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La voz firme de un joven oficial logró detener el filo de la cuchilla. El General Príncipe Kirisawa se volteó bruscamente hacia la fuente del sonido, reconociéndola de inmediato. Sus ojos arrugados por la edad mostraron sorpresa al ver a Chen Yongnan mirarlo con una furia que nunca antes había mostrado. El sobrino del Primer Ministro de China, famoso por su calma, ahora exhibía un fuego en sus ojos afilados.

—¿Es tu hombre? — preguntó Kirizawa, pero su mano seguía presionando la cuchilla peligrosamente sobre la piel suave.

—Te pido que lo sueltes si valoras la buena relación entre nuestros países —insistió Yongnan, su mano lista sobre el arma que llevaba al costado, dispuesto a disparar si Kirixawa hacía algo más contra Wenbao, quien estaba pálido bajo la amenaza de la cuchilla. El general japonés sostuvo la mirada de Yongnan por un momento antes de retirar el cuchillo y soltar a Wenbao. El joven, una vez libre, dio un paso atrás rápidamente, alejándose de la amenaza.

—No esperaba verte en Nankín, y mucho menos en un lugar como este — comentó Yongnan, con la intensidad en su mirada disminuyendo una vez que Wenbao estuvo a salvo. Sin embargo, aún miraba al oficial japonés con desconfianza. Kirisawa, al oír esto, frunció más el ceño, enfurecido al saber que su país estaba en desventaja.

—No te confíes, Mayor Chen — replicó Kirizawa con orgullo —. Mientras el sol siga brillando y la guerra no haya terminado, los cadáveres de los soldados no confirman la derrota.

El hombre, ya mayor, se irguió con las manos a la espalda, lleno de orgullo. Yongnan comprendía su postura y no lo humilló más por estar en desventaja.

—No importa quién gane, el pueblo siempre pierde y es devastado por la crueldad de la guerra — respondió Yongnan —. Solo espero que el resultado de este conflicto no deje a mi patria más herida de lo que ya está.

Ambos hombres intercambiaron miradas sin temor, y Kirizawa, en el fondo, empezó a respetar aún más al joven oficial que, a pesar de ser su enemigo, se mantenía digno y valiente. En secreto, Kirizawa envidiaba a Chen Jinghe por tener un sucesor tan admirable.

—Eso es algo que solo el futuro nos dirá. Nadie puede predecir lo que pasará si volvemos a encontrarnos —dijo el General Príncipe Kirizawa mientras chiflaba para dar una señal. En un instante, un vehículo militar apareció y se detuvo tras él. Kirizawa caminó hacia el coche y se subió.

—Además, dile a tu gente que no salga a pasear por la noche de nuevo. Hasta la próxima, Mayor Chen —dijo antes de que el automóvil se alejara, dejando atrás el silencio de la noche.

Yongnan giró su cabeza hacia la figura temblorosa de Wenbao, que se encontraba no muy lejos. Lo llamó con el nombre que había estado rondando su mente durante los últimos tres meses:

—Agui.

—¡Señor! —exclamó Wenbao, corriendo hacia él lleno de miedo. Recién comprendía lo cerca que había estado de la muerte. Yongnan lo recibió en sus brazos sin dudarlo, permitiéndole llorar y liberar su terror. Con suavidad, acarició su cabello.

—Todo está bien ahora, pequeño, deja de tener miedo — dijo Yongnan, apartando a Wenbao un poco para observar su rostro bañado en lágrimas. Sus ojos húmedos aún reflejaban el pánico. Yongnan levantó su mentón con cuidado, revelando una fina línea de sangre donde la cuchilla lo había cortado. Apretó los dientes, luchando contra la ira que sentía hacia Kirizawa por haber herido ese cuerpo tan frágil. Con delicadeza, limpió la sangre seca con la punta de sus dedos, pero aún así, Wenbao se estremeció.

—¿Te duele mucho, Agui? —preguntó Yongnan con una voz tan suave que tocó el corazón de Wenbao, hiriéndolo más que el propio corte. El dolor de ser dejado atrás por su amado era mucho más profundo. Con lágrimas en los ojos, apartó la mano de Yongnan de su mentón y golpeó repetidamente su pecho con frustración.

El Telón De Seda Con El Patrón del Tigre [ม่านไหมลายพยัคฆ์]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora