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Chen Yongnan se acercó al grupo de personas, hasta que la figura central de la conversación volteó a mirarlo, y todo se detuvo. Un hombre de mediana edad se levantó y caminó hacia él. Yongnan inclinó la cabeza respetuosamente en señal de saludo, a lo que Wu Jin Hai respondió con la misma inclinación.

—Debe ser sorprendente que no haya muerto a manos de los japoneses, ¿verdad, Teniente Chen?

—No es así, señor Wu.

Aunque detectó el tono sarcástico, Yongnan no dejó que le afectara. Mantuvo una expresión tranquila en todo momento, a pesar de que ambos pertenecían a bandos políticos opuestos.

—Nadie merece morir en una guerra —respondió.

Jinhai esbozó una sonrisa al observar al joven oficial, nieto del máximo líder del país. Conocía bien a la familia Chen, pues antes de convertirse en adversarios políticos de Chen Jinghe, había sido una pequeña pieza en el partido nacionalista desde la caída de la monarquía absoluta. Sin embargo, los políticos no cumplieron con sus promesas, continuaron robando al pueblo y enriqueciéndose a costa de su sufrimiento. Jinhai había estudiado las nuevas ideas políticas de Rusia, que abogaban por la igualdad entre las personas, y expandió esas ideas entre sus compañeros hasta que pudo formar un partido político basado en esos principios.

—Todos moriremos eventualmente, Teniente Chen —dijo Jinhai lentamente, pero enfatizando cada palabra.

—La diferencia está en cómo seremos recordados. Algunos mueren en vano, sin siquiera una tumba que los honre, mientras que otros mueren con todo, aunque no puedan llevarse nada consigo. Eso ocurre porque no todos tienen las mismas oportunidades.

Yongnan no se sorprendió de que las palabras de Jinhai calaran hondo entre aquellos que vivían llenos de resentimiento. Él mismo había leído sobre el sistema político ruso y comprendía su esencia, aunque no creía que esa sociedad ideal fuera alcanzable.

—Es cierto que no todos tienen las mismas oportunidades, pero podemos buscarlas, señor Wu. La cuestión es si las oportunidades que elegimos benefician al colectivo o solo a nosotros mismos.

El líder del partido socialista se quedó sin palabras ante el comentario del joven. A pesar de que Yongnan mantenía una sonrisa y su tono seguía siendo respetuoso, sus palabras eran como una cuchillada que dejaba una herida sutil.

—Todos desean hacer algo por sí mismos —dijo Jinhai con firmeza—. Por eso les doy a las personas la oportunidad de luchar por ellos mismos. ¿Cuánto tiempo más soportarán ser oprimidos? El cambio solo ocurrirá si están dispuestos a pagarlo.

Yongnan escuchó pacientemente, esperando a que Jinhai terminara de hablar antes de responder.

—El cambio conlleva una gran responsabilidad. Solo espero que, si el cambio ocurre, aquellos que lo provocaron estén dispuestos a asumir esa responsabilidad.

El rostro de Jinhai se tensó visiblemente, y Yongnan decidió no seguir presionando la conversación.

—¿Le gustaría quedarse en el campamento militar, señor Wu? Puedo hacer que le preparen un lugar —ofreció Yongnan.

—No, gracias —respondió el líder socialista con un tono áspero, alzando la barbilla—. Prefiero quedarme con los aldeanos que han huido de la guerra.

Con altivez, Jinhai se dio la vuelta y regresó al grupo con el que estaba conversando. Sabía que, para ganarse a las personas, debía acercarse a ellas en sus momentos de mayor desesperación y mostrarles una esperanza. La ideología socialista se convertiría en una luz en medio de la oscuridad, y eso garantizaría el éxito de su causa. Él y su grupo aprovecharían el momento en que el partido nacionalista estuviera distraído con la guerra contra Japón para atraer a las masas. Al finalizar la guerra, tendrían a la clase obrera y a los campesinos de su lado, y con ello, pondrían fin al régimen dictatorial militar.

El Telón De Seda Con El Patrón del Tigre [ม่านไหมลายพยัคฆ์]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora