Escocia, año 1690
Gordon sentía que el peso del mundo estaba cayendo sobre sus hombros. A pesar de mover cielo y tierra para sacar a Aiden de esa roca, la maldición de Marcus Armstrong era una enfermedad que solo aliviaría el paso de los años. Mientras tanto, él cargaba con todas las obligaciones del clan MacQueen. Últimamente, las fuerzas oscuras amenazaban la paz de su pueblo. Demonios y aberraciones de la naturaleza servían como títeres en un juego de poder comandado por hombres necios, de mente perversa.
—Me inclino ante tí, Dagda, mi padre y guía espiritual. Porque tu caldero mágico puede saciar a todos los seres de la Tierra, hoy te pido que satisfagas el hambre que devora mi corazón. Ayúdame a proteger a los desvalidos —el hechicero se postró frente al altar del integrante de los Tuatha Dé Danann.
Entonces, la figura de madera frente a él se desvaneció para revelar a un individuo de altura imponente, ojos plateados y larga cabellera castaña.
—Los tiempos difíciles solo afectan a aquellos que respiran para defender a los suyos. ¿Qué te aflige, hijo mío? —inquirió el dios.
—Una guerra está a punto de desatarse. Siempre tuvimos este conflicto con el clan Borthwick, debido a un culto secreto, formado por miembros de la alta estirpe que se dedicaba a violar a nuestras mujeres y sacarles los ojos como parte de ritos satánicos, pero logramos solucionarlo, gracias al Laird Ewain. Recuerdo el día en que mi hermano y el jefe Borthwick firmaron un acuerdo de paz e iniciaron la caza de aquellos criminales, mas últimamente, se ha desatado una ola de muertes inexplicables, provocadas por magia negra, y me acusan a mí, a mis compañeros druidas. Dicen que aún sentimos rencor, que no olvidamos el pasado, y quieren sangre. Necesito hallar al culpable de esta masacre.
Dagda desvió la mirada. Veía mucho dolor en el futuro de su protegido. Lo que el joven iba a descubrir era simplemente desgarrador, y no había nada que pudiera hacer para ahorrarle el sufrimiento.
—La persona que buscas está muy cerca. Prometo guiarte hacia ella y darte todas las fuerzas para que llegado el momento, cortes ese mal de raíz. Mientras tanto, asegúrate de pasar tiempo de calidad con los que amas.
—Gracias, señor.
Esa noche, todos bebieron y danzaron, mas la celebración de Gordon fue apenas una jarra de cerveza frente a la estatua de Aiden.
—Supuse que estarías aquí.
Solamente esa dulce voz lograba tranquilizarlo en los instantes de agonía.
—Hola —murmuró él, sentándola en sus piernas.
—Espero que luzcas más animado en el día de nuestro casamiento.
—Larah, el día de nuestro casamiento será épico. Me unirá a la mujer que amo —le acarició la mejilla—, pero ahora mismo me procupan las muertes del clan Borthwick. No deseo una guerra.
—El ejército de los MacQueen tiene lo que se necesita para responder a una amenaza. Aiden y tú se encargaron de convertir a sus soldados en armas letales.
—Un buen Laird debe evitar conflictos, no lanzarse sobre ellos.
La muchacha se incorporó abruptamente.
—Creo que esos perros obtienen lo que merecen. ¿Ya olvidaste las familias que rompieron, las chicas a las que perjudicaron? —inquirió irritada.
—Las pérdidas del pasado no son resarcibles. Estuve allí cuando todo pasó, las lloré y las enterré, pero el individuo que hace esto, es un asesino, no un justiciero, y recibirá su castigo.
Larah decidió no continuar con el asunto. El tono de Gordon se había endurecido. No admitía fundamentos ni reproches, así que lo dejó a solas. Aunque no compartiera sus criterios, estaba enamorada de él, y lo respetaba, más que a nadie.
* * *
Cinco días después, la voz de Dagda sonó como una llamada celestial en los oídos del mago. Ya es hora de ponerle fin a esta cacería sangrienta. Hay una cabaña en medio del bosque. Allí se refugia el asesino.
Solo Patrick y William lo acompañaron a la misión. A medida que avanzaba, Gordon sentía un dolor muy fuerte, una pésima sensación que le oprimía el pecho.
—Espérenme aquí.
—Siento una poderosa energía oscura. No te conviene entrar solo, amigo —advirtió Patrick.
—No te preocupes, yo nunca ando solo.
La puerta se abrió sutilmente, mostrando un reguero de cadáveres pútridos, pero lo más horroroso de esa escena fue encontrarla a ella, justo en el centro, cómoda consigo misma.
—¿Larah?
—G-gordon. ¿C-cómo? Yo, n-no...
—Dime que no estás involucrada en todo esto, que no es lo que creo.
—Me gustaría poder complacerte, mi amor, pero no —suspiró poco contrita—. Ese maldito clan pagará por los perjuicios ocasionados. Ya casi termino. Unos cuantos sacrificios más... y listo.
—¡Por Dios! ¿Acaso te escuchas? ¡Hablamos de las vidas de personas inocentes, criaturitas recién nacidas, viejos, mujeres honestas! ¿Cómo has podido caer tan bajo? —exclamó fuera de sí.
—¡Mi causa no es menor que la tuya, Gordon! ¡¿Crees que eres el único que tiene derecho a matar, en nombre del todopoderoso panteón celta?! Esos cerdos me obligaron a ver cómo ultrajaban el cuerpo de mi tía, de la única figura materna que conocí. La golpearon hasta el cansancio, y después la atravesaron con una estaca. No hay noche en la que no recuerde sus gritos de dolor, sus súplicas. Durante mucho tiempo me refugié en tus adorados dioses. Le recé a Morrigan, a Dabd, incluso a Dagda, para que vengaran a nuestros muertos, ¿y sabes qué? ¡Ninguno me contestó! Así que busqué a una deidad capaz de ayudarme. Los emisarios de Lucifer solo piden almas, a cambio de un poder indescriptible.
El hechicero palideció al escucharla. Esa no era la Larah de la que se enamoró, no era su prometida.
—No puedo permitir que sigas haciendo daño, y tampoco quiero perderte. Por favor, abandona esta venganza, confiesa tus crímenes.
—¿Crímenes? No, una vez que el imbécil de Borthwick nos declare la guerra, arrasaremos con todo lo que tiene. Su clan es débil y patético, no resistirá a la furia de los guerreros entrenados por los legendarios hermanos MacQueen. Entonces, recuperaremos el honor que nos arrebataron.
—Juré proteger a mi pueblo de cualquier amenaza, Larah, incluso si dicha amenaza se trata de tí.
—¿Serías capaz de lastimarme? —preguntó la muchacha entre sollozos—. El silencio otorga. Lo lamento, Gordon. Fuiste, eres y serás el amor de mi vida.
De repente, varias navajas afiladas se elevaron en dirección al joven, cuyos ojos se tornaron negros, como la penumbra. La comisión espiritual que velaba por él se apoderó de su cuerpo, neutralizando las armas en cuestión de segundos. Uno de los cuchillos se volteó en dirección contraria y atravesó el pecho de Larah.
Gordon le dio una última ojeada a la bruja. Observó sus finos labios, su pelo color café, los ojos grises. Espero que encuentres la paz que anhelas, mi reina.
—¿Qué pasó ahí dentro? —interrogó William al notar el semblante de su colega.
—Todo acabó. Quemen la cabaña.
El corazón de Gordon nunca latiría igual. Acababa de perder a su compañera, a su gran amor. Pasarían muchos siglos para que el brujo volviera a sentir...
Hola chicos. Aquí está el primer capítulo sobre la historia de Gordon. Los invito a que comenten qué creen acerca del pasado de este highlander.
Gracias por leer. Besos 😍😘
ESTÁS LEYENDO
El encanto de las Highlands (Libro # 2 de El reino del highlander)
RomanceLa paz ha llegado al pueblo de Oban. Aline y Aiden no pueden ser más felices, pero no todo termina aquí, porque Gordon MacQueen está a punto de conocer a una persona que revolucionará su vida. Esta es la historia de amor de Gordon y Gena. 19/10/21:...