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El caos estalló de inmediato cuando la señora de la casa se desmayó y cayó al suelo. Yongnan se apresuró a levantar a Fang Xin en brazos y la llevó de vuelta a su dormitorio, observándola con preocupación. Mei Hua, su sirvienta de confianza, rápidamente trajo aceites aromáticos para cuidarla. Wenbao, que estaba cuidando al joven maestro Hui Zhong, también se apresuró a cargar al hijo de su amo y lo siguió.

—¿Qué ha pasado? —preguntó preocupado al ver el estado de Fang Xin. La joven comenzó a recobrar la conciencia, pero sus ojos seguían perdidos por un momento antes de romper a llorar.

—Fang Xin, no te adelantes a sacar conclusiones. Esa noticia podría ser falsa —dijo Yongnan con gran preocupación por su esposa. Su rostro mostraba inquietud tanto por lo sucedido como por el impacto emocional en Fang Xin. En ese momento, él vacilaba entre salir rápidamente a trabajar o quedarse al lado de su esposa, que estaba profundamente afectada.

—Yo me encargaré de cuidar a la señora. Vaya usted a trabajar —se ofreció Wenbao. Yongnan asintió confiado y tomó la mano de Fang Xin, consolándola.

—Sé fuerte, Fang Xin. Volveré tan pronto como todo esto se solucione —dijo Yongnan antes de salir de la habitación con prisas, aunque todavía preocupado.

Wenbao, mientras acunaba al lloroso Hui Zhong en sus brazos, miró a Fang Xin con inquietud.

—Señora, ¿qué ha pasado realmente? —preguntó Mei Hua, la sirvienta que también estaba confundida por lo ocurrido. Tras escuchar el grito alarmado de una de las sirvientas que atendía a la señora en la sala, corrió hacia el interior de la casa, solo para ver a Yongnan llevando a Fang Xin a la habitación. Fang Xin, que acababa de recobrar la conciencia, yacía inmóvil, mirando al techo con lágrimas corriendo por sus mejillas.

—Mei Hua —dijo Fang Xin con voz temblorosa. Mei Hua, quien había servido a Fang Xin desde su juventud en la familia Li, era de su entera confianza. Por eso, Fang Xin decidió expresar lo que llevaba dentro—. Mi padre ha traicionado el acuerdo con el gobierno. A pesar de que yo soy la garantía de ese acuerdo, ¿por qué ha decidido renunciar al honor y la dignidad de un general? ¿Por qué?

—Oh, señora —respondió Mei Hua, compadecida.

Tras entender la razón, tanto Mei Hua como Wenbao se miraron, lamentando la situación de Fang Xin. Ambos la compadecían profundamente, pero no podían hacer nada más que ofrecer su apoyo moral. Fang Xin volvió la mirada hacia Chen Hui Zhong, su hijo de tres años, que estaba en los brazos de Wenbao, y suspiró profundamente.

—Pobre hijo mío, ¿por qué has tenido que sufrir esto? Ahora llevas la mancha de ser descendiente de un traidor.

—Señora, por favor no piense más en eso. Se ve muy pálida. Descanse un poco, por su bien —respondió Wenbao, sintiéndose angustiado al ver a su bondadosa señora en tan mal estado. Suspira con compasión mientras cuida de Hui Zhong, mientras las otras sirvientas intentaban estabilizar el estado físico y emocional de Fang Xin, aunque parecía ser en vano.

Cuando Yongnan regresó a casa, ya habían pasado dos días. Era la primera vez que sus hombros se encorvaban, mostrando cuán angustiado estaba. Wenbao corrió a recibirlo con Hui Zhong en brazos, pero el semblante de Yongnan le dio un mal presentimiento. Wenbao lo observó mientras Yongnan caminaba hacia la habitación donde Fang Xin descansaba con los ojos cerrados.

Yongnan suspiró mientras se sentaba al borde de la cama, observando a su esposa. Fang Xin parecía más frágil que nunca, como si pudiera romperse en cualquier momento. La joven abrió lentamente los ojos y, al ver que era su esposo, las lágrimas volvieron a acumularse en sus ojos.

—La violencia ha terminado —dijo Yongnan en voz baja, tomando la mano de Fang Xin.

—El gobierno ha reprimido la rebelión, pero hubo muchas pérdidas.

El Telón De Seda Con El Patrón del Tigre [ม่านไหมลายพยัคฆ์]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora