CAPÍTULO XVI

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  Solo aspiro niebla en este sector por la noche, aunque en todas las calles hay pero aquí se concentra más por ser el centro del pueblo. Me atreví a salir, pese al acontecimiento escalofriante.

                 

-Aquí estas. –Le digo a Zeus.

-Sube. –Propone el, indicándome su casco.

-¿Por dónde piensas acceder? –Susurro.

  No me responde, pero conduce hasta el otro lado de la pinacoteca en otra calle, donde iría a dar en el segundo piso subsuelo las ventanas.

-Sostente. –Grita mientras no quita el brazo de la manilla.

  Atravesamos el cristal del sótano, sé que habrá problemas más grandes que diversión.

  El vecindario está rodeado de oficinas, por eso presiento que ninguna persona ha odio el impacto.  Además no trabaja algún empleado en la instalación por la falta de presupuesto.

 

  Tengo vidrio en mi abrigo y debo sacármelo para evitar que profundicen mi carne. Zeus me brinda su chompa. Ahora caminamos de la mano, hasta la planta alta, donde hay unos pasamanos de barrotes negros, que dejan un espacio entre el suelo y su material, un espacio en donde entran las piernas para que queden colgadas en el aire. Allí nos colocamos.

-¿Cómo va tu sembrío de rosas?

-No puedo ponerlas… me siento inútil –Dice Zeus. –He traído algunas para que las plantes en tu jardín.

-Jamás me habían dado semillas. Me siento muy especial. –Bromeo.

  Le indico mis esculturas favoritas sin movernos de nuestro espacio, pues el área es un punto exacto para visualizar todos los elementos del museo. Un pez con más de trece ojos, una vara de espinos que aun poseía sangre, un cuadro que relataba el infierno y cada sufrimiento en el que la gente aguantaba su condena, un oso disecado que no poseía cobertura en su panza por lo que las tripas eran visibles al público y un feto lleno de marcas que le dejaron los rituales que se practicaron en él.

-El feto, ¿Crees que mereció ser parte de este circo en el que la gente se burla de la diferencia de lo común?

 

-¡Tienes razón! –Le digo. –No tuvo tiempo de vivir, ni decidir qué haría con su cadáver.

-Tómame en serio, Helena. –Me pide. –Es brutal ver tanto sadismo en un sitio juntado. Las intenciones que me reflejan, son inmortal martirio.

-¿Por qué inmortal?

-Cierra tus ojos. –Exige y obedezco. –Ahora, ten en tu cabeza cada uno de los objetos del museo, no olvides ninguno por mas efímero que parezca. Piensa en la historia detrás de su tormento, la agonía o las burlas que pasaron. El dolor imparable para terminar siendo petrificados en cosas de “arte de colección”  y no abandonan su contenedor porque la crónica de su discriminación continua. ¿Escuchas? Son sus gritos que piden clemencia.

 Abro rápido mis párpados porque he odio alaridos de multitudes de voces, y me aterra. No se cómo Zeus logró hacer esa simulación dentro de mi cabeza, pero es demasiada tristeza en un salón. Tanto que me pone incómoda, me siento insensible por haber creído que era agradable ese lugar que vanagloria el sufrimiento.

  Estamos marchándonos, hemos oído unas sirenas pasar y corrimos haciendo uso de la moto con rayones.

  Cerca de llegar a mi departamento en la calle 84, le pido que nos quedemos en una banca a unas cuantas cuadras para poder platicar. Me mira un poco distinto, como si el brillo de los postes me afectara en el rostro.

  Ubicados a solo centímetros de las bocas me sonríe, y soy feliz por el tiempo del infinito. Percibo que besara mis labios porque se acerca con velocidad.

  Se detiene.

-Eres una gran amiga. –Pronuncia, siento como el infierno me llama a ser una más en la prisión de impotencia.

  Para no quedar como una idiota, me pongo de pie pronto, le doy un vistazo burlesco y  respondo que: “jamás lo vería de otra forma más allá de ser amigos”. Sé que mentí.

  Ahora me percato que experimenta Bill cada vez que debe estar conmigo, también su inutilidad en poder hacer que mutémos en un mismo corazón latiendo para que las almas se junten. Afronto que es el karma.

  Me retiro caminando entre las sombras.  Él me toma de la mano y me vibra el sistema óseo.

-¿Te marchas sin despedirte? –Reclama, mostrando su mejilla.

  Saco mi brazo, extiendo la mano y se la estrecho. Desde ahora en adelante no quiero estar próxima a su cara, me tienta con tanta facilidad que es preferible marcar límites a mi persona.

  Zeus no muestra tenerle importancia a la diferencia de nuestro desprendimiento.

  Tomo el teléfono al arribar mi alcoba, me contesta Bill.

-¡Estas demente! Son las 3:00 de la mañana, la gente mortal descansa para este instante.

-Te quiero. –Le agrego a su queja.

-¿Qué necesitas?

-Es de verdad, te quiero Bill. Has aguantado ser mi amigo todo este tiempo, pese a las adversidades. Creo que eres muy valiente.

-¿Has bebido? –Cuestiona el.

-No ingiero alcohol, estas al tanto. Pero creí que era momento de reconocer lo fuerte que te presentas en nuestra relación amistosa, pues yo en tu lugar hubiera abandonado la lucha. –Suspiro. -¡Duerme bien, Bill!

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⏰ Última actualización: Mar 15, 2015 ⏰

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