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Un ligero toque en la punta de la barbilla de Wenbao por Yongnan transmitía un calor que se expandía por el cuerpo de Wenbao. El rubor corría por sus mejillas, encendiendo en Yongnan el deseo de acariciarlas.

—Señor... —murmuró Wen Bao.

Inmediatamente, Wenbao desvió la mirada, incapaz de atreverse a sostener la mirada penetrante de Yongnan. Esa mirada parecía emitir un destello que hacía vibrar su corazón. El joven, temblando, hizo que Yongnan recuperara la compostura. Cerró los ojos y reprimió todos los pensamientos, retirando con pesar sus dedos de la barbilla suave.

—Es tarde. Deberías ir a dormir, Aguí —dijo Yongnan.

Wenbao, sorprendido, también volvió en sí. Miró a Yongnan con confusión, sin entender por qué su cuerpo reaccionaba de esa manera cada vez que estaba cerca de él. Parte de sí lo temía, mientras otra parte deseaba esos breves toques.

—Sí, señor —respondió Wenbao apresurado, saliendo rápidamente del salón. Al llegar a la pequeña habitación que le habían asignado, se lanzó a la cama y se cubrió completamente con la manta, temblando hasta calmarse.

En sus dieciséis años, casi diecisiete, Wenbao nunca había experimentado tal sentimiento. No comprendía qué era esa sensación de agitación en su pecho, una mezcla de placer y dolor que amenazaba con hacerlo explotar, especialmente cuando la imagen de Yongnan invadía su mente.

—¡Estúpido Wenbao, despreciable! —se reprendía a sí mismo con rabia.

Apretó los dientes, intentando dormir, aunque le resultaba casi imposible. Pasó la noche entre sueños y despertares, atrapado en una confusión que no podía resolver. Durante toda la noche, sólo vio a Yongnan en sus sueños.

***

Chen Yongnan entró en su habitación. Vio la sombra de su esposa en la penumbra sobre la cama. Se quitó el uniforme militar, pero se puso un bata antes de acercarse a la cama con pasos silenciosos. A pesar de ello, Fang Xin se despertó.

—¿Has vuelto? —preguntó Fang Xin.

Tras sus palabras, un ataque de tos la sacudió. Su rostro, pálido en la oscuridad, preocupó a Yongnan, quien se apresuró a sostenerla y ayudarla a incorporarse.

—¿Cómo te sientes, Fang Xin? —le preguntó con preocupación.

Fang Xin forzó una sonrisa. Estaba frustrada por la fragilidad de su cuerpo.

—Es solo por la humedad. Mejoraré cuando termine la temporada de lluvias. ¿Y tú? ¿Tuviste un día difícil?

Fang Xin preguntó con atención mientras levantaba la mirada hacia su esposo, que la abrazaba con respeto y amor. Aunque se les había obligado a casarse por deber, Yongnan era un buen esposo, tanto que Fang Xin le había entregado todo su corazón.

—Cansado como siempre. Entrenar a nuevos soldados para convertirlos en una fuerza formidable no es nada fácil.

Comentó con preocupación. Aunque la guerra parecía estar cerca de su fin, aún no era momento de bajar la guardia. El Imperio Japonés aún no se rendía, aunque Alemania, uno de los líderes del Eje, estaba cada vez más debilitada.

—Lástima que soy mujer; si fuera hombre, pediría trabajar para la nación. Pero como soy mujer, solo puedo ayudar a aliviar un poco el estrés de mi esposo.

Fang Xin alzó el rostro para recibir el beso de su esposo. La joven se acercó a él cuando Yongnan la atrajo hacia su abrazo. Yongnan le quitó la ropa a Fang Xin, dispuesto a darle la felicidad que merecía como su esposa. El deseo natural despertó en él, y Yongnan bajó la cabeza para besar el pecho de Fang Xin, quien lo aceptó con gusto.

El Telón De Seda Con El Patrón del Tigre [ม่านไหมลายพยัคฆ์]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora