(21)

196 24 0
                                    

El peso que se apoyó alrededor de su cintura, tirando suavemente de su cuerpo delgado hacia un abrazo, hizo que Wenbao se despertara, aunque esa fuerza trataba de ser lo más suave posible. Sus pestañas parpadearon rápidamente antes de abrir los ojos y girar su cuerpo hacia el dueño de los brazos que acababan de regresar en la profunda quietud de la noche.

—¿Has vuelto? —preguntó Wenbao.

Yongnan miró con ternura el rostro aún adormilado. Besó suavemente la frente lisa de Wen Bao antes de bajar y detenerse en su mejilla suave.

—Perdón por despertarte, Wenbao —dijo Yong Nan.

Wenbao sonrió y rodeó el cuello de Yongnan con sus brazos, sin la vergüenza que sentía al principio cuando comenzaron su relación de marido y mujer. Con el paso de los meses, Wenbao se había acostumbrado a la cercanía con Yongnan, y lo que había crecido aún más era el vínculo entre ambos.

Sabía bien que Yongnan era una persona importante en el gobierno del país. El simple hecho de que este hombre lo amara ya hacía que Wenbao se sintiera enormemente feliz. Cuanto más tiempo pasaban juntos, más veía Wenbao las bondades de Yongnan, hasta el punto de prometerse a sí mismo que lo amaría y veneraría por el resto de su vida.

—¿Estás muy cansado? —preguntó Wenbao.

Yongnan no solía regresar a casa con frecuencia debido a las rebeliones que estallaban en todos lados. China estaba en llamas, lo que llenaba a Wenbao de miedo, y Yongnan era uno de los encargados de resolver los problemas del país, hasta el punto de no tener tiempo ni para descansar. Los días en que lograba volver a casa, lo hacía tarde, cuando ya había comenzado un nuevo día. Al principio de su convivencia, Wenbao solía quedarse despierto esperando a Yongnan, pero este le dijo que no tenía que hacerlo.

"No necesitas cuidar de mí tan bien. Puede que no sea un buen marido porque no tengo tiempo para ti, tal como ocurrió con Fang Xin. No te sacrifiques por mí, Wenbao."

Yongnan le había dicho eso en alguna ocasión, pero Wenbao lo entendía. Así que, con el tiempo, ambos aprendieron a adaptarse el uno al otro, hasta encontrar el equilibrio. Ahora, Wenbao se había acostumbrado a que Yongnan entrara sigilosamente en la habitación, intentando no despertarlo, antes de acostarse y abrazarlo.

—No importa lo cansado que esté, tan pronto como llego a casa y veo tu rostro, todo el cansancio desaparece —dijo Yong Nan.

—Tienes una lengua muy dulce —respondió Wenbao.

A medida que se fue acostumbrando, Wenbao descubrió que la actitud tranquila y fría de Yongnan estaba reservada solo para los demás. Con Wenbao, el hombre, que estaba en sus treinta y tantos, era increíblemente atento y considerado, hasta el punto de que Wenbao temía llegar a depender demasiado de esos gestos. A veces, incluso tenía que pedirle a Yongnan que no fuera tan complaciente con él.

Yongnan besó a Wenbao con ternura. Wenbao había aprendido a responder con mayor facilidad en sus relaciones físicas. Quería que Yongnan estuviera plenamente feliz, tanto física como emocionalmente, cada vez que tenían la oportunidad de estar juntos. Wenbao amaba los toques apasionados pero impregnados de dulzura, y el deseo que ardía en los momentos de intimidad.

—Hoy mi tío preguntó sobre nosotros —comentó Yong Nan con una voz suave, mientras sus fuertes brazos rodeaban el cuerpo desnudo y delgado de Wenbao, negándose a soltarlo después de haber compartido un momento íntimo. Wenbao, que acababa de recuperar el aliento, se apartó del cálido pecho de Yongnan, mirándolo con curiosidad.

—¿Y qué dijo? ¿Está molesto? ¿Nos prohibió estar juntos? —preguntó Wenbao, con una mezcla de emoción y preocupación evidente en su voz.

El conjunto de preguntas dejaba claro cuán nervioso y ansioso estaba Wenbao. Yongnan levantó una ceja y esbozó una pequeña sonrisa.

El Telón De Seda Con El Patrón del Tigre [ม่านไหมลายพยัคฆ์]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora