zeus. Ahora lo único que deseo es que el este aquí conmigo, protegiéndome de aquellos.

  Un beso de repentino instante, lo percibo en mi frente. Abro las pestañas con algo de esperanza de ser rescatada por mi muchacho misterioso.

  Me equivoco, solo la neblina invade todo. Es lógico que en Sherklains esté presente pero ¿dentro de la alcoba? Eso no era señal de algo positivo. La maldita visita no terminaba.

  Sedujeron con sus curvas negras, cubiertas por telas obscuras, los movimientos que daban. Estaban hipnotizándome, de pronto se transportan a la esquina superior izquierda de mi pasillo. 

¡La cara de un rojo individuo con la túnica larga! Los ojos de color marrón vivo pero su fragancia hediondamente muerta, los cuernos delgados algo finos en la mollera y del par de lagrimales  con gotas de líquido amarillento. Posándose como araña en una posición incómoda para cualquier ser humano. Desdobló su cabeza a trescientos sesenta grados con tal brusquedad que esta se desmembró y cayó separándose del cuerpo. De su cuello decapitado asomaban huesos, músculos o cualquier cosa que fueran. ¡Mierda!

 

 Me había fijado demasiado en el recipiente que quedo degollado, desatendiendo la puta testera tendida en los tablones viejos. Esta emprendió una ruta dirigida a mí (rodando dejaba una especie de baba). Segregaba también saliva de su boca, un fluido tan ceroso que quise vomitar.

  Cuando estuvo lo suficientemente contiguo a mi oreja, susurró.

-¡YA ES HORA! – Esa voz tan gruesa que parecía salir de un parlante en máximo volumen, gritaba.

  Tras pasar por aquello, solo me digé en desentender ¿Cómo desapareció todo tan rápido? Se esfumó, expirando la escena, como la neblina al salir el sol.

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